Entrevista al poeta Ernesto Alcalá: “Acostumbro a moverme en pugna entre amor y desamor, elogio y crítica, admiración y desencanto”

P, ¿Cuáles son los temas más recurrentes en tus poemas? No solo en aquellos que están en tu libro, sino también en los que aún no has publicado o incluso en aquellos que no publicarás.

R. Aludo a temas universales, a lo que añado una carga simbólica con un imaginario bastante vinculado a la naturaleza. Acostumbro a moverme en pugna entre amor y desamor, elogio y crítica, admiración y desencanto, vida y muerte. En general, intento huir del mundo de la técnica y de los objetos materiales, aunque ello no es algo irrevocable en absoluto. Y en cuanto a lo que no entra en mis cánones, simplemente no soporto la grosería.

P. ¿Cómo definirías, en pocas palabras, tu poemario ‘Geometría de lo imposible’?

R. Una búsqueda de orden ante la consternación que a veces nos azota. Existe implícitamente un elogio al acto poético que es en realidad un elogio a la propia vida.

P. ¿Desde cuándo escribes poesía?

R. Los primeros poemas los escribí en torno a los veinte años, aunque ya había escrito algunos otros de niño, con motivo de los Juegos Florales de mi ciudad. Esos poemas de juventud abrieron un camino crucial en mi vida; fueron una prolongación de mi persona, un modo de habitar el mundo en una etapa marcada por el descubrimiento del amor y el zarpazo de la muerte.

P. Eres también músico. ¿Cómo se han entrelazado estas dos pasiones en tu vida?

R. En mi caso, y creo que en general, música y poesía se llevan muy bien. De hecho, creo que el fin último de la poesía, como el de la música, es saciar el espíritu, alimentar nuestra humanidad. Como si de un bálsamo se tratase, un lenguaje utiliza las palabras y sus significados, y el otro las notas musicales y sus paisajes sonoros, pero ambas disciplinas son aguas del mismo cauce.

P. Eres de Barcelona pero vives hace tiempo en Australia. ¿Cómo impacta en tu escritura esta experiencia?

R. Independientemente de la modernidad del país, Australia ofrece un entorno natural exuberante, con un modo de vida bastante relajado, sin grandes controversias o tensiones políticas que podamos comparar con las de tantos otros lugares del mundo: lo cual es un regalo para el que busca paz y tranquilidad, como es mi caso —no olvidemos que Australia fue descubierta por los colonizadores británicos hace escasamente 250 años—. Imagino que en mi creación poética existe un componente idealista, quasi místico, que bebe directamente de esta fuente.

P. Has escrito: “No hay lugar en el que se esté mejor que en la vida de uno”. Sin embargo, vivimos bajo la tentación constante de mirar y muchas veces envidiar la vida de otros, ¿verdad?

R. Yo creo que el viaje más apasionante que existe es el que hacemos hacia el interior de uno mismo, pues ahí podemos confrontar la existencia de cabo a rabo, la nuestra, la ajena, la universal, sin molestar a nadie, Y creo que una de las máximas a las que debemos aspirar, es precisamente la de alimentar nuestra curiosidad hacia nosotros mismos, ponernos a prueba, y validar lo que traemos a este mundo en pro de una unión que, en circunstancias de normalidad, nos es propia: de ese modo, el mirar a los demás, se convierte en un “mirarse” limpiamente en los demás como si de un espejo se tratase, pues no somos tan distintos unos de otros. Sin embargo, es cierto que mucha gente se conforma, o simplemente acepta como correcto decorar la fachada, priorizar la apariencia, y exhibirse todo lo posible.

P. Por último, ¿podrías mencionarnos algunos de los o las poetas que te marcaron?

R. Entre los poetas clásicos, me quedo con el Lorca más surrealista, el romanticismo de Luis Cernuda, la gran generosidad poética de Antonio Machado; de nuestro tiempo, me gustan Rosana Acquaroni, Ioana Gruia, Isabel Bono, y a modo general, toda aquella poesía que apueste por tomar un riesgo.