CaracolDe Pilar Aviñó / Ganadora de la X edición www.excelencialiteraria.com

 

 

<<Cuando iba por el parque me encontré a uno de los gusanos que trabajaban con mi padre en el proyecto de la manzana. Me acerqué a saludarle. Los años habían pasado lentamente por su alargado cuerpo, que se apoyaba en un pequeño y elegante bastón.

Me preguntó qué tal me iba en la universidad, si tenía novia, cómo se llamaba… La verdad es que, aunque me hizo ilusión que se acordara de mí, no le presté mucha atención, porque ese día tenía clase de Herbolaria y llegaba bastante tarde.

El día transcurrió con normalidad: clases, entrenamiento de velocidad…, un día más en la ajetreada vida de un caracol.  Sin embargo, en la clase de Caracología, sobre el estudio del pensamiento y la integridad física y psicológica de los gasterópodos, nuestro anciano profesor había planteado la idea de la vida en otros lugares, en otras dimensiones. Cabe decir que su afirmación en seguida fue rechazada por los de primer año, los más jóvenes de la sala, que se afirmaron en la libertad y autonomía en el gobierno de sus vidas, negando un posible principio superior. Como la discusión iba subiendo de tono, el sabio maestro se dirigió a uno de los estantes superiores, donde extrajo un terrario lleno de diminutas hormigas. Teniendo en cuenta el tamaño de su vivienda, las hormigas parecían habitar un lugar inabarcable.

-¿No les parece que estos disfrutan de una libertad total?

Todos lo negamos. Evidentemente la vida de las hormigas dependía de mi profesor, que dominaba el terrario a su antojo.

-Es un hecho que dependen de mí, como bien decís. Sin embargo, las hormigas desconocen esta limitación y creen que son libres. Su entorno es infinito y nunca se plantearán que dependan de nadie, ya que cada una es libre de hacer lo que le plazca. Es, simplemente, que nosotros tenemos una visión completa de la realidad, una visión de dos planos, y ellas no.

La explicación era tan simple y lógica que nadie quiso rebatírsela.

Pilar Aviño
Pilar Aviñó

Al finalizar la clase, de camino a casa, seguí dándole vueltas: ¿Podía ser que alguien me estuviese observando en esos momentos? ¿Que dos ojos vigilaran mi mundo, como desde fuera de un cristal? Mis preguntas eran tan absurdas y a la vez tan complicadas que decidí aparcarlas. Seguí caminando con la última canción del pop molusco en los labios>>.

-Y así, queridos alumnos, se sigue planteando la posibilidad de la existencia de un Ser Superior -concluyó mi profesor, dejando el relato en la mesa junto a la caja con los caracoles, y marchándose de clase.

Nos quedamos absortos ante la intriga filosófica más extraña que jamás habíamos escuchado.

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