La balada de los unicornios de Ledicia Costas. Ilustraciones de Mónica Armiño, Editorial Anaya, colección Narrativa Juvenil, 2018. 140 x 210 mm., 192 pp., 12,50€, (+ 14 años)

Por José R. Cortés Criado.

Me gusta mucho como escribe Ledicia Costas. Tiene una imaginación desbordante y crea imágenes de lugares que me atrapan. Y no salgo de mi asombro cuando leo sus elucubraciones o fenómenos paranormales de su novela.

Cuando creo que ya ha alcanzado un nivel de imaginación difícil de superar, paso la hoja y me encuentro en otra situación más hilarante que la anterior y sigo leyendo sin descanso. Es un buen ejemplo de ciencia ficción especulativa o steampunk.

La trama de este libro es la lucha del bien y el mal. Ese enfrentamiento eterno entre las reinas buenas, que son unicornios que adoptan formas humanas para reinar. Son delicadas, sensatas, curiosas, educadas…, en suma, maravillosas mujeres dignas de regir un reino. En este momento gobierna la Reina Albina.

Frente a ellas la malvada, Cornelia, una córvida, toda de negro con sus hijos, miles y miles de negros curvos y otras tantas arañas que están por todas partes para recabar información para su ama e intentar dominar el reino de los unicornios.

Esta es la directora de la genial Escuela de Artefactos y Oficios; en esta institución están los jóvenes más brillantes, tan pronto crean sombreros voladores como casas motorizadas.

La protagonista de esta historia, Agata McLeod, también se fabricó su acompañante, un robot llamado Tic-Tac que la acompaña siempre y posee tanta información que sin él ella tardaría mucho más en realizar algunas de sus hazañas.

A lo largo de las páginas vamos conociendo a la protagonista y a su gran amigo, León, y a un sinnúmero de personajes a cual más raro. Poco a poco la trama se va entrelazando con las diversas historias que la componen y todo termina cuadrando al final del relato.

La malvada Cornelia quiere extraerle todos los poderes de su gran inteligencia a León, que cada vez se debilita más y se vuelve de color azul. Ya sabemos que los escarabajos de la caverna cuando se van coloreando de azul es que su vida va llegando al final. Cuando se azul es muy intenso, el viejo cuidador se los come y ese ser ha fallecido.

Cornelia también tiene a su servicio a un destripador para apoderarse de cuerpos de mujeres difuntas y devolverles la vida; y, por supuesto, sus cuervos, sus arañas y sus malas artes para hacer el mal.

A lo largo de las páginas Ágata lucha contra miles de obstáculos para poder salvar a su amigo, y al hermano pequeño de este, que también está en el mismo centro de estudios.

Para poder localizar al viejo que come los escarabajos, la única persona que puede devolverle la vida a León, antes ha de llegar al país de los perros, ahí se han invertido los papeles de nuestra civilización, los perros temen a los humanos y los llevan sujetos de una cadena mientras andan a cuatro patas; estos le indican el camino a cambio del compromiso de Ágata de fabricarle unas patas a la hija del rey, perrita que fue apaleada por un humano y no puede caminar.

El anciano que controla la vida de León vive sobre la cabeza de un gigante que duerme plácidamente y es difícil de localizar y cuando Ágata llega ante él empieza a comprender el porqué está encerrada en la institución de Cornelia, la que cree que es su tía. El viejo le aclara cuál es su identidad y muestra la relación entre el viejo, Cornelia y Ágata. También la informa de que su ojo mecánico es obra de él. Sus ojos originales los conserva Cornelia.

El ingenio, la magia, la inteligencia y la lucha entre el bien y el mal, llevan al lector a una sociedad con algunas semejanzas a la nuestra, pero con un potencial creativo mucho mayor, donde la vida trascurre entre la magia blanca y la magia negra.

Es un buen libro que me ha hecho pasar una buena tarde. Menos mal que el final se queda abierto y se vislumbra que habrá más partes de esta pareja. Ágata y León tienen vida para rato y capacidad de inventar suficiente como para tenernos ocupados más de una tarde.

Fantasía y ciencia se dan la mano en estas páginas ambientadas en la ciudad de Londres durante la época vitoriana, de ahí la presencia de Jack el Destripador como malvado personaje que está en ese laberinto de mundos y animales mitológicos y personajes muy pintorescos que envuelven al lector en ese mundo sórdido, nocturno, al que quieren combatir con la luz de los unicornios y la bondad de sus almas.

Este libro está ilustrado por Mónica Armiño que ha realizado un dibujo en blanco y negro para la presentación y otro para el cierre de cada capítulo. A pesar de su pequeño tamaño, se aprecia la calidad de los trazos y se observan la multitud de detalles que conforman cada imagen.

La editorial Anaya ha cuidado mucho la presentación de este volumen, ganador del Premio Lazarillo 2017, cuidando la imagen de la portada de cartón duro, con guardas llenas de engranajes en unos tonos tierras muy agradables y sus múltiples ilustraciones.

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