Ginger Ape publica ‘Tomochic’ de Heriberto Frías

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El joven subteniente mexicano Miguel Mercado (alter ego ficcional del autor) es enviado junto con su batallón a reprimir una revuelta en el remoto poblado de Tomochic (Chihuahua). La bisoña tropa deberá hacer frente a un enemigo bárbaro, altivo y feroz, pero no por menos heroico (semidioses invencibles,tigres de la sierra que derrotarían a todas las fuerzas que se les enviaran); un enemigo que ha renegado de todo poder terrenal y que, presa del más ignorante fanatismo, ha proclamado lealtad exclusiva a Dios y a varios de sus santones locales, arrastrando a la población a su completa aniquilación en un combate épico, afligido y de equívoco sentido.

Publicada por entregas en 1893 en el diario mexicano El Demócrata(famoso por su oposición al régimen de Porfirio Díaz y que sería temporalmente clausurado –y sus redactores encarcelados– por causa de esta publicación) y en volumen único en 1894 (a la que seguirían, en vida del autor, otras cuatro ediciones con modificaciones sustanciales al texto original), Tomochic es la crónica cruel, trágica y descarnada de aquellas funestas jornadas que anunciaron el gran alzamiento de 1910, un angustiado y polémico testimonio, saturado del hálito y la esencia de lo mexicano, que sacude los cimientos ideológicos del Porfiriato y que valió a su autor, el joven oficial Heriberto Frías, el procesamiento ante una corte marcial acusado de revelación de secretos militares (licenciado del ejército y apenas evitando la pena capital). Intensa, realista y coloquial, Tomochic ha sido emparentada con la gran novela de la revolución mexicana Los de abajo de Mariano Azuela, y constituye una ejemplar y acabada síntesis de periodismo, historia y literatura.

Dos años después de la publicación de Tomochic, Frías –incorporado al equipo de redacción del renacido diario El Demócrata– dio con sus huesos en el temible presidio de Belem (México DF). Desde allí, hizo llegar al combativo medio quince pavorosas crónicas que documentan la violenta y cotidiana realidad de aquella otra ciudad oculta, proscrita e inmunda, plena de corrupción y barbarie. Bajo el título Entre tarántulas y dementes, Ginger Ape B&F recoge para sus lectores aquel excepcional y revelador testimonio, suma y compendio del sistema penitenciario del Porfiriato.

Heriberto Frías (Querétaro, 1870 – México DF, 1925), periodista y escritor, testigo y partícipe de la vida política y social del México revolucionario, nació en el seno de una familia de clase media queretana, numerosísima de profesionales y hombres de letras (su tío Hilarión gozaba de gran fama como periodista, crítico e historiador). Muy pronto, a fin de solventar los problemas económicos familiares y satisfacer sus ambiciones académicas, ingresaría en el Colegio Militar de Chapultepec. Sin embargo, antes de concluir sus estudios, resolvió alistarse como oficial en el 9º de Infantería. Enviado a Tomochic en 1892, su Batallón participó de la aniquilación de este remoto poblado rebelde, cruel episodio que marcaría por entero su vida.

Encarcelado y juzgado tras la publicación de Tomochic por un tribunal militar, escapó casi por milagro del fusilamiento, si bien no pudo evitar el licenciamiento. Tras un breve paso por la revista Gil Blas, a principios de 1895 entró a formar parte de la redacción del renacido diario El Demócrata. Fue entonces que comenzó a vivir –a su decir autobiográfico– su tragicomedia de bohemio periodista rebelde, pasando de las redacciones a las cárceles, de las cárceles a las tabernas (y a los burdeles, podríamos añadir) y de las tabernas a los hospitales. En 1906, por invitación del periodista y político José Ferrel, antiguo director de El Demócrata, se trasladó a Mazatlán, en la costa del Pacífico, donde se hizo cargo del acreditado periódico El Correo de la Tarde, empleando aquella palestra para dar rienda suelta a la polémica y adquiriendo gran fama como orador y periodista de oposición.

Tras el triunfo de Madero y la renuncia del general Díaz, Frías fue nombrado Subsecretario de Relaciones Exteriores. Pero los acontecimientos de la Decena Trágica le obligaron nuevamente a huir. Los complejos avatares de la revolución mexicana le pasarían, asimismo, factura. La victoria electoral de Carranza (1917) trajo para Frías el encarcelamiento por delito de rebelión y la condena a muerte. Salvó la vida in extremis y abandonó momentáneamente la vida política. Solo tras la caída de Carranza y el acceso al poder de Álvaro Obregón, que conciliaría a los diversos caudillos revolucionarios, Frías volvería a la tribuna política. En 1920 fue nombrado cónsul de México en Cádiz, retornado al país tres años después; agravados sus problemas visuales, padecía ya una ceguera casi total. Murió finalmente en 1925 tras haber producido una obra literaria vastísima que contiene entre otros destacados títulos: ¿Águila o sol?; El amor de las sirenas; El triunfo de Sancho Panza; Los piratas del boulevard. Desfile de zánganos y víboras sociales y políticas en México; Miserias de México; Álbum histórico popular de la Ciudad de México.

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