Entrevista a Sara Gutiérrez: «¡Brindemos por la Amistad de los Pueblos!»

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El último verano en la URSS
El último verano en la URSS

En noviembre de 1989, Sara Gutiérrez se fue a hacer la especialidad de oftalmología a Járkov, en la Ucrania aún soviética, y allí trabajó como médico. Año y medio más tarde, decidió emprender un viaje al que se sumó, sin ser invitada, una colega uzbeka. Lo que ninguna de las dos sabía es que, meses más tarde, el país en el que vivían y que ahora recorrían iba a desaparecer…

P. ¿Ficción o realidad?

R. Una mezcla. Ficción en la forma y realidad en el fondo.

P. ¿Existió Yulduz?

R. Existió alguien que hizo inevitable la creación de Yulduz.

P. Hablas de una compañera, médica… Ejerciste en la URSS, ¿por qué?

R. Hice mi tesina de fin de carrera en oftalmología y quería seguir en esa especialidad. Buscando la manera de formarme al máximo nivel (que ya era muy alto en Oviedo), tuve la suerte de conseguir una beca convocada por la Asociación de Amistad Hispano-Soviética. Y resultó ser un plan eminentemente práctico, en un enorme hospital dedicado únicamente a las patologías oculares, con muchísimos pacientes y mucho trabajo, en el que participaba como una más.

P. Cuando llegaste allí, ¿qué sabías del país y su idioma? ¿Y qué fue lo que más te sorprendió?

R. Del país sabía lo poco que había estudiado en el colegio sobre su historia, y lo mucho que nos hablaban en la prensa de la perestroika de Gorbachov; del idioma, nada. Lo que más me sorprendió fue la falta de control (no fue nadie a recogerme el día que llegué), la falta de los productos más elementales, el aislamiento (no tenían ninguna información real de Occidente), la pasión por la cultura, la competitividad intelectual…

P. ¿Cómo nació la idea del viaje?

R. Cuando supe que tendría dos meses de vacaciones para venir a España, pensé que bien podía dedicar una semana a conocer algo más de la Unión Soviética.

P. Antes de leerlo se podría pensar que son demasiados destinos para tan pocos días…

R. Por mi condición de extranjera becada no podía reservar una habitación en un hotel, así que la única posibilidad era viajar en trenes nocturnos. De ahí que visitara grandes ciudades (capitales de república en su mayoría), que  solo estuviera un día en cada una de ellas y que hiciera tantos kilómetros en tan poco tiempo.

P. ¿Cuándo empezaste a darte cuenta de que ese no era un viaje como otros?

R. Enseguida, fundamentalmente por todas las emociones que me iba regalando mi compañera de viaje al ver el mar, comer pizza o comprarse unas sandalias. Y también, claro, por las barricadas que cortaban algunas calles de Riga, la manifestación independentista en la que nos vimos envueltas en Kiev…

P. ¿Y cuándo pensaste en escribirlo?

R. Pensé en escribirlo cuando la URSS ya no existía y yo me había vuelto a Occidente. El libro periodístico que escribí a mediados de los noventa con Eva Orúe, Rusia en la encrucijada (Espasa Calpe, 1997), me había permitido matar el gusanillo de contar lo más relevante de lo que había visto y vivido; pero no me había liberado de la obsesión de contar aquel  viaje extraordinario.

P. ¿Por qué se publica ahora?

R. Fundamentalmente, porque se cumplirán en diciembre 30 años de la disolución de la URSS (y 35 de la catástrofe de la central nuclear de Chernóbil). Personalmente, porque necesito ilusionarme con un proyecto que rompa con la inercia y el vacío impuestos por la pandemia.

P. El que presentas es un libro ilustrado. ¿Qué aporta Pedro Arjona?

R. Una interesante interpretación del viaje que ha leído. Lo enriquece, le da una nueva dimensión.

P. ¿Compartes algunos recuerdos? Un momento emotivo.

R. Cuando Yulduz me abrazó agradecida porque nunca había visto el mar, como si el mar lo hubiera creado yo.

P. Un momento delicado.

R. Cuando en Vilna no conseguíamos billete para ningún tren con un recorrido razonable para nuestros propósitos.

P. Un momento divertido.

R. Cuando Yulduz agarró el micrófono del autobús turístico en Riga y les contó a todos que era de Sevilla.

P. Un momento dramático.

R. Cuando nuestros compañeros de compartimento rememoraron para nosotras la catástrofe de la central nuclear de Chernóbil que había tenido lugar 5 años atrás.

P. Para ti, la que cuentas es una historia viva, pero muchos lectores se acercarán a tu libro con una idea somera de lo que fue la URSS y de lo que supuso su derrumbe. ¿Un mensaje para ellos?

R, Buf, difícil. Aunque, desgraciadamente, tal vez está situación en la que nos han colocado las sucesivas crisis económicas y la pandemia haga más cercanas de lo que pudiéramos creer muchas de las cosas que cuento. Les invitaría a unirse al brindis por el que más veces he levantado mi copa, el de la Amistad de los Pueblos.

 

 

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