‘¿Qué es el hombre?’ de Lourdes Zurita
de Lourdes Zurita / Ganadora IX edición www.excelencialiteraria.com
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Rompo en suspiros ante la incertidumbre, cuando pregunto a mi propio pensar qué es el hombre, pues no me lo aclara el diccionario ni la propia historia del ser humano tratando de entender qué somos.
Definir al hombre es definir algo que se encuentra en continuo cambio: lo que crea, destruye y crea de nuevo.
Evolución podría ser un buen sinónimo; y antónimo, quizá, a partes iguales. Dos pasos hacia delante y medio hacia atrás. Así funciona y así reacciona a su vez: las ideas se preparan para el despegue y vuelan alto, siempre alto, buscando rescatar lo que se quedó en el subsuelo. Lo cierto es que no soy muy dado a viajar en avión, pero reconozco que desde cierta altura las cosas se ven más claras, tal vez por la distancia, y la solución más nítida.
El hombre sueña volar como los pájaros. Porque somos sueño, ilusión, ideas disfrazadas de balas que se proyectan al futuro. ¡Qué fácil apretar un gatillo con un simple movimiento! ¡Y qué caro es el castigo! Dame un hombre muerto y te daré cien años de hastío; salva una vida y…
El objeto universal del hombre es la felicidad, el tesoro que aguarda al que consigue descifrar el complejo acertijo de la existencia. Yo intento descifrar el mío, pero siempre tropiezo con bifurcaciones. Mi camino se interrumpe allí donde el mapa ha sido robado.
Nos gusta tanto robar… Somos ladrones de minutos a quien sabe guiarnos, ladrones de corazones cuando el nuestro palpita veloz bajo el pecho. ¿Se tratará del amor? No quiero ceñirme al romanticismo, a la atracción por esos ojos que nos vuelven locos, porque hay tantas clases de amor como hombres en el mundo.
¿Qué sería del hombre sin un poco de locura? Junto a una pizca de acción y adrenalina, la locura nos conquista, hasta que nos apacigua la música, cualquier música en la que nos reconozcamos.
Una vez oí que somos aquello en lo que reflejamos. ¿Es el hombre música, pues? Somos un cuadro a medio terminar, tres bellos versos de un trágico poeta. Somos arte moderno de colores vivos y gruesas pinceladas. Somos innovación.
El verbo innovar se casó hace mucho tiempo con la inteligencia. Por eso el hombre es conocimiento y desconocimiento, ya que sabe de todo y no sabe de nada. Sabio e ignorante a la vez.
El hombre es carne de cañón para la aventura del descubrir. El hombre puede ser éxito. En unos segundos pasa del cero al infinito sin seguir ninguna lógica numérica en el ascenso. Por eso somos un sistema caótico, pues se nos eriza la piel cuando el viento nos acaricia la nuca.
Somos sensibilidad: gusto, tacto, vista, oído y olfato. Sensibilidad e interacción o comunicación, como quieran llamarlo: pongamos lápiz y papel ante un introvertido y sorprendámonos, porque todo lo que hay bajo sus sienes está presto a fluir.
El hombre tiene la necesidad de mostrar que está vivo, sintiendo el girar de la Tierra bajo sus pies, física y pensamiento en mitad del Universo.
A fin de cuentas el hombre se resume en que es algo maravilloso. Y ese algo tan solo representa un significado incompleto que no dejará de engrandecerse en el transcurso del resto de nuestros siglos.