Chris Pueyo: “Quien diga que los jóvenes no leen miente”.

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Aquí dentro siempre llueve es un canto a la tristeza en forma de poemario, el segundo libro publicado por Chris Pueyo. Tengo la oportunidad de hablar con él sobre sus proyectos, su visión del panorama de la literatura juvenil y cómo le han influido las redes sociales en su carrera como escritor.

 

CARLOS MESA ESPINOSA. Probablemente te suene su nombre e incluso lo sigas en redes sociales (@chrispueyo), donde su actividad y contenido lo han llevado a superar los 60.000 seguidores en Instagram. Chris Pueyo es uno de los nombres que, con tal solo 23 años, más eco tiene en el panorama editorial español. Uno de esos influencers que dan esperanzas a nuestro futuro: los que llevan las letras por bandera. En 2015 se lanzó al mundo de la publicación de la mano de la editorial Destino con El chico de las estrellas. Este año ha vuelto a las librerías, abrigado por la misma editorial, con el poemario Aquí dentro siempre llueve que, según explica él mismo, “es un canto a la tristeza con 25 poemas divididos en 6 partes, y en cada parte con una emoción predominante: el odio, la rabia, el amor, la amistad…”.

Todos sus trabajos tienen un gran componente de vivencias propias y escritura terapéutica. “Aquí soy un libro abierto. Y es que yo escribo para eso, para mirar donde no se ve y decir: ‘¿qué coño te pasa, Chris?’. Escribo y descubro”, me comenta.

Hablar con él es hablar con una persona con las ideas claras y apasionado por las letras. Así que cuando le pregunto cómo ha sido el salto de la narrativa a la poesía, me contesta: “La realidad es que yo siempre he sido lector mayoritariamente de poesía. Después de escribir El chico de las estrellas sé que era un paso arriesgado porque es un público distinto. Y tampoco quería que me etiquetaran como el escritor gay, por así decirlo. Así que me animé con un poemario porque era lo que me apetecía en ese momento, en contra de editoriales y en contra del público. Y estoy muy contento”.

La suerte —conseguida a base de esfuerzo y trabajo— no ha parado de sonreírle. Chris puede presumir de tener detrás a una comunidad de seguidores enamorados de su palabras. “Las redes sociales te dan absolutamente toda la visibilidad. Yo siempre digo que Internet ha sido mi multinacional. Ahí fue donde empecé a escribir y donde la gente me empezó a leer. Tengo mucho que agradecerle. Pero tampoco me quiero quedar en la era de las redes sociales. Me gustaría escribir libros y que al final se me reconozca por lo que escribo y no por mi movimiento en redes. Y, como todo, si abusas de ellas se pueden volver en tu contra”.

La mayor parte de sus lectores son chicos y chicas jóvenes. Por eso me interesa muchísimo conocer su opinión sobre el panorama actual de la literatura juvenil en España. “Tiene un papel importantísimo. Estoy harto de escuchar la frase ‘los jóvenes no leen’, que ya es un poco casposa. No sé quién dijo eso pero es absolutamente mentira”.

La publicación de El chico de las estrellas me cambió la vida”, me comenta sincero. Y hay que tener en cuenta la juventud con la que se lanzó al mundo editorial pisando tan fuerte. “Imagínate: de yo pasar de escribir en mi casa a hacer presentaciones y firmas de libros que se llenaban. Ahí es cuando notas que la cosa se pone seria y quieres cuidarlo”.

El rato charlando por teléfono con él es muy agradable. Aunque claro, yo tengo el gusanillo en el cuerpo de saber qué vendrá ahora, así que le intento sacar alguna información sobre su próximo proyecto. “Pues me pillas ahora mismo en La ciudad invisible. Es una cafetería a la que yo me suelo venir a escribir”. Me suena haber visto alguna fotografía del local en su Instagram. Esto se pone interesante. “Y ahora mismo estoy con el siguiente libro”. ¡Esto suena mejor aún! Espero en silencio a que me suelte el bombazo. “Pero de momento no te puedo contar mucho más. Soy de esas personas que piensan que cuando hablas mucho de algo que no existe se estropea”. ¡Cachis! Y esta respuesta me intriga aún más. ¿Qué esconderán sus cuadernos?

Pero como el menda que escribe no quiere ser gafe… Pues ahí me quedo, únicamente pudiendo desearle muchas tardes en La ciudad invisible. Bueno, y toda la suerte del mundo.

 

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