12 Preguntas TOP: Miguel Aranguren
«Nos estamos acostumbrando a decirnos las cosas a través de una pantalla. O apostamos por el contacto, por el calor de la amistad… o acabaremos como fruta confitada, cada cual dentro de un frasco cocido al baño maría».
Por Carmen F. Etreros.
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Esta semana contesta nuestras 12 preguntas TOP el escritor Miguel Aranguren (1970), uno de los novelistas que ha publicado a más temprana edad ya que su primer libro salió a la venta cuando acababa de cumplir diecinueve años. Además también es uno de los articulistas más incipientes ya que firmó su primera columna de opinión en El Mundo, a los veintitrés años.
Autor de la exitosa novela histórica La hija del ministro (La Esfera de los Libros), ha escrito también La sangre del pelícano, Los guardianes del agua, Monzón sobre Bombay, Desde un tren africano, Aquel verano, La sombra del cóndor, Cuando el otoño se levanta, Hijos del paraíso y El mirador del valle. Su última novela es El arca de la isla (La Esfera de los Libros) una interesante intriga que se desarrolla en una isla en mitad del océano.
Ha trabajado durante 12 años como responsable de comunicación de la Fundación CODESPA (presidida por el Príncipe de Asturias), que realiza sus programas en los países más pobres del planeta. Además, en el curso 2004-05 puso en marcha Excelencia Literaria (www.excelencialiteraria.com) una iniciativa para encontrar escritores entre los jóvenes españoles. Como artículista ha firmado diversas columnas de opinión para el Grupo Intereconomía, la revista TELVA, ¡HOLA!, Diva, Selecciones Reader’s a los que se suman El Observador (México) y la revista Empresa (Argentina).
1. De niño/a querías ser …
Creo que sigo siendo niño, a pesar de estos cuarenta y cuatro años. De hecho, si no fuera un niño fantasioso creo que no podría ser novelista ni dedicar el tiempo libre a pintar y tallar madera. Además, en esta infancia que no quiero matar, aún me hormiguea el deseo de ser muchas cosas. Por ejemplo, como Manuel Machado, quisiera ser picador. Y cuando recuerdo mis viajes a países pobres, quisiera ser misionero. Y cuando, tantas veces, se hacen presentes los meses de vacaciones, quisiera tener unas cuantas vacas en alguna zona verde del norte de España. Ser niño alimenta mi anhelo de quedarme para siempre en aquellos lugares y en aquel tiempo en el que más intensamente he amado la vida, junto a aquellas personas a las que quiero y he querido tanto. Tengo un hermano filósofo –mucho más inteligente que yo- que suele repetir que, como nuestra existencia es tan breve y limitada, se guarda un largo listado de cosas para vivirlas en el Cielo. Y me encanta su idea.
En todo caso, recuerdo que en mi auténtica niñez quise ser payaso (clown), aventurero, misionero, dibujante de tebeos, torero y -un poco más crecidito- escritor.
Por obligación, pues me siento impelido a que los dones que he recibido den fruto.
Por devoción, pues al escribir no sólo me divierto sino que también sufro, amo, viajo, mato…, me escondo en mis personajes de papel.
Por servicio, pues los artistas tenemos la misión de hacer el mundo más bello, mejor.
Y porque considero que es de las pocas cosas que hago medio bien.
3. Escribir, ¿para quién?
Yo, como las folclóricas: para mi público, al que tanto le debo. Un escritor debe tener siempre presente al lector, pues sino se quedaría en un monologuista de la palabra impresa, en un buscador de su propio sentido, de sus propias penas, de sus melancolías (sólo cuando se escribe hacia afuera descubres el gozo de lanzar historias que fulguran).
Cuando me enfrento a un texto narrativo le doy vueltas, constantemente, a quiénes serán los lectores –siempre nuevos, a cada novela más numerosos- a los que mis páginas deberían subyugar.
