Relato: ‘Hijos de un mismo Dios’ de Francisco Javier Merino

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De Francisco Javier Merino. Ganador de la X edición www.excelencialiteraria.com

 

Hijos de un mismo Dios es el sugerente título que el artista Macaco otorga a una de sus canciones. Sugerente porque, por desgracia, hay poca gente que viva bajo esta premisa.

Tengo que reconocer que, este curso, con mi entrada en la universidad pública, algunos de mis seres más queridos me han decepcionado al insistir, una y otra vez, en que mi <<facultad está llena de moraditos”. O al advertirme, sin tregua: <<Mira con quién te juntas>>. Por si alguien lo pone en duda, estas frases no son inventadas: son una reproducción literal de comentarios que he recibido por parte de aquellos que más quiero, insisto. Y les digo: ¡basta ya!

Basta ya de poner en tela de juicio a mis compañeros a causa de sus preferencias políticas. Basta ya de ultras violentos que se hacen llamar “aficionados”, para luego agredir a los verdaderos aficionados de un deporte a causa de que llevan la camiseta del equipo rival. Basta ya de grupos radicales que acaban con la vida de la gente que no profesa su credo. Basta ya de partidos políticos que se ausentan de un minuto oficial de silencio porque la persona fallecida no representa sus ideas (y no lo digo por atacar al partido al que todos saben que me refiero)… En resumen, basta ya de etiquetar a las personas y obrar en consecuencia.

Siguiendo con mi experiencia, el corto período que llevo en la universidad ha sido el más fructífero de mi vida, pues estoy conociendo a gente de todos los colores políticos, religiosos, deportivos… Y entre ellos he hecho verdaderos amigos y amigas con los que me divierto como nunca. Sin mirarnos el carnet, cuando ha sido necesario me han apoyado al igual que yo a ellos.

Javier Merino

Durante estos meses, me han llamado particularmente la atención las conversaciones políticas que hemos mantenido. Conversaciones en las que he podido observar que la aparente incompatibilidad entre los distintos partidos se queda en el Congreso o en los mítines de campaña. Mis amigos (desde los que en junio votaron al Partido Popular hasta los que confían en Podemos) me han demostrado que lo que nos une a los españoles es más fuerte que lo que nos separa.

Es bueno darse cuenta de que no hay un ser humano igual a otro en este mundo, pero tenemos que utilizar nuestras diferencias como un elemento enriquecedor, y no construir barreras infranqueables entre las personas. Mucho menos, justificar cualquier motivo de violencia. Al fin y al cabo todos somos seres humanos o, como diría Macaco, “hijos de un mismo Dios”.

 

 

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