Esta semana hemos entrevistado al escritor Paco Carreño, autor de La segunda vida que acaba de publicar ALT Autores. Una novela de misterio que comienza cuando el protagonista es invitado por los Tordesillas para escribir la biografía de la familia. Pero lo que parecía un trabajo sencillo se convierte poco a poco en una complicada investigación que puede poner en juego su propia vida.

P. Abro la novela: “La calle que atraviesa la ciudad se llama, como siempre, Gran Vía.” ¿Es una historia de todos los sitios, de ningún sitio?

R. La novela empieza siguiendo una estructura tradicional. Se describe el lugar en el que se van a desarrollar las acciones. Hay una contextualización que no se concreta, aunque se ofrezcan muchos datos. El «como siempre» lleva a un lugar que puede ser todos los lugares. Una localización incierta, más propia de cuentos de hadas. Pero no es un lugar «muy lejano», como dicen los relatos tradicionales, sino cualquiera de nuestras ciudades, un lugar «muy cercano».

P. Tu protagonista, Ful, ha de escribir sobre una familia poderosa. Difícil tarea, la fuente del poder suele ser el secreto o, al menos, la discreción.

R. Me temo que el poder con el que nos enfrentamos es un poder sin demasiadas sombras. No podemos negar que la visibilidad es una de las armas más eficaces con las que cuenta. La familia es poderosa solo aparentemente. Su fuerte no es precisamente la discreción. Ellos son más bien una pantalla, sobre todo al principio, para cubrir las maniobras de otra familia que sí es poderosa. Tanto unos como otros, por razones diferentes, se dejan llevar por la tentación de hacer alarde de sí mismos.

P. “Este libro es una crónica, la crónica de un mundo imposible”, escribes. 

R. Es la crónica de un mundo imposible porque el exhibicionismo aquí es en cierto modo una forma de pudor, una manera de ocultar vergüenzas de uno y otro tipo, de desviar la atención.Y en muchos casos, también, una práctica de cinismo a la que asiste con admiración una audiencia fascinada.Hay una segunda vida que no deja vivir ni ver la primera.

P. Sorprende la cantidad de colectivos a los que esta gente humilla, no sé si el desprecio del débil es esencial para ejercer el poder.

R. La humillación no es solo en la novela un ejercicio del poder, es casi una forma de vida. Por ese motivo, campesinos, inmigrantes e intelectuales, todos los colectivos que están en contacto con una realidad que pueda pinchar de algún modo la burbuja de indiferencia, son inmediatamente neutralizados por la burla despectiva o la humillación más descarada.

P. La excentricidad de la familia, su desestructuración, compendia muchos males de nuestra sociedad. ¿Qué quisiste reflejar con los Tordesillas?

R. En la novela, como en la realidad, hay grandes y buenas causas que se convierten por un motivo o por otro en perfectas excusas y entran rápidamente en el circuito social de las representaciones. Son, en cierto modo, lugares de un pensamiento común. Por ellos pasan criminales y virtuosos. Y hay algo importante desde un punto de vista narrativo: esos temas actuales participan dentro de la maquinaria narrativa de forma necesaria. Están casi a la misma altura, técnicamente, que un personaje. Condicionan el destino. Por ejemplo, las consecuencias del debate social sobre la eutanasia casi le cuestan la vida al protagonista.

P. Leyendo he pensado en Calderón: “al teatro pasad de las verdades / que este el teatro es de las ficciones”.

R. Está claro que la novela debe mucho, aunque de lejos, debo decir, al Calderón que hacía volar a los peces y surcar el mar del cielo a las aves. Las paradojas son un motor muy importante de la imaginación, también de la mía. La segunda vida hace pensar a mucha gente en algo así como el más allá, en ese mundo «verdadero»al que, según Calderón, se llegaba después de morir. Pese a mi admiración por la dramática y religiosa capacidad de convertir lo real en ficticio y la ficción en realidad, me temo que la segunda vida de la que se habla aquí es muy terrenal.

P. Ful es diminutivo de Fulgencio. Pero en castellano significa falsofallido. ¿Quién es falso, quién falla?

R. Algunos de los nombres hacen guiños semánticos. Es un vicio galdosiano. Ful es el apelativo que le pone uno de los Tordesillas al cronista recién estrenado. Tiene que ver con esa capacidad de humillación que has señalado antes. Es también una manera de decirle: bienvenido al gran teatro del mundo, tú también tendrás tu papel. Lo que no le dicen, porque ni siquiera ellos lo saben, es que será él quien se lleve muchos de los palos que van dirigidos a otros. Al fin y al cabo, él está asumiendo la representación de toda la familia.El narrador se pregunta a lo largo de su relato en varias ocasiones si no será él quien esté fallando, quien no acierta a representar debidamente lo que tiene delante. Se siente engañado por lo que observa y por su manera de mirar. Dada la responsabilidad que le ha caído encima, cedida por sus personajes, se terminará preguntando si su forma de mirar será determinante e influirá también en lo que ve, en lo que empieza a ocurrirle a su familia. Por una parte, se siente un dios; por otra, un demonio.

P. ¿Necesitamos todos una “segunda vida” en la que los cabos sueltos estén atados y bien atados?

R. Yo creo que todos somos conscientes de que la imaginación nos ayuda a completar y mejorar las carencias y las imperfecciones de nuestras vidas. Si necesitamos una segunda vida no es para renunciar a esta, sino para intensificarla, para enriquecer la percepción. En realidad, la imaginación en cualquiera de sus manifestaciones debería ser una forma de entrenamiento de la sensibilidad, no un modo de embotar los sentidos; una forma de abrir los ojos, no una escuela de indiferencia y aislamiento. Se trata siempre de ampliar el mundo, no de reducirlo.

 

 

 

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