‘Ernesto y Celestina. Han perdido a Simeón’ de Gabrielle Vincent
Ernesto y Celestina. Han perdido a Simeón de Gabrielle Vincent. Kalandraka, 2017. Traducción de Juan Ramón Azaola. Cartoné. 24 x 22 cm. 32 pp., 15 €.
Por José R. Cortés Criado.
La pareja formada por el oso Ernesto y la ratita Celestina salen un día de frío invierno a pasear. La pequeña se lleva consigo a su mascota, Simeón y cuando vuelve a casa el pingüino no está.
Ernestina sufre mucho la pérdida, nada la consuela; al día siguiente Ernesto lo busca y lo encuentra pero en un estado muy lamentable, entonces decide pasar por la tienda y comprarle otro pingüino de trapo.
Como no hay pingüino, se lleva un arsenal de peluches: conejos, pollitos, niños, patitos, niñas, ositos, duendes… pero ninguno es del gusto de la pequeña, ella quiere a su mascota, no quiere otra diferente.
Tras mucho pensar, Ernesto halla la forma de reemplazar a Simeón, le pide ayuda a Celestina, esta lo dibuja por partes y él consigue su propósito, que Celestina vuelva a ser feliz. No hay nada como la imaginación para resolver los problemas de forma acertada y los buenos amigos.
Más feliz será él colocando todos los muñecos que compró en el árbol de Navidad e invitando a toda una enorme familia de ratones a recoger su regalo navideño.
Otra bonita historia de estos dos seres de muy diferente tamaño pero llenos de amor y ternura. También juega un papel importante el contraste entre las escenas gélidas del exterior y el ambiente cálido del interior de la vivienda.
Las ilustraciones reflejan perfectamente el sentir y la actitud ante la vida de ambos personajes, son de trazos suaves, delicados, parecen bocetos con tonos nada estridentes. Predominan los colores claros en tonos amarillos, grises, marrones y rojizos.
Los textos son breves diálogos entre ambos personajes. No hay necesidad de narración alguna. Con simples oraciones y bellos dibujos cobran vida cada una de sus páginas.
Nada puede reemplazar las cosas que nos gustan a pesar de ser viejas o estar ajadas, todos tomamos cariño a nuestros objetos y no deseamos cambiarlo por otros aunque sean mejores y más novedosos.
Bonita historia navideña con aires antiguos que cobra fuerza por la generosidad de Ernesto, un grandullón con alma de niño, y una pequeña inquieta y vivaracha.