La fábrica de nubes

 

La fábrica de nubes de Jordi Sierra i Fabra. Ilustraciones de Luján Fernández. Editorial SM, colección Barco de Vapor Azul, 2020. 104 pp., 8,30 €  (+ 7 años).

Por José R. Cortés Criado.

 

Al ver la portada del libro, me acordé de un maestro al que no le gustaban las novedades en literatura; a él le encantaban los libros que tenían muchas ediciones, esos eran los que leía. Sin duda, si ve este libro, lo leerá rápidamente, puesto que esta es la cuadragésima primera edición.

¿Quién le iba a decir a Jordi Sierra i Fabra que llegaría a tener tanto éxito con su libro, cuando aquel 1 de julio de 1988, su colega José Luis Muñoz, le dijo en Avilés, que la chimenea humeante de una fábrica parecía una fábrica nubes?

Ese día se apoderó de la idea y en febrero de 1991 salió la primera edición del libro, tras inventarse un lugar, Pampelum, donde no había nubes, por lo que existe una fábrica que las fabrica, y Plub, su dibujante, un gran artista, las creaba con toda la gama de colores existentes entre el blanco y el negro.

Todo marchaba como la seda hasta que se quedó sin pintura, y como no podía de dejar de enviar nubes al cielo, le pidió pintura a los empleados que reformaban la fábrica y ese día desarrolló su potencial creativo. Las envió de todo tipo y colores, hasta con lunares.

Era feliz inventando nuevos colores que no sabía ni nombrar, como naranja a la petunia, violeta al contraluz, fucsia capote de torero, atardecer en el campo después de la primera lluvia de la primavera o floreado con motas transparentes delicioso.

El problema fue cuando el señor alcalde vio una nube con lunares. Enfadadísimo llamó al dueño de la fábrica y prohibió todo tipo de nubes que no sean de colores blancos o negros. Ni que decir tiene, que al primero que despidieron fue a Plub.

Pero todo cambió cuando los habitantes Pampelum manifestaron su alegría por esas nubes tan bonitas y la demanda de nubes aumentó considerablemente. Hasta el alcalde cambió de opinión para no oponerse a sus votantes. Plub recobró su puesto de trabajo, mejoró sus obras y llegó a ser socio de la empresa y montó una escuela de pintura de nubes.

Ingeniosa historia con su moraleja. Las nubes agradables favorecían la convivencia, mejoraban la vida de personas y animales y todos fueron felices mirando el cielo, a la espera de ver su nube encargada, bien para que las vacas den mejor leche, los niños de la guardería se tranquilizasen o la fiesta de cumpleaños sea un éxito.

A la agilidad del relato, que su autor siempre sabe dar, hay que añadir la complicidad del narrador, que interpela al lector desde la primera frase, continúa haciéndole guiños en cada uno de los títulos de los capítulos y en alguna que otra página más.

Los lectores devoran este libro y se sorprenden de lo ingenioso que llega a ser su despistado protagonista; al que lo que más le gustan, son las cosas bellas y hacer felices a los demás.

En esta edición se han cambiado las ilustraciones de Viví Escrivá por las de Luján Fernández, joven ilustradora que también sabe reflejar muy bien las ideas del texto.

Sus dibujos son muy joviales, alegres, expresivos y coloristas. Nos muestra una fábrica de gran belleza, un atribulado Plub en su despacho, otro muy activo en pleno proceso creativo, unos señores importantes muy horondos y bigotudos y unos niños de enormes ojos.

Larga vida a tan singular e imperecedera obra que acaba de cumplir veintinueve años, y ojalá que el humo de las fábricas fuese de colores y no contaminara.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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