Entrevista a Ignacio Beltrán, autor de ‘Las piernas de la sirena’

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Esta mañana calurosa de julio charlamos con el escritor Ignacio Beltrán, autor de Las piernas de la sirena. Una novela que nos cuenta la historia de Magui, Miren y Mayuba, tres mujeres valientes que coinciden en las playas de Tarifa por motivos bien distintos: el placer, la noticia y la
supervivencia. La fatalidad hará que vivan en primera persona una pesadilla que se repite demasiadas veces desde hace demasiados años.

P. ¿Podríamos ponerle a la novela una faja con la frase «Basada en hechos reales»?

R. Hay mucho de ello, sí. Decía García Márquez que «ninguna ficción está basada en hechos totalmente inventados. Siempre son hechos basados en experiencias propias». En esta historia no solo se cuentan hechos reales novelados, sino que está llena de pequeñas historias sobre los desheredados de la tierra que cuentan los personajes en las noches de fogata y duna y que están documentadas, que ocurrieron, desgraciadamente. A veces, solo hay que leer el periódico del día.

P. Describes tres mundos que conoces bien: el periodismo, el surf y la inmigración ilegal…

Pues son tres mundos que tienen mucho que ver y creo que es la primera vez que se relacionan. Me interesaba dar a conocer al lector/a una visión distinta de lo que ocurre en aguas del Estrecho, donde, de nuevo en estos tiempos, llegar a la orilla y no morir no es garantía de supervivencia. La novela cuenta la peripecia casi mortal de llegar con vida a las costas de Andalucía y a la vez pone contra las cuerdas a quien informa de ello, a quien se cree a salvo del mar y de las olas que tan bien conocen los surfistas. Ellos saben de toda la vida que en una patera viajan algo más que migrantes ateridos y socorridos, con suerte, por la Salvamar de turno. Y en esos tres planos de la realidad: periodismo, surf y migrantes, viven tres mujeres que coinciden en la playa de la duna con destinos que cambian de rumbo inesperadamente.

P. Se habla mucho del drama de las pateras, pero leída la novela nos damos cuenta de que, en realidad, no sabemos nada. ¿Era ésa tu intención al empezar a escribir, ilustrarnos sobre un drama del que ignoramos tantas cosas?

R. He de reconocer que no del todo. La novela leída «desde arriba» es en realidad una historia de superación que no siempre sale bien, aunque haya que intentarlo siempre. Es casi un ejercicio de terapia, de ayuda personal de uno de los personajes y tiene mucho que ver con la capacidad curativa de la literatura, no la que leemos sino la que cualquier lector puede practicar. Escribir es saludable y eso que a mí me costaba tener al día mi diario. En plena juventud, como muchos lectores, solo escribía cuando me sentía mal. Y curaba… ¡vaya si curaba! En esta novela hay quien escribe para sanarse y eso, a su vez, también puede transmitirlo a quien lo lee. Elegí ese escenario entre dos mares, la tragedia de las pateras y cómo se cuentan en los medios esas noticias porque son terrenos que conozco bien, porque se lo debo a mi profesión, a las tribus de surfistas y sobre todo a las mujeres que cruzan el Estrecho.

“He vivido muchos años en esas rutas arenosas junto a aquellos que saben leer el mar con solo echarle un ojo. Es fascinante conocer personas cuyo único futuro es la siguiente marea.”

P. ¿Crees que una obra literaria puede ser más eficaz que un texto periodístico a la hora de denunciar ciertas situaciones?

R. A eso solo puedo responder con un cobarde «depende». Porque lo que importa es una historia bien contada; para seducir, en el caso de la novela o para informar, si es una noticia. Para mí el periodismo es un género literario más, que en su caso debe ajustarse a la veracidad de los hechos. Eso no le quita interés si está bien escrito. Lo mismo que una historia de ficción interesa porque tiene pegada, sea o no basada en hechos reales. Lo que engancha es cómo se cuenta el relato.

P. Ésta es tu primera novela, al menos publicada. ¿Te lo has pensado mucho antes de dar el paso? ¿Por qué?

R, Publicar es como para pensárselo, sí. Es un desnudo integral que da pistas al lector de cómo es quien escribe, qué le gusta, qué odia, qué ama e incluso cómo ha sido o está siendo su vida. Quien escribe sangra por la herida que se hace a sí mismo. El lector va a saber de ti casi más que tú mismo. Pero no, no me lo pensé demasiado. Se lo piensan las editoriales, que sobreviven en tiempos difíciles y muchas de ellas ni aceptan manuscritos.

