Entre dos orillas de Anabel Sáiz Ripoll. Algar Joven, 87, 2018. 184 pp., 9.95 €.

 

Entre dos orillas es una novela que pone fin al silencio en torno a la figura literaria y humana del Inca Garcilaso de la Vega. En pleno Siglo XVII, la madre abadesa del convento de Santa Clara en Córdoba se dispone a saldar las cuentas con la figura de la persona que le hizo de tío, el Inca. Catalina Benavides Castro es una mujer observadora, de carácter recio y temperamento férreo que coge la pluma para recuperar el buen nombre del conocido como Inca Garcilaso de la Vega.

En primera persona y a lo largo de 19 capítulos seguimos las andanzas de este hombre, mitad español, mitad inca, que tuvo que renunciar a la cultura de su madre para recuperar el buen nombre de su padre. Un hombre del que se sabe bien poco, pero que nos dejó un legado amplio y vastísimo y que, por supuesto, ya era hora de que se reivindicara.

Por las páginas de Entre dos orillas se filtran no solo los recuerdos de una época, sino la sociedad del S. XVI y XVII, las costumbres y usos e, incluso, las modas.

Gómez Suárez de Figueroa nació en Cuzco en 1539 y murió en Córdoba en 1616. Coincide, prácticamente, con la muerte de Cervantes con quien, la autora, lo hermana y lo relaciona. A la vez se le vincula con otros autores como el cordobés Luis de Góngora. No queda al margen la familia de don Gómez, el llamado Inca Garcilaso de la Vega, puesto que, aunque tomase órdenes menores tuvo un hijo, Diego, quien también aparece en la novela y cuya madre fue una de las criadas en casa de los tíos del Inca, a quien aquí se da el nombre de Beatriz.

Entre dos orillas está escrito en primera persona, de forma briosa y ágil. Es un libro muy bien documentado que no cae en la monotonía puesto que contextualiza muy bien los hechos históricos y literarios y humaniza a los personajes que aparecen en el relato como, por ejemplo, la madre inca, una princesa, y el padre, capitán del ejército español. El diálogo es muy importante y reproduce el habla de una época. No menos importantes son las alusiones a la cultura inca y la defensa de las diferencias entre estas y las cristianas. El libro contiene momentos reflexivos, pero tambiém hay episodios con mucha acción como cuando se describe el viaje del Inca a España o la guerra de las Alpujarras. No son infrecuentes tampoco algunas críticas sociales.

Un libro, en suma, que es un mosaico del Siglo de Oro que reivindica no solo una gran figura literaria sino que da rostro y alma a muchos de los autores que nuestros jóvenes estudiantes han de estudiar y que aquí dejan atrás las páginas empolvadas de un libro de texto y cobran vida propia.

Por otro lado, y no menos importante, la figura de la mujer es básica en el relato, así como la lucha del Inca por pertenecer a una sociedad que nunca lo aceptó del todo por ser mestizo.

En el libro, como así se indica, hay algunas licencias literarias que hacen aún más ameno el relato, que se destina a los jóvenes lectores, aunque, cualquier lector curioso puede sumergirse sin problema en sus páginas.

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