Relato: ‘El hilo rojo’ de María Rosario Fúster

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De María Rosario Fúster.  www.excelencialiteraria.com

-¿Te quieres casar conmigo? -le preguntó Marcos.

La respuesta de Claudia empezó por un abrazo y acabó en un beso apasionado que expresaba todo aquello que estaba sintiendo. Esa noche no había estrellas y, sin embargo, el cielo de Santiago de Chile se iluminaba para los dos.

A sus ya casi treinta años, la consabida advertencia <<se te va a pasar el arroz>>, retumbaba en la cabeza de Claudia. Tras cinco años de noviazgo y dos de convivencia, se sentía preparada para el siguiente paso.Claudia llevaba mucho tiempo esperando aquel momento y planeándolo con ahínco. Tenía diseñado su vestido, había pensado en las flores, los centros de mesa e, incluso, había realizado un croquis de la distribución de las mesas para los invitados al banquete. Muchas habían sido también las veces que imaginó la pedida de mano, pero la realidad iba a superar su ficción…

Marcos le llevó hasta la entrada a la plaza donde se sentaban a conversar cada miércoles, le vendó los ojos, sujetó sus manos y tiró de ella para acercarle al banco en el que acostumbraban a sentarse. Y entre el ruido del tráfico y los transeúntes que pasaban por allí, gritó:

-¡Te quiero!

Se hizo el silencio entre los paseantes. La pareja atrajo todas las miradas.

Claudia sonrió, se quitó la venda y escuchó con atención la pregunta de Marcos. Entonces una línea vertical de agua se dibujó en su rostro.

Comenzaron los preparativos. Wedding  Planner, el envío de invitaciones, las pruebas del vestido, la lista de regalos, la elección de souvenirs para los invitados y un largo etcétera.

Meses después eligieron una fecha y reservaron la iglesia.

Quedaban unas semanas para el gran día y pocos detalles que ultimar.Fue entonces cuando, una noche, mientras Marcos se duchaba, sonó su teléfono móvil.Claudia, que estaba cerca, lo tomó de encima de una mesa. Vio que llamaba un número sin guardar en la agenda. Al descolgarlo, una voz femenina dijo:

-Cariño… ¿A qué hora llegas?

Claudia colgó inmediatamente.

Marcos abrió la puerta del baño, se vistió, se perfumó con uno de los regalos de Navidad de ella, le dio un beso suave en los labios y, con la excusa de una salida con sus amigos, se despidió de Claudia y se marchó.

Aquella noche Claudia no consiguió dormir. Había estado tan cerca de cumplir su sueño con la persona a la que amaba que no podía creer lo que acababa de suceder. Muchas preguntas empezaron a deambular por su cabeza: ¿qué era verdad de su noviazgo? ¿Hubo siempre terceras personas en la vida de Marcos?¿Tendría él pensado confesarle esa historia paralela que mantenía? ¿Podría ella perdonarle algún día?… Solo estaba segura de una cosa: no hallaría su felicidad junto a Marcos.

Unos meses antes un profesor de la universidad le había propuesto presentar una solicitud de beca para estudiar un máster en España. Podía pedir una excedencia de un año en la escuela donde era maestra de primaria. Todo parecía perfecto. Ampliaría sus conocimientos sobre educación, conocería la realidad del Viejo Continente y, quizás, viajar por otros países de Europa. Pero por entonces había un impedimento: Marcos: les separarían unos once mil kilómetros,doce horas de avión y cuatro de diferencia horaria.

Pero en aquel momento era justamente lo que necesitaba para alejarse de los malos y los buenos recuerdos, de las dudas y los sueños que no llegarían a cumplirse.

Un tiempo después, ya listos los trámites pertinentes, cuando se dirigía a facturar la maleta en el mostrador de la compañía aérea, escuchó una voz a su espalda:

-Claudia, no te vayas.

Parecía el final de una película romántica, cuando el protagonista se da cuenta de que no puede dejar escapar al amor de su vida.

Claudia se quedó paralizada, soltó las maletas y se cubrió los ojos con las manos. En ese instante recordó la primera cita, el viaje a Argentina,todos los aniversarios que pasaron juntos y la tarde en la que le pidió matrimonio.Pero recordó el dolor que le había producido aquella llamada, las dudas sembradas y la frase <<quien engaña una vez, lo volverá a hacer>>.El balance era negativo; debía marcharse y, sin embargo, respiró profundo, se enjugó las lágrimas entre sollozos, corrió hacia él y se refugió entre sus brazos.

Quizás terminaron viajando juntos a España, quizás todo se acabó en poco tiempo o duró toda una vida. Sea como fuere, aquella mañana en el aeropuerto Arturo Merino Benítez, Claudia y Marcos decidieron no cortar el hilo rojo que les mantenía unidos.

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