Entrevista a Eduardo Vaquerizo, autor de ‘Nos mienten’

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© Arturo Villarubia

«No es mi intención explorar como serán las cosas dentro de 20 años, sino poner en evidencia como podrían llegar a ser si seguimos tragándonos las mentiras.»

 

P. «Nos mienten». Eso lo dices hoy en cualquier plaza, en cualquier bar, y pocos te llevarán la contraria…

R. Cierto, pero ya no es tanto que nos mienten sino cómo nos mienten. Nos mienten mucho, llevan mucho tiempo haciéndolo y lo que más me preocupa, están dispuestos a seguir haciéndolo si les dejamos y nos creemos sus mentiras. Las distopías, los abismos económicos, los genocidios, los totalitarismos no llegan de la noche al día. Se crían a la sombra de sistemas legítimos. Es tu vecino el que ha desaparecido, un primo, es el hermano de un amigo el que no tiene para alimentar a sus hijos. Hasta que te toca a ti y descubres la dimensión de esa mentira.

Nos mienten y no hay límite a cuánto y durante cuánto tiempo pueden hacerlo. Eso es lo que me interesaba contar en mi novela, que no están dispuestos a dejar de hacerlo y no entienden de cortapisas morales o éticas.

P. Leyendo, llegamos a la conclusión de que es una novela indignada. ¿Has escrito una distopía dictada por la realidad de hoy en día?

R. Como toda la literatura prospectiva, mi novela pretende reflexionar sobre el presente a través de su proyección en el futuro. No es mi intención explorar como serán las cosas dentro de 20 años, sino poner en evidencia como podrían llegar a ser si seguimos tragándonos las mentiras. Pongo un ejemplo: que te hagan pagar una pequeña cantidad por asistir a una consulta no es dramático per se, pero demuestra una tendencia que si se lleva hacia el futuro termina en la pérdida de la sanidad universal.

La pregunta que me interesa hacer es ¿qué sucedería cuando a tu hijo le diagnosticarán un cáncer que necesita año y medio de tratamiento y tu seguro médico solo te cubriese un año? Anticipo que la respuesta indigna y mucho.

P. ¿Por qué una mujer de protagonista?

R. Nora es una guardaespaldas licenciada en una academia policial. Criada en un barrio pobre del extrarradio, un lugar dónde la clase media ha pasado a ser baja y la baja a ínfima. Ha conseguido su objetivo de trabajar para una gran familia y escapar del barrio. Solo quiere crear una familia y vivir junto a un marido que toma el papel socialmente activo y pretende progresar en medio de un mundo que se desmorona a su alrededor.

Es buena gente, sencilla. No quiere líos, solo vivir, lo que sucede es que el mundo no se lo va a permitir.

Nora es la protagonista porque quería crear un personaje que siendo mujer, reaccionase a lo que la sucede de un modo activo. Parece que solo los hombres pueden defenderse frente a la agresión y no sufrirla pasivamente. Todos los días vemos ejemplos de mujeres que son muy capaces de luchar por sus derechos y su libertad de muchas formas. En este caso la reacción no solo es mental sino física. Nora sabe pelear y lo hace.

Era todo un desafío porque quería crear un personaje de acción de género femenino creíble y eso no es muy frecuente de encontrar salvo honrosos ejemplos como Sarah Connor y Ripley, las heroínas de acción suelen ser fotocopias mal hechas de héroes masculinos.

La verdad o no existe o es demasiado dura para asimilarla. No hay futuro, solo un presente infinito, recurrente. Por eso mismo, porque no existe, hay que luchar por un futuro ideal, posible, ilusionante, para que el presente tenga sentido.

P. La novela es en parte denuncia social, en parte pura aventura…

La denuncia social puede ser a la vez toda una aventura. Una y otra no son excluyentes. La fórmula es 100% aventura y 100% denuncia social. Eso da un 200% sí, lo sé, pero es que la novela es intensa y se pretende que se disfrute el doble.

Describes infinidad de escenas de combate, en las que los protagonistas se protegen con trajes súper sofisticados, emplean armas coordinadas con consolas que llevan en la sien, y se ven rodeados por drones y robots-araña cargados de explosivos. ¿Existe ya todo eso que cuentas?

