Amelia y las abejas de Mónica Rodríguez. Editorial Edebé, 2019. Rústica con solapas, 128 pp., 13 x 20,5 cm., 10,50 €.

Por José R. Cortés Criado.

 

“Platón sugiere que el amor es la alegría de los buenos, la reflexión de los sabios y el asombro de los incrédulos”

Mónica Rodríguez: Amelia y las abejas.

La autora nos trae una historia de amor, aunque mejor decir que son dos, la de sus tíos y la que se despierte en Elena, la joven protagonista; envueltas en miel y recuerdos.

Mónica Rodríguez, con su faceta científica, introduce en la nivela información sobre apicultura, cuidado de las colmenas y sus habitantes y sobre cómo observarlas. Quizás sea influencia del libro La vida de las abejas del Nobel de literatura Maurice Maeterlink.

Elena pasa en el campo unos días con su tío apicultor. Este le habla de las abejas casi siempre e intercala recuerdos de su esposa fallecida. Aún no se ha hecho a su fallecimiento y verbaliza recuerdos, hechos y vivencias comunes hasta que se decide a acudir al cementerio a visitar su tumba.

Amelia, la fallecida tenía una sintonía especial con las abejas, le apasionaron desde siempre, se dedicó a su cuidado y se acercaba a ellas sin traje protector, tenía algo especial que le permitía convivir con ellas sin problemas, sabía cómo acercarse, obsérvalas y extraer la miel sin contratiempos.

Incluso, Ambrosio, un joven del pueblo que también tiene una sintonía especial con estos insectos, dice que esa característica la heredó de Amelia siendo un bebé, ya que él estaba en el patio de su casa y un enjambre se apelotonó sobre su cabeza, hasta que llegó ella y con su mano, sin que ninguna le picase, lo desplazó lejos del pequeño. Esa habilidad de Amelia no le libró de su muerte.

Abelardo es un hombre tranquilo, sigue enamorado de su esposa y de las abejas, las cuida con mimo y le da lecciones de apicultura a la joven Elena, chica de de ciudad poco dada a la vida campestre y bastante escéptica respecto al amor.

Pero cuando descubre la sensibilidad de Ambrosio para con las abejas y con ella, la cosa cambia. Empieza a sentir algo especial por el mozo, que aunque es de poca palabras, tiene su ternura y le hace sentir cosas nuevas y llevar a cabo acciones desconocidas.

La autora urde la trama con varios mimbres, por un lado la vida en el pueblo y las abejas, por otro los amores de Abelardo y Amelia, y los de la joven pareja, siendo ambos muy distintos y con actitudes ante la vida diferentes. Él es apicultor y ella siente pánico de las abejas. Los hechos de estos últimos ayudan a rememorar las vivencias de los mayores, aunque estos amaban por igual a las laboriosas polinizadoras.

Podría decirse que es una dulce historia de amor, aunque como la vida, a ratos es miel y a ratos es aguijonazo doloroso; pero siempre cargada de lecciones de vida para los jóvenes.

La maestría de Mónica Rodríguez hace que se lea rápidamente esta novela, que es corta y está dividida en capítulos breves, que te atrapan y te obligan a seguir leyendo porque deseas conocer la historia de Amelia y por ende, la de Elena.

Seguro que gusta a los jóvenes por esa historia de amor entre personas opuestas, pero también por hacernos reflexionar sobre el papel fundamental de las abejas en nuestro mundo y por algunas leyendas del mundo que sobre ellas nos acerca la escritora.

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