El ángel negro es un thriller sorprendente en torno a las «pinturas negras» de Goya. Una novela excelentemente documentada escrita por Laura Higuera y publicada por Ediciones B que combina una trama policíaca contemporánea con una trama argumental que transcurre en la Venecia del siglo XIX.
Madrid, 2016. La sala 67 del Museo del Prado despierta un lunes de mayo oliendo a sangre y a filme gore. El cuadro ‘Saturno devorando a un hijo’ aparece cosido a navajazos junto al cuerpo descuartizado del profesor Esthepan Morales en la sala de las Pinturas negras de la pinacoteca nacional. Las cámaras de seguridad no estaban grabando dicha sala durante la noche del crimen. ¿Quién se tomaría la molestia de convertir un crimen en una obra de arte?
Raimundo Cabrera, director del Museo del Prado, nervioso y preocupado por la gravedad de los hechos, facilita al inspector Bernardo Vera el teléfono de Ada Adler, una de las mayores expertas en Francisco de Goya, y una mujer atractiva, cuya belleza no deja indiferente a nadie.
«Saturno devorando a un hijo’ es una de las catorce Pinturas negras que Goya pintó en las paredes de su casa, la Quinta del Sordo, comprada por el artista en 1819. Las Pinturas negras quedaron en los muros de la Quinta, una casa de campo a orillas del Manzanares, que años después fue adquirida por el barón Émile d´Erlanger, un
banquero francés que tenía intereses inmobiliarios en España. D’Erlanger encargó que las pinturas, que se encontraban en un delicado estado de conservación y que se pintaron directamente sobre la pared seca, fueran trasladadas a lienzos. Salvador Martínez Cubells, pintor y restaurador del Museo del Prado, fue el
encargado de realizar este delicado trabajo.
El Museo del Prado guarda infinidad de secretos pero ahora, en el siglo XXI, también atesora la escena de un crimen siniestro y un mensaje escrito en clave en el reverso de una de las obras del pintor aragonés. Por este motivo, cinco hoteles han sido desalojados por cuestiones de seguridad y se han establecido controles en las calles Felipe IV, Lope de Vega y en la Plaza de la Lealtad.
Setenta y dos horas después al otro lado de Madrid, en la Ermita de San Antonio de la Florida, el párroco Santiago Fonseca descubre una cabeza de hombre con las cuencas oculares vacías sobre la tumba de Francisco de Goya.
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