Paloma Bravo, autora de ‘SolosD’: «Vivimos entre dos polos: el deseo y el miedo»
«En la vida, cuando te falta humor hay que ir a buscarlo».
Su primera novela, La novia de papá, se publicó en 2010 y desde entonces, Paloma Bravo no ha parado de escribir sobre lo cotidiano, sobre lo que nos afecta a todos: el amor, la pareja, el trabajo, los hijos… Y lo ha hecho en todos los formatos: blog, cuento, novela, teatro… Su segunda novela, La piel de Mica, llegó a estrenarse en el offBroadway en Nueva York, y la primera, La novia de papá, sigue de gira por los escenarios españoles y pronto será una película. Y, ahora, apenas cinco años después, Paloma publica SoloS, una ficción realista, irónica e inteligente sobre lo que nos cuesta a todos vivir.
Entre el dolor y la carcajada, los cuatro protagonistas de SoloS intentan enfrentarse a sus miedos y a sus decepciones, recuperar la esperanza y, sobre todo, reírse un poco de sí mismos. Emparentada con la irreverencia de Yasmina Reza y la agudeza del mejor Woody Allen, SoloS se rebela contra el destino y contra las etiquetas: indisciplinada en lo formal y muy clara en el fondo, es una ficción descarada, unisex e imprescindible para entender la vida. Porque solos estamos todos, cada uno a nuestra manera. Paloma Bravo, además, tiene un estilo muy suyo: irónico, breve, casi cortante y, sobre todo, muy contemporáneo. No en vano es una de las autoras que más vende en digital.
P. La novia de papá era comedia con un mensaje de tolerancia; La piel de Mica, una denuncia con ironía y esperanza… ¿Qué es SoloS?
R. SoloS intenta ser una foto de todos los que tenemos vidas que no son las que habíamos imaginado, como si lleváramos un traje a medida que no nos ajusta. Nos pica el trabajo, nos queda grande la paternidad, se nos ha encogido el novio…
Desde que escribí La novia de papá y, sobre todo, desde que mi blog en EL PAÍS se convirtió en una especie de consultorio sentimental, conocidos y desconocidos me ven como una experta en la separación civilizada y la soledad que se disfruta. Ni lo soy ni me gusta hacer bandera de nada, pero llevo cinco años escuchando y veo a mucha gente obsesionada con la soledad. Algunos con ganas, otros con miedo. Me interesaba escribir del tema sin tópicos y sin hacer una tesis, demostrar que, para muchas cosas, todos estamos solos y que, para otras, lo importante no es tener una pareja, sino estar bien rodeado de otro tipo de afectos.
P. Llegamos entonces a los amigos, que es otra constante en tu obra. “Mi mejor CV son mis amigos”, dices en twitter.
R. Nos han educado a base de comedias románticas pero la realidad es que la pareja no es para siempre, el amor dura lo que tiene que durar, durante ese tiempo es maravilloso y cuando se acaba no es un fracaso. Hay que atesorarlo así, en su textura y en sus momentos, evitando todo ese campo semántico tristísimo y desangelado de los que te piden que “aguantes”, que “cedas”, que te “sacrifiques”.
En cambio la amistad vive en otro lugar mucho más luminoso: mis amigos son exigentes, puñeteros, divertidos, irreverentes. A mí me hacen mejor y en SoloS pasa algo parecido. Son una pareja y dos de sus colegas, pero lo que son, de verdad, es cuatro adultos que han elegido ser amigos, quererse bien, confiarse dolores y alegrías, iluminarse caminos, ponerse límites, hacerse crecer. Y todo eso con muchas risas. Yo firmaba por vivir en esa foto, la verdad.
P. Son amigos, sí, pero también se habla mucho del amor y de la pareja. De las grietas que empiezan a asomar, del sexo y las tentaciones… Otros temas constantes en tu obra.
R. En mi obra y en la vida. Vivimos entre dos polos: el deseo y el miedo. Me interesa entender los mecanismos endiablados de esas dos ansiedades, porque son la base del genio y de la autodestrucción, de lo mejor y lo peor del ser humano; y todo sin salir a la calle, en casa, en la más desnuda intimidad.
Una pareja se forma a base de química, amor, deseo y, también, miedo. Y con la pareja se instala siempre el fantasma de la separación y de la alternativa, el “cómo sería mi vida si no estuviéramos juntos: ¿sería más feliz, más libre, más yo…?”. Ese fantasma hay que domarlo para que no te controle, pero también hay que escucharlo.
Por respeto a uno mismo y por respeto al otro. “Lo personal”, como se dice desde hace años, “es político”. Lo que uno es y se deja ser en casa, lo que respeta y se deja respetar, es también lo que es como ciudadano.
P. Y entramos en política…
R. Es que de la política no salimos nunca. Todo es política. Si miras alrededor, verás que quedan muy pocas familias convencionales (una pareja casada para toda la vida, con hijos de los mismos padres). Quiero decir que ahora mismo la norma ya es la ausencia de normas y eso se refleja en la sociedad y en la calle. Habrá que regular nuevas formas de convivencia, derechos de visita para padrastros separados, custodias múltiples y nuevas formas de nombrar las relaciones. Habrá que sembrar tolerancia y respeto.
