Artículo: ‘Cotillas somos todos’ de Javier Merino

 

De Javier Merino. Ganador X Edición de www.excelencialiteraria.com,

 

En los últimos años, una forma de periodismo muy curiosa -y a veces dañina- ha ido invadiendo el terreno del periodismo informativo tradicional. Se trata del periodismo de cotilleo, lo que se conoce bajo el nombre de “prensa rosa”. La regla principal para los periodistas de este género es muy simple: deben meterse en los asuntos de los personajes catalogados de “famosos”, ya se encuentren en momentos felices o en duras circunstancias.

Muchas personas, incluso las que frecuentan este género, consideran a los periodistas del cotilleo como trabajadores sucios e inmorales. Para mí son profesionales que reciben órdenes para buscar estrellas y acosarlas a base de preguntas, reportajes y fotografías. Es más, no sólo ellos son los encargados de hacer “prensa rosa”, sino que todos participamos en este proceso.

<<¿Te has enterado de la nueva aventura de éste?…>>, <<Si supieras lo que ha hecho ésta>>…, son algunas de las frases que utilizan personas cercanas a mí para dar inicio a esas conversaciones tan extendidas a las que llamamos cotilleos. Pues bien, cuando participamos en estos intercambios de información banal –y todos lo hemos hecho alguna vez- nos convertimos en altavoces de la “prensa rosa”.

¿Por qué nos gusta tanto ser cotillas? Cuando nos aburrimos de hablar sobre nosotros y nuestros problemas y ya no nos quedan más anécdotas que contar, recurrimos a personas que no están presentes, habitualmente gente popular, para evitar que la conversación se acabe o se desvíe a asuntos no tan divertidos (política, economía…).

Estos recursos resultan muy agradables, pero no caemos en la cuenta de que quizás nosotros mismos, mientras cotilleamos, somos víctimas del

Javier Merino

cotilleo de otro grupo de personas. Y es ahí donde radica el problema de la “prensa rosa”: siempre sales perjudicado.

En resumen, los periodistas de cotilleo no son más que el espejo de nuestra sociedad. Y todos podemos convertirnos en el blanco de las críticas de otros.

No quiero decir que no podamos hacer nada para cambiar este mundo de bajos instintos. Si queremos acabar con los cotilleos, debemos dejar de participar en ellos. Parecerá una obviedad, pero si alguien deja de criticar a las demás, es bastante posible que también lo hagan sus interlocutores habituales.

Redacción

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