Entrevista a Eduardo Gallarza, autor de ‘El sencillo arte de desvanecerse’

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«Pessoa una vez habló de la dificultad para un pescuezo de poeta de asomar por el cuello de la camisa de un oficinista. En torno a esa dificultad, lo quiera o no, se ha construido mi vida».

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Mañana nublada de mayo en la que entrevistamos al escritor Eduardo Gallarza autor de El sencillo arte de desvanecerse que publica este 26 de mayo la editorial Funambulista

Eduardo Gallarza (Madrid,1962) de joven vivió en Tánger, París, Kumasi y Belgrado, pero desde hace más de veinte años apenas se ha alejado de su ciudad natal, donde trabaja como economista. Ha publicado dos novelas: El Soviet de los Vagos, finalista del Premio Tigre Juan en 2000, y Verdades como sueños, ganadora en 2004 del I Premio Mario Lacruz (con un jurado compuesto por Juan Marsé, Rosa Montero, Rafael Borràs, Enrique Badosa y Miguel Sáenz).

Este libro reúne seis cuentos, seis relatos de exploración, seis momentos de descubrimiento. En una biblioteca, una noche de lluvia, una planta de montaje, en una habitación de hotel o por las calles de ciudades reales o inventadas, los personajes cruzan el umbral de una realidad esquiva, a veces cruel, estrafalaria incluso, sorprendente siempre. Unos cuentos que se leen por separado pero que juntos forman una unidad de sentido superior. Literatura pura.

P. ¿Qué es El sencillo arte de desvanecerse?

R. De alguna forma, un diario íntimo que cubre décadas de mi vida. De alguna otra, una serie de ficciones construidas con ánimo de alejarme de mí mismo.

P. Seis cuentos… ¿te atreves a sintetizarlos en una palabra cada uno?

R. Hay una palabra que vale para los seis, y es «descubrimiento». Lo cual no es decir mucho, porque todo relato es un descubrimiento, pero en el caso que nos ocupa, se trata del momento concreto de un descubrimiento, de un alumbramiento. Y en cada caso, cabe preguntarse qué pasará después, a dónde llevará a cada personaje ese descubrimiento.

P. Nos dice la editorial que se pueden leer por separados, pero que forman una unidad. ¿Los afrontamos, entonces, como una novela?

R. Creo que pueden leerse como una novela siempre que, justamente, no los afrontemos sino que nos dejemos llevar por ellos. Hay un hilo conductor, aunque la mejor manera de encontrarlo sea no buscarlo.

P. Eres economista. Ser cuentista, ¿es ser novelista con economía de medios?

R. En economía (en la teoría económica al menos) los medios están siempre disponibles, si se cubre su coste de oportunidad. Hay cuentos que requieren muchos más medios que una novela. Como dice el narrador de uno de ellos, cada página se salva por sí misma, no por el fantasma de las diez mil otras que muertas en borradores la acompañan.

P. Tu profesión y tu devoción, la economía y la literatura, ¿qué tal se llevan?

R. Pessoa una vez habló de la dificultad para un pescuezo de poeta de asomar por el cuello de la camisa de un oficinista. En torno a esa dificultad, lo quiera o no, se ha construido mi vida.

Con todo, hay una tradición en España de economistas escritores, como Valentín Andrés Álvarez o José Luis Sampedro, con la que me identifico, aunque me superen con creces, tanto en una faceta como en la otra.

P. Veo que no has publicado mucho, ¿es porque escribes lento o porque tardan mucho en publicarte?

R. Escribo muy lento, y libros gordísimos —salvo este, justamente—, con intrigas enrevesadas para lectores intrépidos. Yo mismo me maravillo de que haya editores que se atrevan con ellas, intrépidos desde luego, o sencillamente temerarios. Como economista, quiero creer que no han perdido dinero con mis libros; como amigo, quiero agradecerles que no hayan perdido la paciencia conmigo.

P. ¿En qué rincones, en qué paisajes te gusta desvanecerte?

R. Desvanecerse es un lujo, ya sea en las antípodas o a la vuelta de la esquina. Rindiendo culto fácil a los tópicos, debería decir que uno se desvanece en lo que escribe —el autor pasa, el libro queda—. Ahora, es un arte todo menos sencillo.

El-sencillo-arte-de-desvanecerse_gP. Lo próximo será… ¿novela, cuentos?

R. Lo próximo por publicar (D.m.) será una extensísima novela de trama rocambolesca, con espías, conspiraciones, túneles secretos, crueles matanzas y países que sólo existieron durante diez días. Un libro en el que todo es verdad aunque nada sea real.

Lo próximo por escribir (D.m. también) será una novela menos prolija —aunque eso es lo que digo siempre, y después…— construida como un puzle, con piezas que van encajando por un proceso de lógica aplastante. Me gustaría pensar que un libro puede construirse como el desarrollo racional de una situación de partida, como ocurre con los fractales, o con las fugas. También me gustaría pensar —aunque eso me cuesta más— que yo puedo escribirlo.

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