P. Personajes hay muchos, pero llama la atención ese trío de mujeres cuyos nombres empiezan por M: Miren, Magui, Mayuba, tres mujeres fuertes… ¿Por qué ellas?

R. Son tres «emes», sí, con m de mujer. Cuando empecé a escribir Las piernas de la sirena ni me di cuenta del detalle. ¿Por qué las elegí? En ellas está su triple grito: la motivación por el trabajo que da independencia, la valentía para luchar por el futuro, pero también el miedo natural a ser una mujer desamparada, en aquellos años de la España y el Marruecos de los 90. Las lectoras dirán si algo ha cambiado tanto en los últimos veinte años. Cada una llega a esa playa de la duna por caminos diferentes, cada una cree que su historia es dura. Y lo es. Pero todas sufren por ser eso, por ser mujeres. No nos damos cuenta de que el día en que ellas dejen de sufrir, el mundo también dejará de hacerlo.

P. Nos interesa mucho la incursión en el terreno de esos surferos, habituales de las olas y las furgonetas, a los que podemos ver en las playas del sur y de los que casi nada sabemos. ¿Has pretendido reivindicarlos en toda su complejidad?

R. El mundo del surf sigue siendo desconocido. En España, hace décadas solo era una locura de melenudos del norte que fabricaban sus propias tablas en las playas de Cantabria o el País Vasco, pero casi nadie sabía de su existencia. Ellos conocen bien el mar, sus corrientes, sus mareas y aprenden a respetarlo por su propio bien. Pero el cine y las series de televisión construyeron un relato frívolo, americano, fantasioso, infantil, que poco tiene que ver con dormir semanas enteras en una furgoneta, comiendo espagueti y plátanos a todas horas y haciendo kilómetros por pistas de tierra en Marruecos o en el sur de Europa. Ellos se han creído de verdad que hay que aprovechar la ola. Han convertido la metáfora en su modo de vida. Como en toda contracultura tienen sus códigos, sus verdades y sus miserias, pero también sus principios. He vivido muchos años en esas rutas arenosas junto a aquellos que saben leer el mar con solo echarle un ojo. Es fascinante conocer personas cuyo único futuro es la siguiente marea. Viven aquí y ahora, como viven las olas. Y créeme, en esta historia de sirenas, ellos tienen mucho que decir, aunque sean tipos de pocas palabras. ¿Reivindicarlos? Tal vez. Aunque la orilla del mar es un sitio como otro cualquiera. Allí también hay machismo, sobre todo en los años en los que está contada la historia.

P. Hay también una denuncia del periodismo, al menos, de una cierta manera de hacer periodismo…

R, Es que aquellos años fueron una locura en el terreno de los medios audiovisuales y la herencia la estamos padeciendo. En menos de una década pasamos casi de la TV en blanco y negro con canal y medio de televisión a tener media docena por lo menos. Y eso provocó una competencia feroz que afectó al tratamiento de la información y al respeto por los protagonistas de la noticia. Quedaban expuestos a una crítica sin mesura, a un relato de sus vidas descarnado, sin respeto en muchos casos. Y sí, en esta historia hay una pequeña venganza literaria que no está basada en hechos reales… afortunadamente.

P. La novela es muy cinematográfica…

R. Juego con ventaja. Es que es una aventura visual, muy visual. Porque el oleaje con sus monstruos marinos nos fascina hasta cuando vemos a alguien que sufre a punto de ahogarse, porque se desarrolla entre dos mares y dos continentes muy nuestros y muy desconocidos, porque hay tensión, dramatismo y alguien siempre huye de alguien. Pero para mí, primero está el libro, donde el lector y tal vez futuro espectador, se enfrenta a la muerte de una manera absolutamente nueva, donde se pregunta ―eso me decía una lectora en su comentario― si serían capaces de soportar lo que en ella ocurre.

P. ¿Por qué te has decidido por la autopublicación?

R. Hablaba de las editoriales y de lo mal que lo pasan. Antes eran el filtro que separaba el grano de la paja, lo que era publicable de lo que no. Ya no es así. Pero no reniego de ellas, sobre todo de las pequeñas. Me encantan. Pero he aprendido a sobrevivir en la selva de Amazon.

 

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