Relato: ‘Ciberpoesía’ de María Álvarez Romero

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Cibernético

Por María Álvarez Romero. Ganadora de la V edición www.excelencialiteraria.com

 

Los medios de comunicación son el fruto del cambio humano: de nómada a sedentario. Las necesidades de las épocas antiguas transformaron el lenguaje verbal hasta dar lugar al grafismo. El simbolismo de la imagen y su semiótica dejaron paso a la escritura, y gracias a la mensajería se ampliaron sus fronteras, hasta logar que las diversas poblaciones mantuvieran contacto epistolar. Esos intercambios propiciaron la aparición de tecnologías, desde la imprenta a la era de internet.

Actualmente nuestra convivencia con la web está normalizada, pues no podemos concebir la vida sin navegar por la red. Vivimos rodeados de ondas invisibles que en otro tiempo hubiésemos considerado deidades invisibles, omnipresentes y omniscientes, que resuelve cada una de nuestras dudas. La conexión mundial contradice sus propios orígenes: el hombre continúa siendo bípedo, pero permanece la mayor parte de su vida sentado; mantiene la capacidad de elaborar herramientas con sus manos, aunque prefiere que sean otros utensilios los que se las elaboren por él; sigue controlando el fuego, pero apenas lo tiene en cuenta desde que descubrió la electricidad.

Sin embargo, conservamos las emociones y sentimientos. La necesidad de la expresión artística es intrínseca a nuestro bienestar. Precisamos relacionarnos con el entorno y comunicar nuestras experiencias.

Ahora somos conscientes de que no podemos expresarnos únicamente mediante la palabra, de tal modo que la evolución artística ha difuminado las fronteras entre el lenguaje escrito y el plástico. Lo resume, a modo de ejemplo, la ciberpoesía.

Si el ciberespacio es otro tipo de realidad, creada por la red de navegación tecnológica, la ciberpoesía forma parte de esta dimensión paralela, permitiéndonos acceder a la antología poética de la humanidad en una biblioteca situada en internet. Esta poética es el resultado de la fusión entre las artes digitales y la literatura de las últimas décadas. Ya en los años veinte del siglo pasado, los avances tecnológicos en el campo cinematográfico permitieron a diversos artistas experimentar la multidisciplinariedad. La pieza surrealista L’Etoile de Mer, de Man Ray -en la que se utiliza un poema de Robert Desnos- o la dadaísta Anémic Cinéma, de Marcel Duchamp -donde da uso a los calembours de Rose Sélavy-, son referentes directos para la videopoesía. Estas experimentaciones vanguardistas incluso prescindieron de la palabra.

Esta lírica de la imagen se propagó a raíz de la extensión del Mail Art por parte del movimiento Fluxus, mediante la interactuación de sus miembros dentro del flujo de las redes sociales. Varias décadas después, la poética cibernética continúa el mismo procedimiento, con la diferencia de que el receptor o lector de la poesía depende de la conexión a internet. Es decir, el arte se abre a la experiencia interactiva, explorando un mundo paralelo gracias a los sistemas artificiales. El ejemplo más común de ciberpoema es el de aleatoriedad, como Adentro, de Claudio Cafasso o Autorretrato, de Diego Bonilla, cuyos versos cambian de posición a lo Tzara y recuerdan al collage de la poesía dadaísta. Otro ejemplo es Digital poem, de David Loscher, que muestra en la pantalla un reconocedor digital caligráfico envuelto en una maraña de líneas, sobre el cual el autor trata de escribir el título del poema sin lograr que la máquina reconozca su escritura. VeloCity, de Tina Escaja, juega con el hipervínculo y ofrece al poema un juego de traslación y distorsión, cuyo recorrido varía y se bifurca dependiendo de los diferentes caminos que pueda seleccionar el espectador durante la lectura. La interactividad es, precisamente, la mayor diferencia entre la ciberpoesía de los videopoemas y los poemas cinematográficos. Al regenerarse continuamente dentro de la programación de su propio sistema, da una respuesta aleatoria a tiempo real, que incita la participación del espectador.

María Álvarez
María Álvarez

El arte no deja de transformar nuestro entorno. La poesía ya no se limita a sus formatos convencionales sino que se ha convertido en un medio interdisciplinar. El ciberartista es consciente de la reacción entre los sentidos del espectador con la tecnología. La percepción natural y la tecnológica dialogan, destruyendo los límites entre cuerpo e interface. Lo corporal y lo efímero se relacionan, dando cabida a una creación compartida, en la que uno no existe sin el otro.

La colaboración entre científicos, técnicos y artistas enriquece y nutre la obra literaria.

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