Existen en versiones previas no tan sofisticadas, al menos que se sepa. Una vez más son proyecciones de tecnologías que están evolucionando hoy en día. Las google glass añaden una capa visual superpuesta a la visión normal. En mi novela ya no hay pantallas ni gafas. Las representaciones informáticas se ven directamente en el cerebro a través de un dispositivo que alimenta el córtex visual. Las posibilidades que añadiría algo así son exponenciales respecto a lo que tenemos hoy en día. Son cosas que están ya aquí entre nosotros llevadas al extremo.

P. Drones, coches de conducción autónoma, sistemas de monitorizado y control remoto, identidad digital, todas esas tecnologías están conformando el futuro.

R. En mi novela ese futuro tecnológico ya está aquí y se puede paladear, sufrir sus problemas y sentir como ha impactado en la sociedad.

P. Eres ingeniero… ¿podrías decir algo parecido al celebérrimo monólogo «Lágrimas en la lluvia»? ¿Has visto cosas que nosotros no creeríamos, aunque no desean exactamente atacar naves en llamas más allá de Orión y Rayos-C brillar en la oscuridad cerca de la puerta de Tannhäuser?

R. Con permiso de Roy Batty: He visto cosas que nadie creería: Madrid convertida en una fortaleza, gente muriendo de hambre frente a palacios de acero y cristal, señores feudales con traje y corbata que abusan de la vida de sus vasallos. Sangre y fuego por el futuro. Todas esas cosas se perderán, como tuits sin retuits. Es hora de leer “Nos Mienten”.

P. ¿Qué hay de verdad científica posible y qué de pura invención en la sociedad que describes?

R. La invención se construye con posibilidades plausibles. No hay otra forma de proyectar tendencias y explorarlas. Tomo hechos y tendencias que están sucediendo ya a día de hoy, los llevo veinte o treinta años más allá y con ellos imagino un escenario. Las diferencias con el presente solo son de escala. En mi novela la escala es gigantesca y por eso se ve todo mejor.

En el futuro que describo no hay nada que sea científicamente imposible. ¿Quiere decir esto que ese será el futuro real? No, no soy adivino y no lo pretendo, tan solo es uno de los futuros posibles y no el más halagüeño desde luego.

P. Gran parte de la trama discurre en situaciones que no acabamos de saber si son reales o pura invención de quienes «Nos mienten». Esa inseguridad, ese no poder creer a nuestros ojos, es algo que ya ocurre…

R. Claro. Si eres asiduo de ciertas cadenas de televisión o ciertos periódicos tu realidad es diferente de la mía, de la tuya. La información no tiene las manos blancas, está pringada hasta los codos de tendenciosidad. Nos mienten, constantemente, casi sin pensarlo, porque mentirnos es la única forma de formarnos una realidad en la que vivamos sometidos, o sobrevivamos, o tengamos ilusión y pensemos en el mañana. La verdad o no existe o es demasiado dura para asimilarla.

Acabamos de pasar un periodo electoral, este año vamos a vivir otro. Los ciudadanos hemos transitado, transitamos aún, entre rascacielos construidos con enormes mentiras, la mayor de las cuales es que existe un futuro. No hay futuro, solo un presente infinito, recurrente. Por eso mismo, porque no existe, hay que luchar por un futuro ideal, posible, ilusionante, para que el presente tenga sentido.

Creer en el futuro solo es una de las muchas mentiras.

Nos mienten pero lo peor no es eso, lo peor es que nos mentimos al aceptar las mentiras. Y solemos hacerlo, al igual que lo hace Nora, porque la verdad es una masa de filos que corta la cojas por dónde la cojas. Solo cuando no tienes más remedio, cuando la situación te obliga, como le sucede a ella en la novela, levantas la vista y dejas atrás las mentiras. Muchos carecen de valentía para enfrentar la verdad, meten la cabeza en un agujero y olvidan el mundo a su alrededor. Construyen la última mentira del hombres que se mete en el cráter de una bomba pensando que la probabilidad de que vuelva a caer allí otra es menor que en dónde no ha caído, siendo esto falso. Da igual, si la bomba te va a caer, lo hará igualmente, lucha.

