Relato ‘III Guerra Mundial’ de Beatriz Jiménez de Santiago

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III Guerra Mundial de Beatriz Jiménez de Santiago. Ganadora XI edición www.excelencialiteraria.com

No lo vimos llegar, por eso se abalanzó sobre nosotros, paulatinamente, devorando la luz de nuestras vidas. Se extiende como oscura niebla, huidiza, sigilosa, por todos los rincones del mundo. Su nombre protagoniza secciones de prestigiosos diarios. Es una pesadilla que inunda de lágrimas los hogares. Saben quién es y qué significa su presencia, pero nadie lo conoce realmente. Él mismo procura borrar su rastro y crear nuevos patrones de actuación con cada crimen que comete. Ataca indiscriminadamente y sin justificación lógica, lo que hace imposible prever cuál será su próxima víctima.

Hemos luchado de manera incansable, mejorando nuestras armas y sacrificando a valientes voluntarios, pero es el enemigo más fuerte que la humanidad ha conocido. Por supuesto, algunos con fortuna todavía son ignorados por tan cruel verdugo, pero saben que nadie puede ocultarse eternamente. Se infiltra con disimulo en nuestra cotidianidad y es difícil percibir su presencia, pues cuida los detalles para ir captando nuestra atención cuando ya ha invadido gran parte de nuestra existencia. Y no hay marcha atrás, solo nos queda una opción: pisar el freno y reducir la velocidad.

Yo ya no te temo. Asumí hace tiempo que estás entre nosotros y que vas a quedarte, así que no dejo que gobiernes mi vida a través del miedo. Te reto a que claves tu mortífera mirada en mí, a que me aceches como hiciste con las personas más importantes de mi vida. Ellas me enseñaron que el mejor escudo contra ti se forja con un sentido bien construido de la existencia y el ardiente valor que nace de nuestras entrañas y que avivan quienes nos rodean.

Solo quiero decirte que quizás vayas ganando la guerra, pero toda pequeña victoria que logramos es una vida más a la que hemos salvado. Puedes arrebatarnos la alegría, la salud y nuestro preciado tiempo, pero la esperanza de avanzar y resistir no nos la arrebatarás jamás, maldito cáncer.

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