4. Una manía para comenzar a escribir.
Más que una manía, una superación: no es fácil dejar entrar al yo creativo. Mucha gente desconoce la pereza del narrador, una especie de miedo consentido que nos tienta a demorar la continuación del texto. ¿La razón? Que al escribir estamos obligados a viajar a otra dimensión, un mundo paralelo creado por nuestro ingenio. Escribir es arrogarse el papel de un dios que maneja ese mundo. Y el viaje a otra dimensión siempre causa un poco de dolor.
5. ¿Cuál es “tu novela de cabecera”?
Ahora mismo, los cuentos completos de Roal Dahl: ingeniosos, divertidos, fascinantes. Suspiro porque no sabemos vivir como esa sociedad británica que mantenía un equilibrio entre la elegancia y cierta hipocresía.
No me gusta releer, salvo Platero y yo, encuentro anual imprescindible, y los títulos de Miguel Delibes.
6. ¿Qué libro no has leído ni piensas leer nunca?
¿Por dónde empiezo?… Detesto la literatura comercial, las imposiciones editoriales, casi todos los premios y, sobre todo, el intrusismo de los personajes televisivos que buscan quien les escriba cualquier panfleto en el que queden bien, incluso un recetario de cocina. ¡La de lectores que nos roban!
7. ¿Lees las críticas o pasas olímpicamente?
Las leo. Alimentan mi vanidad, incluso cuando me pegan escobazos. De todos modos, hay muchos críticos que se parecen a los tiralíneas que escriben en los catálogos de las exposiciones de arte contemporáneo. ¿Os habéis molestado en curiosear las sandeces con las que elogian al artista?… Y hay críticos que no sólo me han enseñado a bien leer, sino que han sido fundamentales para que mi literatura mejore, se consolide, avance… Frente a ellos me siento en deuda.
8. ¿De qué acontecimiento histórico no escribirías nunca?
Por desgracia, la brevedad de la vida (aunque lleguemos a los 100 años) nos obliga a seleccionar y seleccionar, dejando atrás una baraja casi infinita de posibilidades. En una de las respuestas hablaba de la elegancia y la hipocresía. Considero que esos son los momentos históricos que merecen una novela. En la actualidad sufrimos una epidemia de mal gusto y de eclecticismo que no acaba de seducirme.
9. ¿Qué es lo más bonito que te ha dicho un lector?
Me emociona el contacto entre el lector y el autor, que hoy es inmediato gracias a las nuevas tecnologías. Eso nos permite un trato fluido impensable en otras épocas. Y lo más bonito… aquella mujer que acababa de quedarse viuda. Me hizo una confidencia preciosa: el último libro que se leyó su marido fue una de mis novelas, que por su temática le ayudó a bien morir.
10. Confiesas que tú también lees blogs…
Lo siento; apenas los leo. No dispongo de mucho tiempo –aunque niño crecidito, tengo mujer y cuatro hijos-. Por otro lado, también en los blogs hay intrusismo cuando en ellos se pretende cierto marchamo literario. Y dada la inmediatez del medio, en muchísimas ocasiones se escriben sandeces.
Sí, en su justa medida. Nos estamos acostumbrando a decirnos las cosas a través de una pantalla. O apostamos por el contacto, por el calor de la amistad… o acabaremos como fruta confitada, cada cual dentro de un frasco cocido al baño maría.
Además, ¿a cuántos lectores ha matado el ordenador?… Hay un cementerio sin horizontes repleto de ellos: están sentados sobre las lápidas, toqueteando con frenesí una pantalla.
Dicho lo dicho…, me atrevo a mostrar mi página web www.miguelaranguen.com, con el deseo de que sean muchos los que resuciten.
12. Si no fueras escritor, ¿qué te hubiese gustado ser?
Tantas cosas… Puede que por esa frustración también sea escritor: al menos me permito el lujo de vivir un sinfín de personalidades y oficios, línea a línea.
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