De Roberto Iannucci. Ganador de la XIII edición www.excelencialiteraria.com

 

Paloma llevaba un rato intentando llamar la atención de sus padres. Había probado con todo: masticar con la boca abierta, derramar el agua e incluso arrastrar la silla. Pero los únicos frutos de esos malos modales no fueron sino algunas miradas fugaces que denotaban molestia.

—Mamá…—ya solo le quedaba la súplica— Papá…

Sin embargo, sus padres seguían sin hacerle caso. Ninguno de los dos levantaba la vista de sus móviles. Ambos estaban enfrascados en conversaciones de WhatsApp o leyendo las noticias. Ella, en cambio, necesitaba contarles lo de esos chicos que la acosaban en el recreo.

Entonces se le ocurrió una idea que seguro funcionaba: cogió su plato, lleno de crema de verduras, lo elevó unos veinte centímetros de la superficie de la mesa y lo dejó caer mientras gritaba:

—¡Quiero hablar!…

La crema verde salpicó el mantel, los vasos, la jarra, el aparador, la ropa de los comensales y, lo más importante, los dichosos teléfonos móviles.

Tras unos segundos de silencio total, su madre, con una mueca de irritación, se giró hacia Paloma y le dijo:

—¿Por qué has hecho eso?

Ella se quedó sin saber qué decir o hacer. En un momento se arrepintió de su idea.

Sus padres esperaban una respuesta.

—Bueno, como no me quieres contestar, te quedas una semana sin iPad.

Entonces la chica dejó escapar todo el enfado que había contenido minutos antes.

—¡Pues, mejor! Así no seré una adicta a las pantallas como vosotros. Sin tablet prestaré atención a los demás en vez de quedarme embobada mirando un puñetero móvil!

De nuevo se trenzó un espeso silencio, como una manta gruesa de lana que cayó sobre el comedor de los Sánchez Criado. Las palabras de Paloma fueron un golpe bajo para sus progenitores. Paloma no sabía a qué atenerse; tenía miedo.

Su padre se levantó con la mandíbula apretada, se acercó a la joven y la señaló con el dedo.

—No vas a volver a faltarnos el respeto. Como vemos que lo del iPad no lo consideras un castigo, te quedas sin salir con tus amigas un mes entero. Y ahora… ¡vete a tu cuarto sin cenar!

Asustada y enojada, Paloma salió del comedor, subió las escaleras dando zapatazos, cerró de un portazo la puerta de su habitación y prorrumpió en un desgarrador llanto tras lanzarse sobre la cama.

Mientras, en la planta de abajo, Blanca observaba cómo su marido se limpiaba las manchas de crema de verduras del pijama.

—Estúpida egocéntrica—murmuraba el hombre—. Se cree que por ser hija única merece nuestra atención en todo momento.

Roberto lanucci
Roberto lanucci

Entonces sintió la fresca mano de su mujer sobre la suya.

—No, Javi, te equivocas. Esto—levantó su móvil con un brillo de desprecio en los ojos— nos está apartando de ella. Y te recuerdo que solo tenemos una. Y que debemos disfrutarla antes de que su adolescencia pase sin que nos hayamos dado cuenta.

1 pensamiento sobre “‘Cena accidentada’ de Roberto Iannucci

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