zigzagZigzag de Jordi Sierra i Fabra. Editorial Alfaguara, 2014. Rústica, 176 pp., 9,76€.

 

Por José R. Cortés Criado.

 

Sierra i Fabra nos presenta a Virgilio, un joven de dieciocho años, que no encuentra mejor forma de buscarse la vida que acudiendo a entierros de familias acomodadas y hacerse pasar por hijo del difunto. Es un pobre chaval al que le gustaría vivir bien aunque no tiene trabajo, ni estudia, ni una familia económicamente desahogada.

La primera vez lo hizo para evitar ser denunciado por robo, ya que entró en la vivienda con la intención de llevarse algún objeto de valor, y como consiguió un dinero gracias a su mentira, decidió intentarlo de nuevo y no le iba mal, gracias a su físico y su sangre fría, las viudas preferían darle un dinero con tal de que desapareciesen de sus vidas y no hubiese ningún escándalo.

Pero tanto va el cántaro a la fuente que…, cierto día que representó su papel ante la viuda de un señor de gran fortuna, no pudo creer la suerte que tuvo porque iba a conseguir muchos más euros de los que pensaba, pero lo que no esperaba era verse envuelto en una trama de envidias, rencillas, ajustes de cuentas, mafia y blanqueo de dinero.

Desde el primer momento no pasó desapercibida su presencia ni para la viuda y sus hijos, ni para el hermano del finado y el abogado de la familia, ni para otras personas interesadas en la gran herencia dejada, por lo que fue presa de más de uno de ellos y pese a su ingenio, habilidad y aplomo las cosas se le complicaron.

Al tema principal de la obra se le unen otros mientras se desarrollan los problemas de paternidad y de herencia; por un lado Virgilio se siente atraído por Violeta, su » nueva hermana», aunque la considera una diosa inalcanzable, por otro prefiere soñar con Lola, bella joven de su entorno; además, suena con una vida mejor.

Como suele ocurrir en las novelas de Sierra i Fabra, la trama se desarrolla de una formar vertiginosa, nada más empezar te atrapa y dejas de leer cuando la historia ha concluido. Recurriendo a una rima onomatopéyica fácil, se puede decir que Zigzag se lee en un pispás.

Una vez más nos sorprende con el final de solución rápida e ingeniosa y la sencillez con la que retrata a los personajes, que se van dando a conocer por sus actos y sus palabras a lo largo del relato. Si bien es raro en la producción de este autor leer un primer párrafo de un libro de doce renglones descriptivos.

Los diálogos siguen siendo muy ágiles, directos y concisos. Las descripciones escasas y el final lleno de esperanzas, muy en el estilo del escritor catalán.

Sin duda una buena novela que dará que hablar y gustará al público juvenil.

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