Las dos familias se ven obligadas a enfrentarse cara a cara con unos tabúes como la infidelidad, la violencia, el sexo o la locura, reprimidos demasiado tiempo, que ahora amenazan con destruirlas desde dentro. La tradición frente al progreso, la ciudad frente al campo, el amor frente al deber, la ideología frente a la supervivencia o el dinero frente a la felicidad, son solo algunas de las dicotomías que los protagonistas tendrán que resolver para escapar de un incierto destino.
La muerte como gran protagonista. La sexualidad como contraposición y absoluta manifestación de la vida. La identidad como relato y como búsqueda. Las relaciones familiares como arquitectura del hombre. La dimisión social y política del ser humano como conformador de su bienestar o sufrimiento. La lucha de religiones. Todos estos temas están muy presentes a través de la enorme fuerza de los personajes de la novela. Y como marco, la ciudad de Madrid. Un Madrid que está en plena transformación. De los pisos señoriales de Pintor Rosales a las pobres barriadas de Prosperidad, del glamour del Círculo de Bellas Artes y el Casino a la efervescencia de la nueva Ciudad Universitaria, de los castizos jardines del Campo del Moro a la modernidad de la Ciudad Lineal, recién diseñada por Arturo Soria, la urbe se convierte en una protagonista más que evoluciona y se adapta, que sufre victorias y derrotas, hasta enfrentarse a su prueba más dura: el estallido de la Guerra Civil.
“A causa de la prematura muerte de mi padre, decidí investigar para poder reconstruir su infancia y su juventud, y explicar su orfandad. Mi padre echó toda la tierra que pudo sobre su pasado. Nos hablaba alguna vez de esa soledad de quienes lo han perdido todo para reconstruirse de nuevo, pero jamás mencionó a ningún familiar. Solo decía que era un huérfano de guerra. Fue criado en un pequeño orfanato de la calle López de Hoyos, regentado por unas monjas que hicieron de él un hombre con carrera y un futuro. A su muerte, yo solo sabía que ese orfanato era la obra
filantrópica de una aristócrata madrileña que vivía en el extranjero, mecenazgo que mantenía para albergar y proteger a niños de la guerra. Era una historia a la que le faltaba todo. El vacío dejado por la muerte de un padre se abría ante mis ojos y me decía a mí misma, una y otra vez: si no sé de dónde vengo no puedo saber quién soy. Y en la reconstrucción de ese pasado, nació Cuando estábamos vivos. Como si esta historia la hubiese empujado él ya sepultado para iluminar esas tinieblas en las que su hija se halló desde su muerte…», nos cuenta la autora.
Cuando estábamos vivos de Mercedes de Vega. Plaza&Janés, 2015. 528 pp., 19,90 €.
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