Relato: ‘Los guardianes’ de Jorge Buenestado

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Los guardianes

 

De Jorge Buenestadowww.excelencialiteraria.com

Como todo lugar con muchos años de historia, la Biblioteca Real contaba con sus leyendas. La más popular hablaba de un vampiro que habitaba en sus rincones más oscuros. Era cierto que en ocasiones aparecían antiguos volúmenes fuera de sus estantes, y que al abrirlos sus páginas habían perdido todo rastro de tinta, como si ese vampiro las hubiera chupado hasta hacerla desaparecer. Pero nada más lejos de la realidad: no existía vampiro alguno. En la Biblioteca solo habitaba Virya, un espíritu que protegía los libros y que retiraba la tinta con el único propósito de salvaguardar las historias que estos contenían para, enseguida, alojarla en nuevos ejemplares que preservaban lo que los antiguos escritores habían plasmado en el papel que recién se había quedado en blanco.

Aquel era su principal trabajo. También protegía la Biblioteca Real de cualquiera que tratase de dañarla o pusiera poco cuidado al utilizar un libro. Por eso alentaba el mito del vampiro, para que quien pretendiera causar daño al antiquísimo edificio, se lo pensase dos veces.

Virya no era un espíritu maligno, pues ayudaba a los visitantes que buscaban lecturas a aumentar sus conocimientos, entretenerse o satisfacer su curiosidad, poniéndoles los libros en sus manos, dejando que ellos pensaran que dicha elección se debía a su pericia.

Se trataba de un espíritu ávido de conocimiento. Ansiaba la llegada de nuevos volúmenes y de nuevos visitantes, pues las historias que narran las personas pueden ser tan interesantes como las que recogen los libros. Conocía cientos de vivencias de las personas que habían transitado por aquellas estanterías, ya que podía leer sus mentes cuando hojeaban un ejemplar cualquiera.

Al igual que allí los libros estaban clasificados por categorías, Virya clasificaba a los visitantes: estaban los eruditos, que gastaban los años atesorando conocimientos. Merecían su respeto, aunque los encontraba francamente aburridos por no ofrecerle nada nuevo. También había un incontable número de princesas y doncellas de alcurnia. Sus vidas eran como novelas románticas: una vez conocida una, conocidas todas. Y algún caballero en busca de aventuras épicas, de héroes a los que imitar. Los más interesantes, sin duda, eran los viajeros, que conocían lugares lejanos en los que Virya nunca estuvo por vivir anclado a la Biblioteca Real.

Jorge Buenestado
Jorge Buenestado

Un día encontró a una persona que no pudo clasificar dentro de ninguna de sus categorías. Se trataba de un creador de historias. Si la llegada de cada nuevo volumen era un evento , también lo fue la aparición de aquel escritor que conocía narraciones antiguas como la Tierra, relatos de todos los rincones del mundo. Pero las mejores eran las que él mismo había compuesto. Tenía esa extraña habilidad, olvidada por el mundo, pues hacía generaciones que los escritores se habían extinguido. Todos salvo él, que se había acercado a la Biblioteca Real en busca de sus secretos.

Virya le fue proporcionando novelas que el autor desconocía, mientras este, a cambio, escribía nuevos relatos que compartía con el fantasma. Tejieron una relación extraña, pues el autor era capaz de ver al espíritu. También había conocido a otros seres semejantes a Virya por todos los rincones del planeta.

Con el paso de los años, el creador se fue haciendo invisible para los hombres, hasta convertirse en espíritu. Virya lo nombró guardián del la Biblioteca Real, la mejor aprovisionada del mundo.

 

 

 

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