Montero González gana el VIII Premio Logroño de Novela con ‘Talco y bronce’
El escritor Roberto Montero González, conocido como Montero González, es el ganador del octavo Premio Logroño de Novela con la obra Talco y bronce. El premio está convocado por el Ayuntamiento de Logroño, la Fundación Caja Rioja y la editorial Anaya, a través de la firma Algaida.
Los escritores Vicente Molina, Jesús Ferrero, Manuel Jabois, Félix Modroño y el presidente de la Asociación Española de Críticos Literarios, Ángel Basanta, forman parte del Jurado del VIII Premio Logroño de Novela, presidido en esta ocasión por Vicente Molina. El premio está dotado con 45.000 euros. La obra se publicará por Algaida en la primavera de 2015.
Se trata de una novela negra policíaca que tiene como protagonista a unos personajes, unos quinquis de los años 80. El narrador se hace solidario con ese lenguaje cheli que utilizan los personajes, pero lo más significativo a juicio del jurado es que la novela tiene un gran mérito literario.
Recoge los valores de la novela policíaca: retrata una realidad muy dura, hay una historia de amor y en ella también existe una visión deformante de la realidad, una visión valleinclanesca.
Montero González (Madrid, 1965) es un escritor español cuya obra enlaza con la tradición del esperpento de Valle Inclán y el realismo sucio de charles Bukoswki. En 208 ganó el Premio Azorín de Novela con su obra Pólvora negra. Entre sus novelas se encuentran Sed de champán (1999), Cuando la noche obliga (2003), Manteca colorá (2005), Diario de un hincha: el fútbol es así (2006), Zapatitos de cemento (2006), Besos de fogueo (2007), El verano: lo crudo y lo podrido (2008), Pólvora negra (2008), A ras de “yerba”, apuntes futboleros (2009), Pistola y cuchillo (2010) y Polvo en los labios (2012).
Es considerado por la crítica literaria como uno de los autores con más personalidad y genio literario de los últimos años en España. Su prosa bebe directamente del lenguaje de la calle, de fuentes cinematográficas rompedoras y del cómic underground. Algunos han considerado su prosa como continuadora de la labor recopiladora de la realidad oculta, de lo más netamente callejero y castizo, llevada a cabo por autores como Valle Inclán o Camilo José Cela. Se ha valorado su buena disposición para incorporar metáforas de nuevo cuño rompedoras y políticamente incorrectas, así como el haber trasladado al papel ciertas reglas del lenguaje cinematográfico o del cómic.
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