Relato: ‘Tormenta y parchís’ de Marta Osuna
De Marta Osuna/ Ganadora de la IX edición de Excelencia Literaria www.excelencialiteraria.com.
Ángela se acomodó en el sillón y sacó el móvil.
<<Cincuenta notificaciones de whatsapp…>>. Suspiró mientras lo desbloqueaba.
Se dispuso a contestar a cada uno de los grupos y personas.
-¡Menudo tiempo! -comentó su padre entrando en el salón. Saludó a su mujer y sus tres hijos.
Como respuesta, un trueno sorprendió a la familia.
Ángela chasqueó la lengua. El wasap se había bloqueado. Apagó y encendió el móvil, volvió a entrar en la aplicación. Listo.
Luis, el mediano de la familia, cambiaba de canal de televisión pausadamente. No encontraba un programa interesante.
-Buf, menuda tormenta -señaló la madre, escrudiñando el paisaje gris y oscuro.
La pequeña Luz, de once años, se acercó a sus hermanos con una sonrisa.
-Angi, Luis, ¿por qué no jugamos a algo? -les pidió sin dejar de sonreír. Luz se había cansado de que la ignoraran a cuenta del móvil y el televisor.
Ambos le dieron una negativa. Entonces, el estruendo producido por un nuevo trueno hizo que la electricidad dejara de funcionar.
-Adiós, televisión, amor mío -bromeó Luis mientras ayudaba a sus padres a traer unas velas que iluminaran la estancia.
Luis se unió a Luz en su intento de jugar los tres hermanos juntos. Ángela tardó unos minutos hasta que, por fin, soltando una maldición, renegó del wasap que a cada momento se detenía.
-Está bien… ¿A qué jugamos? –. Se cruzó de brazos.
Los tres hermanos se miraron pensativos. Todo lo que se les ocurría estaba relacionado con algún aparato electrónico, pero sin electricidad…
-Hay un parchís en el cajón de la entrada -sugirió la madre.
-¿Parchís?… Eso está pasado de moda –se burló Ángela mirando de reojo a sus hermanos.
Pero Luis se levantó del sillón y salió de la habitación. Volvió al poco, con el tablero y las fichas. Ángela puso los ojos en blanco.
-¿Qué?…- se excusó él-. Es esto o no hacer nada. Y me aburre no hacer nada.
-Vamos, Ángela… Que Luis diga algo así es un milagro. Aprovechémoslo -dijo Luz, que le quitó el parchís y lo colocó sobre la mesa.
Se miraron. No sabían por dónde empezar.
-¡Me pido el rojo! -gritó súbitamente Ángela.
-¡Azul!
– ¡Pues yo, amarillo!
Comenzaron la partida.
Disfrutaron con las trampas fallidas de Luis, la mala suerte de Luz y los tres seises seguidos de Ángela. En el tiempo que duró el juego, la tormenta dejó a su paso una fresca tarde iluminada por los últimos rayos del sol.
– ¡Gané! –gritó la mayor, colocando la última de sus fichas en la meta-. ¿Qué os ha parecido?
– Hermanita, tu suerte no es normal -refunfuñó Luis, dejando escapar una media sonrisa.
Entonces la bombilla del techo parpadeó. La luz y el televisor volvieron a funcionar.
Luis ladeó la cabeza hacia sus fichas azules.
-Yo quiero una revancha -bromeó el mediano con un brillo de diversión en sus ojos.
-Y yo -asintió Luz.
Ángela encendió disimuladamente el móvil: cien whatsapps. Entonces le dio la vuelta y apartó de la mesa.
-¡Os vais a enterar! -dijo mientras colocaba sus fichas.