La política es la ciencia que se ocupa de todos. Y eso, también, es un hogar: un pacto de convivencia entre gente que se quiere pero que no debe necesitarse.
P. ¿Escribes para mujeres?
R. Escribo para lectores. Me molestan mucho las etiquetas, son una forma de controlar, simplificar y, sobre todo, restringir.
Como en mis dos primeras novelas había una protagonista que hablaba en primera persona y como, según los datos más tópicos, leen más los mujeres, te intentan colocar la pegatina de “chick lit”, literatura para tías, romanticona, entretenida y fácil. Yo me he resistido y, afortunadamente, se han resistido conmigo muchos lectores masculinos.
En el caso de SoloS, además, he tomado la precaución de no hablar en primera persona, de escribir una novela que, de forma matemática, da el mismo peso a los cuatro personajes y son dos hombres y dos mujeres. Es una obra unisex, aunque eso suene antilujuria. A lo que me refiero es que es una novela que interesa a toda la gente que quiere, ha querido o quiere querer. A todos los que tienen miedo a la soledad y al dolor. A todos los que saben reír.
P. Acabas de tratar entonces la forma y el humor. Dos temas importantes en tus novelas. Hablamos primero del humor. ¿Humor o ironía?
R. Siempre ambos, claro. ¿Por qué elegir? La ironía tiene peor fama, de ser más inteligente y, también, más cruel. Pero a mí me gusta el humor como lo definía Woody Allen: “tragedia más tiempo”. Quiero decir que me gusta como una forma de buscar la distancia óptima, de relativizar y seguir hacia delante. El humor bien entendido empieza por uno mismo, queriéndote y riéndote de ti, y es también una forma maravillosa de relacionarse con otros. Yo, por ejemplo, siempre he utilizado el humor para disimular la timidez (aunque no siempre con buenos resultados) y, sobre todo, para ganarme a los niños. A los amigos de mi hija, a mis sobrinos, a los hijos de mis novios…
El caso es que creo que en mi forma de escribir el humor, de inspiración británica, un poco autoparódico y siempre compasivo, es imprescindible para ayudar a los personajes a ser quienes quieren ser.
P. Y en la vida?
R. En la vida, cuando te falta humor hay que ir a buscarlo. Yo, por ejemplo, cuando me pongo intensa, busco a mi amigo Koldo. Se descojona de mí (con perdón), me suelta un par de irreverencias y me deja como nueva.
P. ¿Y la forma?
No soy una teórica, no me interesan las tesis, pero es un hecho que ya no leemos como antes. Ni podemos ni, seguramente, queremos encerrarnos a leer ininterrumpidamente durante horas. Hay más estímulos (twitter, Facebook, mails, whatsApps…) y periodos de atención más breves.
No soy neuróloga ni apocalíptica, no sé cómo nos está cambiando el cerebro y quiero creer que toda evolución biológica es buena, pero sí sé que ha cambiado la capacidad de concentración y, también, que se nos olvida, las referencias. Las series, las pelis, toda una cultura audiovisual más o menos compartida y que no existía en la época de Dickens pero que tampoco estaba generalizada en los años del boom.
Escribo con mucha precisión, con frases cortas porque prefiero la sencillez al artificio. Y escribo con muchísima atención a los diálogos porque creo que somos lo que decimos y también lo que callamos.
P. ¿Pero es SoloS una novela en el sentido convencional del término?
R. Es una novela porque es una obra narrativa de ficción. Pero no tiene, afortunadamente, nada de convencional y sí mucho de contemporánea.
P. Algunos dicen que es una obra de teatro.
R. Algún día lo será. Ahora mismo es una novela. Moderna, sensible, inteligente, divertida y dolorosa.
P. ¿Con algún referente?
R. Sí y no. Me interesan desde siempre los autores anglosajones, pero ahora estoy muy volcada en los franceses. En gente tan distinta como Carrère y Yasmina Reza, que mezclan realidad y ficción, que no aceptan fronteras entre géneros y que se niegan, también, a hacer libros con una duración mínima o un tema único. ¿Por qué nos reducimos al leer si somos múltiples y plurales al leer?
P. ¿Y eso qué tal lo entienden las editoriales?
R. Regular, la verdad. El sector editorial, como muchos otros, se resiste al cambio. A veces da la sensación de que algunas editoriales se resignan a vender un libro al año, el gran bestseller del verano. Ahora que la gente lee y comparte historias más que nunca, no acabo de entender por qué el sector no intenta surfear esa ola, dirigirla, crear más y mejores historias. Y no: se hace un marketing que mira al pasado, negando la autopublicación, negando los ebooks, negando los formatos cortos… Yo he tenido que alargar alguna novela porque, según los cánones de no sé quién, debía tener un mínimo de doscientas páginas. Y no es verdad. Mandan las historias y mandan los lectores, pero no pueden mandar los ejecutivos preocupados por enfriar un mundo en ebullición.