Entrevista a Juan Laborda: «Cada individuo es capaz de lo mejor y de lo peor»
«Sin negar los evidentes logros sociales que se han producido con el paso del tiempo, las estructuras que hemos ido creando son movibles, quebradizas y endebles como el mismo ser humano. Son tan mutables como el viento, las emociones o la propia vida. Los ideales, como el neón, resisten mal el paso del tiempo».
Por Benito Garrido.
Juan Laborda Barceló (Madrid, 1978) es un escritor concienzudo que sabe combinar a la perfección la inventiva del buen contador de historias con sus dos grandes aficiones, el cine y la Historia con mayúsculas. En La fragilidad del neón hace el retrato de un momento que difícilmente volverá a repetirse: el París de los exiliados españoles a principios de los sesenta, una época de grandes luchas, ideales y compromisos durante la cual tuvieron lugar los atentados contra De Gaulle, las actuaciones golpistas de Generales como Salan contra la V República francesa, las acciones terroristas de la O.A.S., así como del F.L.N. en París, la Guerra de la Independencia Argelina, el juicio en Jerusalén contra el antiguo nazi Adolf Eichmann o la represión policial en la llamada Batalla de París del 17 de octubre de 1961. La derrota, los ideales y la traición son los tres ejes sobre los que gira una minuciosa trama de intrigas que envuelve a personajes ficticios e históricos de una época convulsa.
En el París de 1961 Ramón Sandoval, un solitario exiliado español que se gana la vida como chófer de lujo, recibe el encargo de atender durante su viaje a la decadente estrella norteamericana Linda Darnell. El encargo, aparentemente tranquilo, se empieza a complicar cuando el inspector de policía Maurice Papon le empuja a ejercer también de guardaespaldas de la cantante ante un inminente ataque terrorista por parte de elementos argelinos. Ello le llevará a rememorar una época de su vida que ha tratado de superar sin mucho éxito. Su hermano Manuel, con quien tuvo una pelea años antes, está luchando en Argelia a favor de su independencia junto a los guerrilleros. Éste escribe a Ramón periódicamente y sus cartas suponen el desahogo del guerrero harto de soportar penurias para que quizá, no le sea reconocido. Claire, acompañante y amiga de Linda Darnell, supondrá para Ramón Sandoval una tabla de salvación, quizá la única capaz de salvarle de su propia vida.
P. La vida, las ideas, los gobiernos, las democracias… Tal y como dejas entrever en tu novela, ¿son realmente tan frágiles como el neón?
R. Las ideologías, cuando surgen con la fuerza del fanatismo, acaban siendo tremendamente dañinas para sus hijos más fieles. Podemos decir que los grandes movimientos del siglo XX han sido muy cainitas con sus seguidores más leales.
El espejismo de los movimientos autoritarios, las repúblicas libertarias o el sueño democrático, tan de moda actualmente, no son más que convenciones para tranquilizar nuestra conciencia. Sin negar los evidentes logros sociales que se han producido con el paso del tiempo, las estructuras que hemos ido creando son movibles, quebradizas y endebles como el mismo ser humano. Son tan mutables como el viento, las emociones o la propia vida. Los ideales, como el neón, resisten mal el paso del tiempo.
P. Los protagonistas, Ramón y Manuel, son dos hombres que, cada uno a su manera, luchan o han luchado por unos ideales que se antojan vanos. ¿Sentías añoranza de una forma de pensar y vivir que hoy parecen no tener cabida?
R. Al igual que hemos hablado del carácter destructivo de las ideologías mal entendidas, considero que, hoy en día, estamos de vuelta de todo. Esta es la época de la nada existencial, en la que nos apasionamos con los adelantos tecnológicos, pero no hay cabida para grandes ideales. Efectivamente, sentía melancolía de una época pasada, de lucha, incómoda, dura, en la que había que construir un futuro mejor, de un período donde la supervivencia era una forma de entender la vida. Los años sesenta eran especialmente acertados para mostrar esta idea. Había una verdadera ebullición de movimientos intelectuales y políticos que he tratado de recoger en mi novela.
P. La guerra de Argelia supone para Manuel el escenario perfecto donde luchar por la libertad tan ausente en su país. Sin embargo, las guerras también terminan sacando lo peor del ser humano…
R, Desde luego, una de las cosas que quería mostrar al hablar de la contienda argelina era el absurdo de la guerra. La pérdida de humanidad que se produce en ese período de violencia y destrucción permitida es algo aterrador. El hombre se aferra a la necesidad de defender una posición política y piensa que por ello es lícito matar, pero ese acto es una verdadera traición a uno mismo.
Me interesaba mostrar esa contradicción y las brutalidades que se cometieron en aras de un ideal mayor. Además, las banderas pueden teñirse según convenga. Los contendientes acaban, si son inquietos y críticos, cuestionándose las verdaderas motivaciones de unos y de otros en la lucha.
P. El escenario histórico y geográfico es muy importante en tu novela, ¿por qué ese precisamente? ¿Tenías quizá una deuda pendiente con tu carrera profesional?
R. Lo cierto es que siempre he sentido una gran querencia por el espacio del norte de África. Desde el punto de vista histórico lo estudié bastante. No en vano realicé mi tesis doctoral sobre las campañas de la Monarquía Hispánica en aquella zona en la segunda mitad del siglo XVI.
En la novela, el desierto argelino me permitía un buen contrapunto narrativo frente a la cosmopolita ciudad de la luz. Entre París y Argelia hay un recorrido vital y emotivo que no quería dejar de señalar. Es, también, una metáfora de los años en los que está ambientada la novela. En plena descolonización surgían nuevos países, como lo acabará haciendo Argelia en 1962. Ese movimiento de las nuevas naciones sufría la resistencia de los territorios colonizadores que se negaban a permitir su independencia. En el caso de Francia, la cuestión argelina fue especialmente dura, pues supuso una división social en el país.
