Anfitrión
En pleno mes de julio, con el calor asfixiando las calles de Madrid, hay pocos lugares donde se esté más a gusto que en el teatro. Y entrar estos días en el de La Latina —más concretamente hasta el 8 de agosto, que es cuando se despedirá esta función—, es como entrar en una noche de verano que parece eterna. Pero, eso sí, con aire acondicionado.
El ‘Circo Olimpo’, señoras y señores, ha llegado a la capital. Pero en este peculiar espectáculo los números cambian un poquitín: los funambulistas caminan sobre mentiras, los payasos se trasmutan en otros cuerpos y los acróbatas hacen tales contorsiones que acaban formando un enredo difícil de solucionar. ¿El resultado? Una comedia de enredo que funciona. Y muy bien.
Juan Carlos Rubio es uno de esos nombres que nunca muere en las carteleras de nuestro país. Y en este ‘Anfitrión‘, con texto original de Moliére, firma la versión y la dirección. Una dirección que, durante la hora y media —larga— que dura el espectáculo, funciona como uno de los números más arriesgados y sorprendentes de circo. Todo está medido con precisión. Cada gesto, cada movimiento de los actores está milimetrado y funciona con la precisión de un reloj de cuco. Han conseguido crear una coreografía —ayudado en el movimiento escénico por Chevi Muraday— que deja embobado y que es, cuanto menos, para quitarse el sombrero.
¿Otro de los secretos de que esta comedia funcione a la perfección? El elenco, que brilla a cada momento, pone la carne en el asador a cada segundo y se deja la piel sobre el escenario (que como público dan ganas de llevarles una Coca Cola a los camerinos después de la función, para que recuperen fuerzas). Pepón Nieto, Toni Acosta, Fele Martínez, José Troncoso, Dani Muriel y María Ordóñez forman un reparto dinámico y con una potencia expresiva arrasadora.
Uno de los puntos clave para que el texto funcione en nuestra década es la vuelta que Rubio ha conseguido darle. «He introducido una serie de cambios en la historia para que ellas, al igual que ellos, sean motor y no solo acompañamiento», explica el director. Y se agradece verlo. Ver a mujeres fuertes que tienen las cosas claras, que deciden y alzan la voz.
La escenografía, de Curt Allen Wilmer, es otro de los puntos que merece matrícula de honor. Que sí, que el teatro no necesita grandes montajes ni mecanismos para conmover al espectador… Pero cómo se agradece, de vez en cuando, ver una maquinaria tan potente —y tan bien usada— en escena.
‘Anfitrión’, justo ahora, cumple un año desde que se estrenara a finales de julio del 2020 (sí, el año fatídico) en el Festival de Mérida. Pero el montaje tiene ese espíritu, ese noséqué que quéseyo, que hace sentir al espectador, aún teniendo el techo sobre sus cabezas, esa frescura de las noches de verano a campo abierto. Y no hay mejor forma de disfrutar de esas noches que en el teatro.
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