johnny winter

 

Por Ciro Mestraitua.

.

Con gente buscando desesperadamente una entrada pero sin nadie dispuesto a revender, se palpaba la expectación el los aledaños del Teatro Lara en los minutos previos al concierto de Johnny Winter. No era la primera vez que nos visitaba pero ver a una leyenda siempre es un acontecimiento, que además se magnifica si tenemos en cuenta que aquí vivimos huérfanos de blues.
Abrió el concierto su banda para darle una calurosa bienvenida. Un sólo incendiario de Paul Nelson a la guitarra, las filigranas al bajo de Scott Spray y el poderío total de Tommy Curiale a la batería, acogieron como se merece el gran guitarrista de Texas.

Winter comenzó a lo grande, con un clasicazo de esos que siempre le ha gustado tocar, Johnny B. Goode, y continuó con Good Morning Little School Girl. Vamos, como si estuviésemos escuchando su álbum Live de principios de los 70. Tras Got My Mojo Working, de su último trabajo Roots fue recorriendo standars y algunos de sus temas de toda la vida, para dar una verdadera lección de blues.

Johnwinters2Pero sobre todo dio una lección de coraje porque los problemas de salud de la última década han le han mermado considerablemente. Sin embargo su espíritu se mantiene incólume y durante la actuación se fue creciendo tema a tema, y si había empezado con fuerza terminó como un tornado texano con su vieja Gibson Firebird más rabiosa que nunca. Al Winter de Woodstock, que fuera considerado alternativa de Jimmy Hendrix, ya no lo podremos volver a ver pero la versión que hizo de Jumping Jack Flash, por ejemplo, fue casi la definitiva del temazo de los Stones.

Una inmensa suerte y un auténtico honor estar presente en un concierto que trajo muchos y buenos recuerdos. Medio siglo lleva Winter en la carretera, y todavía le queda. Los viejos bluesmen son eternos.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *