El collar de lágrimas de Franca Perini. Ilustraciones de Anna Pedron. Kalandraka, 2019. 32 pp., 19,5 x 29 cm.,  15.00 e.

Por Anabel Sáiz Ripoll.

 

Alguna vez a todos nos gustaría que alguien nos desbrozase el camino y nos lo despejara de dolores y de sinsabores; alguien que, como la protagonista de «El collar de lagrimas», recogiera todas las lágrimas negativas y se las llevase lejos, muy lejos, donde a nadie estorbasen y, a cambio, nos dejara las lágrimas de alegría. Ahora bien, ese personaje enigmático cuya misión es atesorar, con mimo, las lágrimas carga con un peso emocional que no le corresponde, aunque acaso haya asumido como propio.

En el texto, de finísima elegancia, se alude a todo tipo de sinsabores, al paso del tiempo, a la ausencia de palabras de afecto, a las injusticias, a los regalos que nunca se hicieron, a los amores frustrados, a las enfermedades, al dolor de la naturaleza, al hambre, al desarraigo y a la soledad. No se juzga de ninguna manera ni se cuestiona, no, simplemente se mencionan estas lacras que se filtran por las vidas de las personas y las corroen. No parece que quien recoja estas lágrimas y se haga un collar con ellas, se sienta mal por hacerlo o crea que es el salvador del mundo, no, más bien lo hace de forma anónima, con armonía y serenidad.

Si todos, de alguna manera, ensartásemos algunas de estas lágrimas y las cambiásemos por otras de felicidad, sería mucho mejor este mundo en el que vivimos. El texto nos alerta acerca del sufrimiento, de los males actuales de esta sociedad nuestra, aunque lo hace, insistimos con serenidad y fe en el ser humano.

El collar de lágrimas no es un libro pesimista, no, en absoluto, ya que nos habla de la esperanza, de la capacidad que todos tenemos de enjugar las penas y convertirlas en alegrías.

Las ilustraciones son tan evocadoras y sugerentes como el texto. La simbología se adueña de las páginas del libro y nos conduce a lo más hondo del ser humano, allí donde no se puede fingir, donde las emociones son reales y donde es imposible esconderlas.

En suma, un viaje al interior del alma con pulso sensible y una gran carga poética. Se destina a lectores a partir de 8 años, pero, sin duda, una mirada adulta puede y debe acompañarlos.

Xosé Ballesteros es el traductor del relato que también puede leerse en gallego e italiano.

¿Quién nos secó las lágrimas cuando éramos pequeños? ¿Quién nos desbrozó los caminos? ¿Somos capaces de ser conscientes de ello? Y nosotros, ¿a quién evitaremos las lágrimas? ¿Seremos capaces de hacerlo?

 

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