Entrevista a Josa Fructuoso, autora de ‘Perros de verano’

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Perros-de-verano_alta«¿Por qué el personaje o la historia de
una mujer que se descubre lesbiana ha de
ser menos universal que, por ejemplo,
Madame Bovary?»

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Esta semana charlamos con Josa Fructuoso, autora de Perros de verano, novela ganadora del IX Premio Fundación Arena de Narrativa LGBTO que acaba de publicar la editorial Egales. Josa Fructuoso es licenciada en Filosofía por la Universidad Complutense y profesora de Filosofía. Ha vivido en Barcelona, Madrid y París. Actualmente reside en Murcia, su ciudad natal. Ha participado activamente en la vida política de su ciudad en cuyo Ayuntamiento ha sido concejala del grupo socialista en la legislatura 1999-2003. Coordinó la revista de Artes, Letras y Pensamiento Postdata, desde el año 1998 hasta 2004.

En la novela se nos cuenta la historia de Marina, una mujer joven, inteligente y despierta. Pero sobre todo es una mujer distinta. Procede de una familia «roja» de Murcia, y fue educada para no tener dios ni amo, para no creer en ninguna moral que no sea la que ayuda a vivir, a dudar, a viajar y ser feliz, a amar a quien se elija. Cuando arrecian tiempos duros para la libertad —la trama se desarrolla durante la dictadura franquista—, los seres valientes han de sobrevivir al silencio, a la paz impuesta por los vencedores, y hallar el lugar de la propia experiencia, del vivir libre y auténtico.

Con un estilo valiente, capaz de evocar personajes inolvidables y retratar magníficamente una época, la autora traza con mano segura esta historia femenina que se desarrolla entre la «España negra» de los últimos años del franquismo, y los escenarios de la libertad política y personal en Francia.

P. ¿Qué hay de ti en la Marina que protagoniza tu historia?

R. No he pretendido reflejarme en Marina, que es sólo un personaje de ficción. No obstante, tanto a Marina como a Lena y a otros personajes les presto experiencias que yo he vivido, no necesariamente en primera persona. Quiero dejar claro que se trata de una novela, y no de una autobiografía, aunque el contexto histórico y geográfico puedan dar esa impresión. Se trataría, en todo caso, de una falsa autobiografía.

P. Nos llevas a París desde una España que miraba a Francia como a un paraíso de libertad… ¿Era así?

R. Mayo del 68 causó un fuerte impacto en el mundo universitario de aquellos años. Fue más fuente de inspiración, una inyección de energía, que un modelo a seguir porque éramos conscientes de que en las condiciones reales de la dictadura era imposible ni siquiera soñar con un movimiento de ese calado. Por otra parte, en el imaginario de la época Francia era ese lugar ideal en el que había ocurrido una revolución que había instalado la proclama de “libertad, igualdad, fraternidad”. Francia nos parecía entonces, hoy ya no tanto, una tierra de acogida para los exiliados del mundo.

P. Tú viviste en Francia, ¿cómo fue tu experiencia?

R. Yo llegué a París a pasar las vacaciones de verano, un mes o dos como mucho, y ese mes o esos dos meses se convirtieron en casi un año. Pasado el periodo vacacional me sentí incapaz de volver a la miseria que entonces era la vida en España. Me había educado, en el seno de una familia republicana, en la cultura de la libertad, por lo que en mi casa me sentía libre. Paradójicamente, era libre cuando estaba encerrada entre las cuatro paredes de mi casa y, sin embargo, cuando salía al exterior, esa libertad se contraía y me sentía como si estuviera encerrada en una prisión. En París seguía siendo libre por dentro pero, además, podía ser y era libre por fuera. Por ese motivo París fue para mí una experiencia de armonía y de coherencia personal. Esa sensación de libertad que viví por primera vez en París afianzó mi rebeldía contra cualquier tipo de opresión.

P. En estos tiempos que corren no parece mala idea hacer un viaje al pasado como el que propones. ¿Era tu intención al empezar la escritura?

R. No siempre se tiene un propósito claro cuando se empieza a escribir. Sí tenía claras dos cosas, que quería dibujar un itinerario de búsqueda de la libertad y que debía dejar constancia del obstáculo que los prejuicios ofrecen en ese viaje. El viaje de búsqueda de la libertad había de partir de una situación de carencia de la misma y el mejor marco era el que yo misma había conocido, el de la dictadura de Franco. Creo, por otra parte, que, efectivamente, en los tiempos que corren o mejor dicho, que han corrido desde la muerte de Franco y el tránsito a esta democracia que hoy nos defrauda, es conveniente, al menos desde la literatura, ofrecer resistencia al olvido. Los políticos que hicieron la transición firmaron, con la Ley de Amnistía, un pacto de impunidad y de olvido. Se nos hizo creer que la dictadura pertenecía a un pasado sin conexión con el presente y que mirar a la dictadura, hablar de la dictadura eran gestos démodés. Hoy parece evidente que ese pasado no está tan lejano y que Franco, como nos advirtió, lo dejó todo “atado y bien atado”.

«Tendríamos que ver con más naturalidad el personaje de la lesbiana. Una lesbiana, como diría el judío Shylock del Mercader de Venecia, siente como los demás; si le pinchan, sangra; si le hacen cosquillas, ríe; si la envenenan, muere…».

P. Tu protagonista es una lesbiana que aprende a conocerse. ¿Siguen siendo necesarios estos personajes, estas historias?

R. Esos personajes existen y son tan necesarios como el de la señora a la que abandona su marido o el de la que le abandona a él. Tendríamos que ver con más naturalidad el personaje de la lesbiana. Una lesbiana, como diría el judío Shylock del Mercader de Venecia, siente como los demás; si le pinchan, sangra; si le hacen cosquillas, ríe; si la envenenan, muere…

¿Por qué el personaje o la historia de una mujer que se descubre lesbiana ha de ser menos universal que, por ejemplo, Madame Bovary? ¿Será por prejuicios? No deberíamos seguir confundiendo mayoría con universalidad.

P. ¿Cómo has llegado a la literatura?

R. No he llegado, he vivido desde niña en la pasión por los libros, en la literatura. Leer ha sido y es mi actividad favorita. En cuanto a la escritura, siempre he escrito, pero me he volcado más en el artículo y en el ensayo. En el terreno de la ficción he escrito mucho y he desechado todo, incluso habría desechado Perros de verano si no hubiera sido por otras personas que me han animado a sacarla del ordenador.

P. ¿Confías en que ganar un premio te ayude?

R. Nunca había pensado en ganar un premio. Un premio es a la vez un reconocimiento a lo hecho y un estímulo para seguir haciendo. Por supuesto que seguiré escribiendo, lo habría hecho aún sin el premio. La diferencia es que ahora no sólo visualizo la publicación como una posibilidad, sino que incluso me lo planteo como algo que debo hacer.

P. ¿Te animas a expresar un deseo?

R. Los deseos no se cumplen. O sí. Podemos esforzarnos, pero la realización no está asegurada con el esfuerzo. En cualquier caso, mis deseos no están relacionados ni con la fama ni con el éxito. Soy epicuriana en mi planteamiento vital y sólo deseo una vida armoniosa y placentera. No sólo para mí. Eso es mucho desear, ¿no?

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