El sol también es una estrella de Nicola Yoon. SM, 2017. Rústica, 352 pp., 14,50 €.

 

Por José R. Cortés Criado.

 

¿Qué puede suceder en la vida  de dos jóvenes durante un día para cambiarles sus existencias y las de otros personajes que se cruzan en su camino?

La chica de esta historia, Natasha, es afroamericana de origen jamaicano, con una orden de expulsión para toda su familia, que intenta en un momento muy angustioso parar esa deportación. Todo está muy oscuro, ella no cree en sueños, es muy cerebral y muy luchadora.

Su día no empieza muy bien en casa, en la oficina donde acude no se siente cómoda con la encargada de la seguridad, llega tarde a su cita, es recibida por otra persona y se enciende una luz de esperanza, debe acudir a un abogado que podría revocar la orden.

El chico, Daniel, es de origen coreano, su familia es muy coreana a pesar de que sus hijos nacieron en Estados Unidos; los padres quieren que vaya a la universidad de Yale y se licencie en Medicina, pero él no lo tiene claro y cuando se tropieza con Natasha quiere ser poeta, la vida le cambia y no quiere más que estar a su lado. Sin duda, un amor a primera vista de todas todas.

Daniel se bajó del autobús por no seguir escuchando el mensaje religioso del conductor y, sorpresivamente, ve a una chica con auriculares que baila en la calle mientras camina y lleva en su camiseta: Deus machine; y cree que el universo se ha conjugado para hacerle cambiar su desplazamiento y así poder ver a aquella estupenda joven.

A lo largo de las página el lector asiste a los enfrentamientos entre ambos, sus devaneos, confesiones, juegos, dudas, temores…; él es transparente, ella oculta más sus sentimientos en un principio y entre charla y charla surge el amor que los marcará de por vida.

Un homenaje al amor y a la multiracialidad escritos por una mujer que se crio entre Jamiaca y Brooklyn, que piensa que las personas pueden enamorarse en un instante para toda la vida y que la llegada a su país de extranjeros lo enriquece.

La novela está estructurada en cortos capítulos que más parecen secuencias de un diario personal, ya que cada uno lleva el nombre de su protagonista y está contado en primera persona. La mayoría son de Natasha y Daniel, pero también hay hueco para personajes muy secundarios como un abogado y su secretaria, una encargada de la seguridad en un centro de inmigración, un conserje que desempeñan un breve papel algo especial y los conecta con los dos protagonistas.

Según Nicola Yoon todos nuestros actos está relacionados y ordenados por un tipo de azar que no deja a nadie indiferente, así un simple gesto, un mensaje de agradecimiento o una conversación más profunda sobre el futuro y la importancia que tienen en nuestras vidas cada uno de los múltiples actos que llevamos a cabo diariamente nos marcan más de lo que creemos.

Se trata de una novela entretenida, de amor, que te atrapa, te hace partícipe de las dudas de los protagonistas y no sabe cómo acabará. Para mí el final es demasiado rocambolesco, son muchas las coincidencias y las sorpresas en tan corto espacio para cerrar la historia.

Seguro que gustará a los jóvenes lectores, pues a los diecisiete años el amor es lo más importante, y más, si es a primera vista.

 

 

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