Entrevista a Andrés Ibáñez: “Somos una cultura sorda y ciega, sin corazón, llena de toneladas de información inútil”

 

El escritor Andrés Ibáñez nos sorprende con su novela Nunca preguntes su nombre a un pájaro publicada por Galaxia Gutenberg. Horst, un escritor sumido en una crisis personal y creativa, se refugia en una gran casa perdida en las montañas del norte del estado de Nueva York en la que hay una enorme biblioteca. Aquí vivió años atrás Winslow Patrick, uno de sus ídolos literarios, al que él conoció cuando era un joven estudiante…

P. Confieso que, al leer el pájaro del título, pensé en La sombra del pájaro lira. Y pensé también: este hombre es una rara avis en el panorama literario español.

R. ¡Y eso que uno pensaría que ser una rara avis podría ser algo bueno!

P. Lo es. Pero eso no te exime de ser etiquetado: dicen que escribes “novela gótica”. ¿Es una etiqueta que te cuelgas gustoso o más bien te la cuelgan?

R. Me interesan los géneros si es para jugar con ellos, para transformarlos, para mezclarlos. La verdad es que uno no puede pensar por fuera de los géneros porque uno no puede pensar por fuera de la tradición literaria: uno siempre está recibiéndola, combatiéndola, parodiándola, transformándola o intentando transformarla. Gran parte de lo que he hecho en mis libros ha sido, precisamente, mezclar géneros.

P. En la novela, que transcurre en medio de una naturaleza feraz, te muestras muy preocupado por el futuro del planeta y por la falta de referentes…

R. Toda la cultura occidental es el producto de una serie de maestros, llamémosles así, y de textos: Crítica de la razón pura, El capital, Don Quijote. Ahora no hay maestros y no hay libros. Los hay, pero ninguno pretende abrir ninguna senda. La pura noción de maestro, de sabio, de filósofo, nos resulta absurda. ¿Qué nos queda entonces?

P. Tú dirás…

R. Solo restos del pasado que ya no sirven: la religión, la fantasía capitalista, la fantasía revolucionaria… Somos quizá la primera época de la historia que no tiene nuevas ideas y que no tiene nuevos sueños. Todo lo nuevo que tenemos son máquinas y apps. Somos una cultura sorda y ciega, sin corazón, sin memoria, sin sentidos, sin esperanza, sin amor, llena de toneladas de información inútil.

P. Ya sé que los personajes no son reflejos exactos de sus creadores, pero ¿suscribes lo que dice Horst, tu protagonista, sobre el clima y la escritura? ¿Es el clima esencial para escribir y para lo que se escribe?

R. La verdad es que sí. Creo que la geografía y el clima tienen un papel curiosamente decisivo en la literatura. También en la cultura en general. Hay culturas del desierto y del bosque, de la montaña y de las islas, de la lluvia y de la sequía. Siempre se ha dicho que uno de los grandes problemas que tiene España, por ejemplo, es su clima. Nos convierte en gigantes del turismo (por el sol, el sol, el sol) pero agosta todo lo demás.

P. El texto está plagado de referencias literarias, el protagonista es un escritor averiado… ¿Qué hay de singular en la vida de un escritor? ¿Qué te lleva a reflexionar sobre el oficio?

R. Bueno, escribir es mi vida. No toda mi vida, pero sí una parte muy importante, y desde luego la que más me duele y la que más sufrimientos me causa. No creo que la vida de un escritor tenga nada de especial, es una vida humana más, como la de cualquier persona. Por eso mismo se puede escribir sobre ella.

P. Como en otras obras tuyas, desfilan teorías científicas, mitos y reflexiones socioculturales. Es verdad que la novela es una herramienta ideal para unir campos en apariencia antagónicos… 

R. Yo quería escribir una novela que fuera, sobre todo, emocionante. Las teorías científicas son parte de lo que dicen los personajes, pero a mí me interesa más lo que sienten y lo que hacen. Creo que las conversaciones de Horst y Eva son, en realidad, parte de un sutil ritual de apareamiento, en que uno y otro buscan fascinarse mutuamente.

P. En el libro lanzas una pregunta: “¿Cómo es posible saber de antemano lo que uno estaría dispuesto a hacer llegado el momento?”. Mejor que no nos pongan en la tesitura de elegir, ¿verdad?

R. Mucho mejor. A veces pienso que los que hablan de «salir de tu zona de confort» no han vivido lo suficiente. Porque salir de tu «zona de confort» puede ser muy peligroso. Nunca me imaginé que diría esto.

P. Que la última pregunta sea un anzuelo para lectores potenciales. ¿Conoces al Rey Amarillo?

R. Sí, conozco bien al Rey Amarillo. Le he visto con mis propios ojos, y he sentido verdadero espanto.

 

 

 

Redacción

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