mujer 

De Emma Roshan, 16 años. Ganadora de la XII edición www.excelencialiteraria.com

 

A veces me paro a pensar qué es exactamente el feminismo. Unos me dicen que se trata, en la mayoría de sus expresiones, de extremismo: chicas con el pelo corto y teñido de colores intensos, destapándose los pechos y gritando con cara de asco que se aísle a todos los hombres de la Tierra en una isla de la que nunca puedan salir. Otros, que es una hipocresía: las feministas piden más derechos para las mujeres, sin tomar en cuenta los casos en los que los hombres salen perjudicados. 

No me importa lo que unos y otros intenten meterme en la cabeza. Mi propia búsqueda y el tiempo que he dedicado a investigar, me han llevado a darme cuenta de que quienes piden que el feminismo sea erradicado, ya sea porque «está obsoleto», o porque «las mujeres ya tenemos todos los derechos que necesitamos» o, simplemente, porque «les molesta», deberían pararse a pensar después de darse una vuelta por la calle, encender el televisor, abrir una revista o meterse en Internet. 

Por cada mujer que se levanta la camiseta en una manifestación, hay varios miles de mujeres que sienten que sus cuerpos son sexualizados a través de los medios de comunicación. De esta manera, perdemos la confianza en nosotras mismas, hasta el punto de temer que el maquillaje no vaya a aguantarnos o que la ropa que hemos escogido nos hace parecer más rellenas, pues estamos tiranizadas por la imagen perfecta que continuamente se nos ofrece.

 

Esto no significa que los hombres no sufran (basta echar un vistazo a las celebridades del celuloide para contemplar sus cuerpos perfectos), pero ese miedo no será causa de que se vean más abdómenes musculosos al descubierto, mientras las que entre nosotras tenemos un pecho discreto o desmesurado nos las vemos y deseamos para disimularlo.

 

Son aspectos como estos por los que me considero feminista. No para acosar a los hombres, pedir lo que no merecemos o quejarme de un supuesto patriarcado, sino para informar al mundo de las desigualdades que siguen presentes a causa del sexo y colaborar para eliminarlas.

 

 

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