Dice Twitter que el mejor argumento en una discusión, es repetir lo que dice el otro pero con un sonsonete estúpido. Y Twitter siempre tiene razón. Si, además, cientos de personas secundan y multiplican la frase por las redes, será porque nos sentimos identificados con ella.
Cuando no tenemos razón pero tampoco queremos rectificar, la salida más fácil consiste en ridiculizar la opinión del contrario, para que así, al menos, la nuestra no salga tan mal parada y podamos conservar el orgullo.
Creo que por eso existen las caricaturas. Resaltar defectos ajenos de forma desproporcionada queda grotesco y cómico en un dibujo, pero llega a parecernos una fotografía de la realidad. De hecho, hay quien termina creyéndose que son siempre los demás los que se equivocan. No lo creen por maldad sino porque nos acostumbramos a retocar las situaciones que no nos gustan, para que de ese modo nos resulten más fáciles de afrontar.
Cuánto cuesta reconocer los propios errores, sonreír y aceptar la derrota, ganando a cambio, sin embargo, la verdad y, seguramente, muchos amigos.
Quedaría muy bien en Twitter escribir que nos hemos equivocado. La pena es que con la verdad no nos sentimos tan identificados.
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