Julia empuja la puerta con el pie y alcanza a ver las farolas encenderse antes de cerrar. Guarda las llaves en el bolso mientras teclea en el iPad. Avanza por el pasillo y se fija en un viejo reloj de pared. Es lo único que le gusta de esa casa. Curiosamente, sus agujas marcan las tres. Resoplando, Julia entra en la habitación del fondo:
-Papá, el reloj se ha vuelto a parar.
-Hola, hija. ¿Qué tal el día?
-Mucho trabajo, como siempre. ¿Lo arreglarás?…
Sin esperar la respuesta, Julia se va a su cuarto decidida a acabar el informe.
Al día siguiente, al salir de casa, oye satisfecha un suave tictac. Oye también a su padre, pero no tiene tiempo de darle los buenos días. La puerta se cierra.
El anciano se detiene y suspira. Después, se gira hacia el reloj y lo abre. El tictac deja de oírse.
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