‘Toma y daca’ de Janet García Morago y Alejandro Arias de Celis

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Toma y daca de Janet García Morago y Alejandro Arias de Celis. Luis Villalba Abril (ilustraciones), Punto Didot, 2019.

 

Por Anabel Sáiz Ripoll.

 

La poesía no sabe de fronteras y se lleva muy bien con las nuevas tecnologías, goza de estupenda salud y florece cuando se la invoca. Eso lo saben bien los autores del libro que estamos reseñando, que es un libro singular no por el hecho de ser un poemario, que también lo haría especial porque estos, como diría la canción, siguen sin ser buenos tiempos para la lírica, sino por la forma en que surge y por el planteamiento tan original que presenta. Si ya de por sí, como decimos, es meritorio escribir poesía, mucho más si se sabe cómo se ha creado Toma y daca. Para empezar los autores, que son amigos, no comparten el mismo espacio físico y, para acabarlo de complicar, aún se suman otros compañeros, que, de alguna manera, auspician y son testigos de ese combate poético. Gracias al whatsapp y a las nuevas tecnologías, este grupo de amigo sigue en contacto y es capaz de reírse de todo y de nada, de cuestionar las aparentes verdades inamovibles y de sonreírle al abismo.

En el prólogo se nos explica el proceso creativo. Janet García es quien provoca a Alejandro Arias con comentarios, al principio y más adelante, como maga mordaz y certera, con pies forzados, en forma de estrofas endecasílabas. Alejandro acepta el reto y se lanza a escribir sonetos, a los que él llama zonzonetos. Así, según el origen de los poemas, el texto se estructura en tres bloques, anectodario, pies forzados y glosas.

Así, casi una treintena de sonetos, algunos con estrambote, se abren paso en bromas y veras, para asombro del lector y para deleite de sus creadores que juegan, como niños perversos, con el idioma. Y es que Alejandro Arias es muy buen conocedor del alma humana, como filósofo que es, y sabe que no hay verdad trascendental que aguante si no es a través del humor, de la socarronería y de la sana autocrítica. Sus sonetos, que de zonzos no tienen nada, ya que son avispados y muy sagaces, beben directamente de la literatura barroca, de Quevedo, sin duda, también de Lope de Vega y acaso del propio Cervantes. Son frecuentes los hipérbatos, los requiebros, los cortes secos, la sorpresa de la anécdota, la metáfora escatológica, pero a la vez profunda. Como si de un juego se tratara, Janet y Alejandro pasan revista a todos los agujeros oscuros de esta sociedad, a la moral, al pensamiento abstracto, a la existencia de Dios, al mundo, a la soledad, a la muerte y al paso del tiempo. Sonetos y pies forzados directos, procaces, chocarreros a veces, siempre directos, llenos de guiños al lector; sonetos que convierten lo lúdico en algo particularmente serio porque, bien sabemos, que detrás del sarcasmo, de la ironía, se ocultan las grandes verdades. Así, como quien no quiere la cosa, se van destapando los tarros de las esencias, porque «Ni es todo diversión ni todo es arte, / ni eternamente sale el sol ni asoma». 

No hay amargura en los versos ni en los pies, pero sí, a veces, muchas ganas de provocar, de polemizar, de iniciar una buena discusión, como tiene que ser, porque acaso «¿Vas a salir huyendo? No te alteres». En Toma y daca cabe todo, nada se excluye, nada que tenga que ver con lo humano: «¿Te perturba el picor que te traspasa?» Algunas veces, el autor se irrita ante los pies forzados y no evita alguna exclamación, en principio, antipoética, aunque totalmente coherente con lo que dice: «A ver, que no es normal, puñeta…». Tampoco son infrecuentes momentos líricos que nos seducen por su levedad: «y hasta casi el destello de tu pelo». Alguna vez, el poeta se pone solemne, aunque se le escapa la risa: «Porque aunque muda el pelo la raposa, /su natural no troca….». La irreverencia se torna profunda, sin duda, y supera la anécdota en muchas ocasiones: «¿Es un pedo de Dios el Universo?». Elementos prosaicos, como comprar una nevera, se dan la mano con otros como el hecho de escribir, de componer, de pensar, de dudar y de intentar encontrar respuestas a este sinsentido que es, a menudo, la vida.

En suma, mucho más podríamos escribir sobre Toma y daca que no solo contiene zonzonetos sino mucho más, como verá el lector. Y es que tras lo aparentemente frívolo se esconde mucha seriedad y mucho oficio. 

Toma y daca además se presenta con las ilustraciones de Luis Villalba Abril, que siguen provocando al lector en este diálogo que no ha hecho más que empezar porque los amigos, como buenos conversadores, van a seguir tomándonos el pelo, irritando el orden establecido y vulnerando las verdades eternas. Como tiene que ser. Y como esperamos que sea. 

 

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