Reseña LIJ: ‘Luces de tormenta’ de Ignacio Sanz

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lucesdetormentaLuces de tormenta de Ignacio Sanz. Edelvives, Alandar, 2015. Rústica, 136 pp., 9.90 €.

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Por José R. Cortés Criado.

 

Sabina es una joven que vive en Centirrayo, un pueblo de interior donde más rayos caen durante el año. Es un fenómeno extraño pero todos sus habitantes viven pendientes de las tormentas, pues son muy traicioneras y cuando deciden soltar su aparato eléctrico son temibles.

No hay familia que no tenga algo que contar con respecto al tema, desde los que nada más tener uso de razón saben que cuando se acerca una tormenta hay que desprenderse de todo objeto metálico que lleve encima, hasta los que fueron concebidos bajo una tormenta con rayos en uno de los refugios diseminados por el campo o el que fue alcanzado un rayo en tres ocasiones distintas, como le ocurrió al zapatero Zoilo.

En fin, que Sabina anda dándole vueltas a su vida, sus relaciones familiares y a las personales; y como no sabe qué hacer, su profesora le aconseja que escriba, ella teme no saber hacerlo, pero la profe la anima a ello, lo importante no es escribir bien, es ser capaz de ordenar los pensamientos para que no tenga que pasar por el psicólogo, le aconseja la Castillejo.

A lo largo de las páginas la joven nos contará de las tormentas, de la separación de sus padres, de sus abuelos, de los distintos tipos de granizo existentes, de tornados en Oklahoma, de brisas y vientos, de Madrid y de una serie de personas curiosas de Centirrayo.

También intercalará historias contadas por su abuela que archiva en su memoria recuerdos de hechos, de sucesos y de personas que recrean un mundo mágico que se mezcla con la vida cotidiana del pueblo, y dará a conocer nombres de árboles y de tareas agrícolas que más de uno desconozca.

La novela se lee fácilmente, está escrita en primera persona por la protagonista y recuerda la estructura de un diario, aunque no estén fechados los textos, pero sí son las impresiones personales de la chica que busca su espacio en este mundo e intenta comprender las reacciones de los demás, especialmente de las personas mayores y el despertar del amor.

Al final del verano finaliza el texto y escribe: “Ahora me siento más reconfortada. Tengo la sensación de que me he centrado, de que me conozco un poco mejor y conozco mejor a la gente que me rodea.”

Es una buena novela de aprendizaje, Sabina termina siendo más madura de lo que era y se siente contenta por haber escrito el libro, señal que envía a los lectores, todos podemos escribir, y, además, nos hará sentirnos más felices.

 

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