Gil Jilguero de Txabi Arnal Gil. Ilustraciones de Julio Antonio Blasco. Editorial Edebé, Colección Mis cuentos preferidos de tren azul, 2018. 200 x 210 mm., 32 pág.,8,20 €, (+ 5 años).

Por José R. Cortés Criado / @unabrazolector.

 

Este hermoso álbum infantil es un canto a la libertad. Txabi Arnal Gil sabe cómo llegar a los pequeños electores con una historia llena de carga emocional, repeticiones y situaciones algo cómicas pero con trasfondo muy serio.

Julio Antonio Blasco sabe conectar con un texto por medio del color y la forma. Su habilidad para solaparse con las palabras hace que la mezcla de ambos elementos sea muy rica en matices y atrape a la persona que abra las páginas del libro.

La historia es bien simple. Un señor muy autoritario que vive con su gato y tiene una terraza vacía decide hacerla más agradable encerrando en una jaula a un jilguero.

Y no contento con ello le ordena cuando debe comer, cuando debe beber y cuando debe cantar. Es muy persistente pero el pájaro lo es más y se niega a seguir las instrucciones del señor autoritario.

El animal está cansado, los vecinos hasta el gorro de ese señor, que además tartamudea un poco y sus órdenes son muy graciosas: “¡Co-come, Gil Jilguero! ¡Be-bebe, Gil Jilguero! ¡Ca-canta, Gil Jilguero!”.

Por fin el jilguero decidió comer, beber y cantar, pero los sonidos que emitía se asemejaban a un serrucho, eran tan estridentes que ningún vecino podía descansar y como esa era la tónica diaria, uno de ellos le aconsejó que le buscase una pareja para que así trinase con alegría.

Dicho y hecho, al día siguiente introdujo una jilguera en la jaula, dio sus órdenes pertinentes y las dos aves comieron, bebieron, se volvieron de espaldas a su dueño y cantaron, pero su canto seguía siendo igual de horrible, aunque lejos de allí la canción de la pareja de jilgueros sufrió cierta trasformación.

Divertida historia para indicarnos que las órdenes no sirven para que seamos felices ni son efectivas para conseguir nuestros propósitos. La felicidad tiene otros caminos que no son los impuestos por el señor autoritario.

Las imágenes de la ciudad y de sus protagonistas son muy simpáticas, ya sea por esos tejados con chimeneas y gatos, como por ese señor calvo tocado con un bombín que da órdenes con una ramita en la mano, ese gato que está presente en casi todas las escenas y esos sonidos tan horrorosos representados por unos sencillos trazos y unas tonalidades que consiguen que los lectores lo sientan horribles aunque no salga sonido alguno de las páginas.
Muy buen álbum, divertido, alegre e ingenioso que hará sonreír a sus lectores.

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