P. Dibujas con trazos de thriller político una historia que evidencia la desilusión del ser humano ante los ideales frustrados, el desengaño, el desamor e incluso el paso del tiempo…
R, En literatura me interesa sobre todo el fracaso. Soy de los que cree que el desencanto, la melancolía y las grandes desilusiones son temas que encajan muy bien en las novelas. Las obras sobre triunfadores no me dan tanto juego, puesto que el ser humano muestra su verdadera naturaleza durante esos momentos de tensión, de cambio o de dificultad. Un período de duda o de desengaño puede decirnos más de nosotros mismos que uno de éxitos.
El paso del tiempo y los grandes períodos históricos son otra de esas constantes en lo que escribo. La historia, entendida como los acontecimientos más humanos y emocionales que marcaron el pasado, es un motor, un referente y una inspiración para mí.
P. ¿Por qué Linda Darnell como actriz protagonista y no otra?
Monetta Eloyse Darnell fue una gran estrella de Hollywood. Trabajó con directores como Ford o Preminger y logró abrirse un hueco importante desde muy joven en la meca del cine, pero a la altura de 1961 se encontraba en un momento de decadencia considerable. Las modas del cine obligan a buscar constantemente caras nuevas, no hay espacio para todos y por eso Linda Darnell se verá abocada a trabajar en producciones menores, en el teatro (lugar de los caídos de la fama) o en actuaciones musicales de segunda, pero aún así se resistirá a abandonar ese estrellato que tanto le ha costado.
Es una imagen muy clara de la nostalgia de un tiempo que ya no volverá. Es el mismo concepto que quería representar con los ideales: El brillo de su pasado como gran actriz aún perdura, pero ella ya está en decadencia. Una situación que, como es lógico, se niega a aceptar.
P. Maurice Papon representa la inmoralidad y corrupción de los poderosos. Tú que eres historiador, ¿siempre ha sido así?
R, Desafortunadamente me temo que sí. Me gusta decirle a mis alumnos de Bachillerato que, aunque en la historia ha habido grandes movimientos políticos de diversa índole (unos más nobles que otros), los grandes motores de la humanidad han sido el amor, el poder, el sexo y el dinero, aunque no está muy claro el orden de estos factores.
Cada individuo es capaz de lo mejor y de lo peor, de conseguir las más altas cotas de sensibilidad artística y de actuar por intereses bastardos. Ese carácter básicamente contradictorio es el que nos hace humanos. La contradicción propia de cada individuo es otra de las cosas que quería mostrar.
P. ¿El pasado es algo de lo que no podemos desprendernos? ¿Estamos entonces condenados a repetir los mismos errores?
Aquello de conocer el pasado para evitar que se repitan los mismos errores es algo que gusta mucho decir, pero que no sé hasta qué punto se refleja en la realidad. Los problemas históricos nunca son los mismos, cambian en cada coyuntura, se visten de motivos nuevos y matices distintos, aunque la esencia sea la misma. Por ello volvemos a caer, una y otra vez, en los mismos asuntos. Huir del pasado individual es posible, apartarte de tus propios fantasmas es necesario para crecer. A nivel colectivo creo que es bastante más complejo de tratar, pues nos transformamos en esa masa informe que nos hace poco hábiles para decidir los mejores caminos.
P. Personajes de ficción se codean con personajes reales. ¿Dónde te marcas a la hora de escribir la línea que separe realidad de ficción?
R. Me gusta pensar que con los personajes nunca traiciono la esencia de la época que quiero plasmar. Creo que el límite a la hora de introducir personajes ficticios frente a los reales es su verosimilitud. Si resultan no sólo creíbles, sino adecuados y mantienen el espíritu del momento, son una buena elección. Para construir un personaje ficticio, además de su biografía, hay que preparar adecuadamente una buena documentación de la época, de modo que todo encaje.
P. La precisión cinematográfica y visual se aprecia en tu escritura. ¿Influencia quizá de tu amor por el séptimo arte?
Sí, desde luego. Creo que las formas de narrar literarias y cinematográficas no están tan alejadas como se ha planteado siempre. De hecho, la manera de contar historias de toda una nueva generación de escritores es tremendamente visual y cinematográfica.
Del mismo modo, opino que los temas y los modos del celuloide tienen cabida en la literatura. Es una línea de creación que estoy dispuesto a desarrollar y que he venido planteando en mis obras anteriores.
P. ¿Para cuando una adaptación al cine de tu novela? ¿Te atreverías a hacer el guión?
R. Ese es el sueño de todo autor, que aquellas ideas que ha creado en su mente y ha plasmado negro sobre blanco, sean convertidas en imágenes en movimiento. Ojalá se produjese ese milagro. Imagino que ver tus historias transformadas en una ficción cinematográfica, con los ajustes y desajustes necesarios, debe ser tremendamente satisfactorio.
El guión es algo más escueto, directo y factual, tiene menos de literario (o nada) y es otra fórmula narrativa que tendría que aprender. Creo que la mejor manera es que un guionista profesional trabaje mano a mano con el autor de la obra.
P. ¿Andas ya embarcado en nuevos proyectos narrativos?
R. Sabes que siempre tenemos algo en las alforjas. Hay un par de proyectos en marcha, muy “cinéfagos” ambos, aunque se encuentran en diferentes grados de desarrollo. Hasta aquí puedo leer…
La fragilidad del neón de Juan Laborda Barceló. AlRevés Editorial. Rústica con solapas, 240 pp., 18,00 €.
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