La mezcla continua de la comedia y la emoción dan lugar a una obra con un tempo adecuado y que destaca por el equilibrio entre la catarsis hilarante y la dramática. Los juegos de palabras del actor y músico, que se encuentra solo ante el peligro pero sin miedo alguno, invitan tanto a la carcajada como a la reflexión. Algunas de sus ocurrencias nos recuerdan a los fantásticos Les Luthiers mientras que otras no tienen parangón en el mundo del monólogo.
El montaje ha sido escrito y creado por Diego Mattarucco, artista argentino que conjuga a la perfección tres lenguajes en el escenario: el verbal, el gestual y el musical. Los tres se ponen al servicio de un texto en verso que trata sobre las pasiones del ser humano o, más bien, sobre sus hambres que, en muchas ocasiones, resultan contradictorias.
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