APERTURA Madrid Gallery Weekend 2021 celebra el comienzo de la temporada artística madrileña

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Cecilia-Paredes-La-Herborista-Galería-Blanca-BerlínLa duodécima edición de Apertura Madrid Gallery Weekend tendrá lugar 9 al 12 de septiembre, días que se convertirán en una auténtica celebración del comienzo de la temporada artística madrileña. La Asociación de Galerías de Arte Moderno y Contemporáneo de Madrid, Arte Madrid, impulsa este evento con el que se inaugura la temporada de exposiciones, una cita ya consolidada en el calendario artístico internacional.

En esta ocasión, Apertura 2021 tiene un fuerte componente de celebración, ya que el público regresará al espacio físico de las galerías de arte después de un obligado paréntesis. Según Manuel Fernández-Braso, presidente de Arte Madrid: “En un momento como este, más que nunca, entendemos el arte como elemento fundamental en la conformación del individuo y de la sociedad”.

En esta edición serán 52 galerías las que presenten simultáneamente las exposiciones inaugurales de la temporada. Dentro de los casi 70 artistas que formarán parte de esta edición destacan nombres consagrados como los de Olafur Eliasson, Juan Muñoz,  Concha Jerez y Rafael Canogar. Junto a ellos, mostrarán su trabajo artistas emergentes como Valle GaleraDaniela Libertad o Federico Miró.

Apertura Madrid Gallery Weekend ofrece al visitante la posibilidad de un paseo por las galerías situadas por distintos barrios de la ciudad que abrirán en horario extendido del 9 al 12 de septiembre. Además, durante todo el mes se podrá disfrutar de una completa programación que incluirá actos, charlas, encuentros, recorridos guiados por las galerías y también por el espacio público de la mano de conocidos especialistas en arte, entre otras actividades.

Esta programación se podrá consultar en la app gratuita de Arte Madrid, que también permite al visitante organizar fácilmente su ruta por las 52 galerías, situadas en los barrios de Lavapiés, Letras, Centro, Salesas, Chamberí y Salamanca. En la app se podrán también consultar los artistas, las fechas de las inauguraciones y del resto de actividades. La app está disponible en Google Play y AppStore.

En una clara apuesta de Arte Madrid por la digitalización, todas las exposiciones de Apertura Madrid Gallery Weekend estarán disponibles durante los meses de septiembre y octubre en la plataforma de arte y venta online Red Collectors y serán visitables en recorridos 3D en los que se podrá consultar información sobre las obras y los artistas.

Asimismo, Arte Madrid ha llegado a un acuerdo con las librerías de los barrios en los que se sitúan las distintas galerías, atrayendo así la atención de distintos públicos y fomentando el debate y la reflexión en torno a las interacciones entre literatura y arte y viceversa.

Imagen: Cecilia Paredes. La herborista, 2021. