Entrevista a Ismael Ahamdanech Zarco autor de ‘Los últimos hijos de Príamo’

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Ismael Ahamdanech Zarco

Son tiempos difíciles para publicar libros, pero hay quien no se desanima: Ismael Ahamdanech Zarco ha llegado a las librerías (de momento, las virtuales, a la espera de que abran las tradicionales) con Los últimos hijos de Príamo (Distrito 93), novela ganadora del I Certamen «Martín Fierro» de denuncia social. Su convicción: la buena literatura ayuda a entender los cambios y entender cuáles son las corrientes internas que los desencadenan.

«Un personaje bien construido explica mejor la realidad que mil estadísticas»

P. ¿Novelista o militante?

R. Las dos cosas. Soy de las personas que piensan que siempre se toma partido, porque incluso no tomar partido es hacerlo. Si uno se calla ante una injusticia, ya está tomando partido por quien la está cometiendo. Y todas las novelas que me han dejado huella son novelas que toman partido y que son, de algún modo, militantes.

P. ¿Qué riesgos corre el novelista que quiere denunciar una realidad dolorosa?

R. Esta es una buena pregunta. El principal riesgo es la dificultad de llegar a un público amplio. La mayoría de la gente no quiere leer penas, sino evadirse y huir de la realidad. Por eso es mucho más fácil vender una novela de aventuras de la Segunda Guerra Mundial o de los templarios que otra que te coge por las solapas y te dice: eh, hay gente que está muy jodida y lo pasa muy mal, y están aquí al lado. Y de algún modo lo entiendo, todos necesitamos evadirnos. Pero también que nos recuerden que hay otras realidades muy distintas de las que vivimos, que están muy cerca de nosotros y que quizá, con un poco de esfuerzo, podríamos cambiar.

Ismael Ahamdanech ZarcoP. ¿Presta la literatura española atención suficiente a la realidad?

R. Sí y no. Hay autores muy buenos que lo hacen, pero la mayoría de las novelas que nos encontramos en los estantes, las que más se venden y ocupan casi todo el espacio, están a otra cosa. Tiene mucho que ver con lo que decía antes: es muy complicado que una editorial apueste por una novela que ponga al lector frente al espejo, porque la editorial sabe que eso no vende. Y, de nuevo, lo entiendo. La literatura es un negocio y si no hay ventas no puede sostenerse, pero también es cierto que se echa en falta algo de riesgo. Y no solo desde el punto de vista de los temas, sino también de los autores. Antes de la crisis de 2008 las grandes editoriales apostaban por autores desconocidos si creían que había calidad en su manuscrito. Hoy eso es impensable. Si no les garantizas unas ventas mínimas de antemano, ni te leen. A mí me ha pasado por ejemplo con esta novela. Me han llegado a decir, mira, es buena, mejor que otras cosas que vamos a publicar, pero no podemos arriesgarnos. Eso no deja de ser triste.

P. Usted es un reincidente, su vocación social es evidente. ¿Es más fácil hacer llegar el mensaje a través de la ficción?

R. No. Yo soy doctor en Economía y he publicado muchos artículos científicos sobre el incremento de la desigualdad y la pobreza en España; creo que eso, a día de hoy, tiene más valor como motor de cambio social que la ficción, sobre todo porque sé que escribiendo novela sobre estos temas el mensaje va a llegar a poca gente. Pero uno debe escribir sobre aquello que siente. Y yo no entiendo la literatura sin denuncia.

P. ¿Cómo construyó a sus personajes? ¿Existen en la realidad?

R. Muchos de ellos los he conocido Yo crecí en un barrio como el de Federico y Lola. Sé lo que son las apreturas y el esfuerzo de los padres para que sus hijos estudien y tengan una vida mejor. Por desgracia, igual que pasa en la actualidad, porque la desigualdad en España ha crecido desde 2008, aunque con una diferencia importante: ahora el ascensor social se ha roto. Y eso es un verdadero drama, porque cuando yo era niño mis padres me decían que si estudiaba me iría bien en la vida, aunque lo hiciera en colegios públicos y a base de becas. Y tenían razón. Pero si mi hijo estuviese en la situación que yo tenía con su edad, creo que no podría decirle lo mismo, al menos no con la seguridad con la que a mí me lo decían mis padres.

Los últimos hijos de PríamoP. Desahucios, explotación sexual… ¿Nos hemos acostumbrado demasiado rápido a todo eso?

Sin duda. Ya sé que cualquier persona que lea esta entrevista podría decir que eso es algo que siempre ha pasado. Y tendría razón, no es algo nuevo. Pero sí lo es el hecho de que esté tan a la luz, de que sea tan conocido y, aun así, no se haga lo suficiente para evitarlo. En España, una de las diez primeras economías el mundo, una democracia plena según todos los grandes organismos internacionales y think-tanks, hay esclavas. Ahora. Suena fuerte, pero es verdad. Una antropóloga decía que el primer rastro de la humanidad era una pierna rota y soldada porque, en la naturaleza, si un animal se rompe una pierna es una sentencia de muerte; sin embargo, una pierna soldada implica que alguien se ha quedado a cuidar a esa persona hasta que se ha recuperado. Hoy las piernas rotas son las de aquellos que nacen con desventaja, en familias con menos recursos o en países pobres. Así que el trato que les damos nos dice mucho de nosotros mismos como seres humanos.

P. La novela sale en medio de una crisis en origen sanitaria, pero que al final será (es) económica. ¿Es posible escribir en tiempos de parálisis?

R. No solo es posible, es necesario. Lo que estamos viviendo es tremendo, sobre todo porque en un mundo de certezas se acaba de colar una incertidumbre brutal. Y eso lo va a cambiar todo. Desde las relaciones geopolíticas hasta las humanas, desde cómo se replantean las fronteras hasta cómo saludamos al vecino. En tiempos así, la buena literatura se convierte en algo esencial, porque ayuda a entender los cambios y a describir cómo se producen y cuáles son las corrientes internas que los desencadenan y los guían. A veces un personaje bien construido explica mejor la realidad que mil estadísticas.

 

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