‘Tres tigres por un trigal’ por Francisco Álvarez Velasco y Josefina Junco

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Tres tigres por un trigal por Francisco Álvarez Velasco y Josefina Junco. Impronta, 2018.

Por Anabel Sáiz Ripoll.

 

Érase que se era un contador de cuentos que conocía la manera de encandilar a su público y que era capaz de jugar con las palabras, con sus sonidos, ritmos y cadencias para deleite de niños y mayores. Y este contador se llama Francisco Álvarez Velasco quien domina a la perfección todos los recursos de la poesía, oral y escrita, quien tiene alma de niño y no duda en divertirse con lo que escribe, aunque sin olvidar un poso de sentencia, de persona experimentada. Y así nos llega este álbum ilustrado titulado Tres tigres por un trigal, el cual brota de un trabalenguas, aunque lo trasciende, porque, sin olvidar los juegos de palabras, las concatenaciones, las rimas, las anáforas y otros recursos literarios, nos remonta a un tiempo en el que el paisaje formaba parte de las vidas humanas, en el que la naturaleza era una fuerza temida, amada y respetada, en el que los grandes y pequeños animales eran capaz de convivir y de adaptarse a cualquier realidad. Y ese tiempo de canciones, de juegos, de nostalgia, es el que se nos ofrece a manos llenas en el libro que estamos reseñando.

Tres son los tigres protagonistas, «Uno / y /Dos/ y /Tres». Cada uno con una personalidad, el mayor, más sabio, el mediano quizá prudente, el pequeño acaso despreocupado; los tres juntos, escondidos, agazapados, juguetones, jugando a las adivinanzas:

«En las amapolas

se esconde la monja,

con enaguas blancas;

el fraile se oculta

con sotana roja,

y un chichiribaile

con faldones rosa».

Y jugando con las amapolas, cambia el tiempo, cambia el paisaje y otros animales se asoman, un grillo, una ranita, un insecto palo…

Llega la noche y los tigres se transforman en gatos pacíficos que rodean la cuna del niño, porque no otro es el sueño del niño, lleno de imaginación, en donde todo es posible y en donde se mezcla realidad y fantasía.

Enlaza el poeta unos versos con otros, en perfecta armonía, haciendo que las palabras tengan vida propia, luz, casi tacto y vista. Es una fiesta para los sentidos leer, por ejemplo, cuando llega el día y todos se retiran, qué hay a los pies de la cuna, los mejores tesoros, porque brotan del alma:

«…y hasta había papas

con mitra de oro,

y mano coral,

y almendra de fuego,

perlas y esmeraldas

llenas de luz verde,

grandes amatistas

traídas de Zambia,

ámbar, malaquitas,

y jades de China,

de Japón topacios

azules, zafiros,

ágatas, turquesas

como de princesas,

rojas espinelas…»

Cuando aparece el frío, los tigres cambian su naturaleza y se vuelven mansos, pero no dejan de soñar con la primavera y con sus amapolas y con su libertad.

El verso de Francisco Álvarez, de arte mayor, a menudo hexasílabo, entronca con el modernismo más jugoso de Rubén Darío y se acerca a la princesa triste que con gusto jugaría con estos tres tigres que acaso dejen de estar tristes a su lado, como cuando rodean al niño en la cuna. Solo cerca de la inocencia, dejan de existir los peligros.

La historia está ilustrada por josefina Junco, con unas imágenes llenas de color, sugerentes, que envuelven los versos y permiten que los disfrutemos de una manera global y plena. ¡Qué experiencia para el lector verse entre un trigal, rodeado de amapolas…y también de tigres!

Tres tigres por un trigal es un libro para leer en voz alta, para ser gustado, escuchado y disfrutado en compañía. Ahora bien, si se lee en silencio, de manera concentrada, quizá el lector avezado encuentre ese poso de nostalgia de la niñez, de recuerdo, de tributo al pasado que Francisco Álvarez, como ya hemos advertido, no olvida.

Sea como sea, disfruten de la lectura y de las imágenes.

 

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