En “Nos mienten” esa realidad manipulada es literal, tangible y científicamente plausible.

P. Impresiona ese Madrid en ruinas convertido en un ente llamado Confederación Empresarial de Madrid y rodeado por unas afueras que conservan sus nombres: Parla, Getafe, Alcorcón…

R. Por desgracia no es más una ligerísima transposición de la realidad de cuando escribí la novela: un ayuntamiento de Madrid enorme y dominado por políticos al servicio de corporaciones y multitud de ciudades dormitorio que constituyen casi un cinturón urbanizado que la rodea. No hay ya casi separación física entre Móstoles, Leganés, Alcorcón, y otras ciudades dormitorio, y tampoco salvo los cinturones de autopistas, entre estas y Madrid.

La geografía determina zonas de privilegio, gastos per cápita en equipamientos, barrios degradados, incluso las zonas de chabolas y los palacios. Eso a día de hoy, lo de la novela solo es el resultado de esa tendencia.

P. La resistencia está en Alcorcón. ¿Por qué elegiste esa ciudad?

R. Bueno, me críe en Alcorcón, el lugar dónde viven mis padres y mi hermana. Allí sentí durante muchos años el síndrome de la ciudad dormitorio, un lugar que no es un lugar, dónde vives y duermes pero que solo tiene sentido en referencia a la gran ciudad cercana que es dónde trabajas y te diviertes.

Las ciudades dormitorios de los setenta eran aberraciones de desarraigo, solían carecer de infraestructuras y, lo que es peor, de personalidad. Eso lo viví desde muy pequeño, cuando tenía que ir al colegio por calles embarradas porque
primero se construyeron los edificios y se dejó para después las calles, la urbanización, lo público, la atención a las personas.

Yo tenía claro entonces que dónde se vivía bien era en Madrid, porque había cines, grandes almacenes, unos parques estupendos, museos, bibliotecas. Esa sensación la he visto reproducida en algunos pasajes de la novela.

P. Describes una sociedad en la que el capitalismo se ha quitado la careta, la injusticia alcanza extremos insoportables, la tecnología está al servicio de unos pocos… ¿Es a lo que vamos?

R. No vamos, estamos ya en ello. Warren Buffet, en un alarde de sinceridad de esas que los millonarios se permiten el lujo de tener a veces, dijo que eso de que la lucha de clases había terminado no era cierto. La guerra continuaba e iban ganando ellos. Arrasan y la gran mayoría de soldados ni siquiera escuchan los disparos que les siegan la vida, las condiciones laborales, el futuro.

P. Dices que el capitalismo se ha quitado la careta. Sí, y detrás hay un rostro muy antiguo: feudalismo. El capitalismo cree en la igualdad de oportunidades. Los neoliberales dicen que también, pero es mentira porque trucan la educación, trampean con la selección de personal y crean lobbies, oligopolios y mafias de tráfico de favores más parecidas a las relaciones de poder feudales que a cualquier otra cosa.

Si eres de la élite, de la casta, de la gente bien, si juegas a los deportes correctos, vas a las fiestas correctas y eres amigo de la gente correcta, eres un privilegiado. Si no, cada vez tendrás menos derechos, se abusará de ti hasta exprimirte la última gota de sangre y lo harán sin remordimientos porque no eres de los suyos.

¿Dónde acaba ese “los suyos”? No hay límites. Una vez se crea la figura del otro que no es de los míos, o sea, humano, eres una cosa y todo está permitido.

Nos-mienten_gP. No he decidido aún si la tuya es una novela con final feliz…

R. El final de la novela propone un cambio. Un final triste hubiera sido el continuismo. Quiero pensar que una vez que uno está en el fondo, cualquier cambio es a mejor.

Estamos, como especie llegando a muchas encrucijadas. Casi ningún modelo político del siglo pasado funciona hoy en día. El mundo se ha globalizado, pero los soportes políticos de la población no lo han hecho.

Hay que explorar cambios, buscar alternativas a los sistemas de supranacionales de explotación del ser humano, a esa gran incubadora de crisis que es el mundo financiero. No hay nada garantizado, salvo que si dejas de nadar, se te lleva la corriente.

 

 

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