Selección poética, Miguel de Unamuno. Kalandraka, 2019. Trece Lunas. 40 pp., 15 x 23,5 cm., 15.00 e.

Por Anabel Sáiz Ripoll.

 

Miguel de Unamuno no necesita presentación. El contradictorio rector de la Universidad de Salamanca está más vigente que nunca, prueba de ello es la reciente película de Amenábar, «Mientras dure la guerra».

Unamuno perteneció a la Generación del 98, escribió ensayo, novela y poesía. Fue una persona de carácter fuerte y agudo, aficionado a la papiroflexia y creador genial y en perpetua evolución. Su poesía bronca y directa no está exenta de lirismo y de una gran sensibilidad. A Unamuno le gustaban los juegos de palabras, la literatura tradicional y fue el creador de un lenguaje secreto, que se basaba en la «p» y que yo, de niña, utilicé con mis amigos sin saber quién era su creador. Así decíamos «»ton-po-ta-pa» y la niña en cuestión a la que iba destinado el adjetivo se quedaba tan ancha, si no estaba en el secreto e ignoraba que acabábamos de llamarla «tonta». Genial, don Miguel. Siempre.

El libro que nos ocupa contiene, como indica la colección a la que pertenece, trece poemas del Cancionero del poeta. Que sean infantiles o no, eso ya lo decidirá el lector. Ahora bien, como decía Juan Ramón Jiménez, los niños pueden leer de todo, con las consabidas excepciones.

Miguel de Unamuno repasa el abecedario, por ejemplo y juega con las letras, aunque se le escaba un «!Ay terrible abecedario!»; acompaña al grillo en si cri-cri, invoca la fórmula «Érase una vez» para reflexionar sobre ella, no olvida los juegos infantiles, como la rueda, ni su afición a hacer figuras de papel, ni el cielo estrellado, ni la golondrina, ni siquiera se olvida del ocho, que, el pobre, está partido en dos ceros.  El último poema de la antología es uno de los más célebres, una canción de cuna dedicada a su nieto, «La media luna es cuna». No se olvida don Miguel, entre verso y verso, de hablar de la infancia y de recrear palabras rotundas, a veces poco poéticas, pero siempre oportunas. 

Los poemas se presentan acompañados de las ilustraciones de Artur Heras quien le da el toque actual a los versos y nos permite entender su valor simbólico y establecer asociaciones mentales para entender el ingenio del poeta. 

No es un libro para leer de forma rápida y pasar a otro, no, don Miguel no lo permite; es un libro para leer y entender, para leer y pensar, para leer y recrearse en las ilustraciones, para leer y crecer.

 

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