El ojo del Inca de Natalia Alonso. Editorial Edelvives, 2019. Colección Alandar 162. 216 pp., 10.50 e. 

Por José R. Cortés Criado.

 

La narradora de esta historia es una chica que se desplaza a Bolivia con su padre y sus tres hermanos para buscar una antigua cultura boliviana que había permanecido oculta a la civilización europea, se trata de los huatacachi. Germán, el apdre, es un conocido antropólogo y está cerca de alcanzar su éxito.

Los niños no saben bien qué ocurre, aunque sí saben que su padre pone mucho interés en sus investigaciones y lo hace todo con mucha pasión. La narradora es Aymara, los otros tres son Sabina, Itai y Antu, los dos varones, el último es el más pequeño.

Los niños están acostumbrados a los viajes de su padre; anteriormente también lo hacían con su madre pero hace dos años que desapareció en el Himalaya. Y ahora el padre pretende viajar con ellos hasta los huatacachi, para eso se van unos días a la selva, para sobrevivir con lo que encuentren en su camino, pues no podrán llevar ni equipaje pesado ni nada superfluo.

Y en esas andaban cuando desapareció su padre sin dejar rastro. Ahora los chicos deben ingeniársela solos, menos mal que el chamán Huasca, gran amigo de su padre está ahí para ayudarlos en la búsqueda y Wilson, su joven ayudante, muy hermoso para ambas chicas.

Los chicos no saben qué hacer, pero el chamán sabe leer el humo de sus cigarros, entre otras muchas cosas, así que él lee el humo para localizar a su amigo, pero el desconoce el lugar dónde dirigirse. Por eso cuando el ve en el humo trenes, los chicos deben buscar en los cuadernos de su padre alguna anotación que hable del tema; así, usando la lógica, son los hijos los que van poniendo las piezas para localizarlo.

A lo largo de las páginas el lector viaja por Bolivia, la narradora nos mostrará ciudades, ríos, paisajes y escenas cotidianas del chamán y de otros de sus colegas, junto a las comidas o ropajes que usan en su periplo.

También asistiremos a bailes de disfraces, celebraciones precolombinas, todos estos hechos nos ayudan conocer a la civilizaciones antiguas del continente americano. Los chicos a veces deben vestir con atuendos típicos bolivianos o tomar medicinas alternativas a la farmacopea europea, para alcanzar su objetivo.

Y por si esto fuera poco, también deben cuidarse de dar información a determinadas personas que se acercan a ellos para localizar a su padre antes que sus hijos o para ser los primeros en descubrir esa tribu ancestral.

La novela está muy bien hilvanada, la trama te lleva de aventuras sin fin por la selva, te muestra cómo sobrevivir en un escenario tan diferente al nuestro, te acerca a problemas humanos, te muestra personas solidarias por el solo hecho de hacer el bien desinteresadamente a los demás y otras sin escrúpulos que buscan su beneficio propio sin importarle el prójimo.

Esta novela nos acerca a una cultura distinta a la nuestra en bastantes aspectos y nos hace reflexionar sobre los poderes que poseen algunas personas y que los usan para ayudar a otros sin buscar un beneficio particular.

Seguro que la novela gusta a los jóvenes lectores por la mezcla de temas que se entrecruzan página tras páginas, porque cuatro de los protagonistas son chicos de ciudad alejados de la vida entre árboles, ríos, aves y otros animales, y por que nos hace ver que las cosas muchas veces no son lo que parecen.

Etnografía, selva, lago Titicaca, totoras, cocodrilos, hojas de coca, aldeas perdidas, ciudades polvorientas, niños limpiabotas, humo de los cigarros del chamán, ungüentos para sanar torceduras de pies, mejunjes para curar enfermedades…, en fin una retahíla de cosas distintas y novedosas para muchos lectores que se tratan con suma naturalidad en le transcurso del relato.

 

 

 

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