Relato: ‘Orgullo’ de Isabel Ros Yepes
De Isabel Ros Yepes. Ganadora de Excelencia Literaria XII edición www.excelencialiteraria.com
Presioné por última vez mis labios contra los suyos y me separé para mirarla a los ojos. Dos gruesas lágrimas caían de ellos, a pesar de la tranquilidad que emanaban. Apreté sus manos entre las mías y me di la vuelta. A paso rápido me dirigí al grupo, que me esperaba subido al camión. De un salto me coloqué entre dos compañeros y desde allí eché un último vistazo a mi esposa. Se había secado las lágrimas y una sonrisa bailaba en su rostro. Levantó la mano derecha mientras con la izquierda apretaba la manita de nuestra hija pequeña. Me despedí de las dos, rogándole a Dios que las cuidara en mi lugar.
Mi pequeña Isabel se soltó de mi mujer para correr durante un trecho del camino. Entre sollozos gritaba que me quería. Tropezó con un charco y se cayó de bruces. Desde allí vio cómo el camión torcía la esquina. Las personas que más he querido desaparecieron de mi vista. ¿Quién sabía cuándo las volvería a ver?
***
El hombre dejó la pluma encima de la mesa. Suspirando echó una ojeada alrededor. Se desperezó sin pudor y volvió a depositar la mirada en el papel. Llevaba dos días con aquella historia y no la dominaba.
Dio un puñetazo en la mesa. Nunca se le había resistido tanto una obra: tenía la idea, vaya que si la tenía, pero no era capaz de plasmarla por escrito. Era como si la pluma no quisiera dibujar lo que él tenía en la cabeza.
No sabía qué le pasaba, pero no era capaz. Y, por supuesto, estaba empeñado en no abandonar la historia. Era demasiado orgulloso… Era escritor, después de todo, y tenía la obligación de mostrar al mundo sus creaciones. Pero con esa trama aún le faltaba confianza; debía tratarla más para que se decidiera a salir.
También la narración tenía su orgullo, igual que él, así que debían estrechar lazos de amistad. Algo de confianza existía entre ellos, pues ella había acudido a su mente y no dejaba de importunarle, pero…
<<Deberemos aprender a estar juntos, querida amiga, o de lo contrario no saldremos de esta>>, habló en su interior el hombre mesándose la barba.
Un vistazo a la hoja, un trago de coñac y vuelta a empezar.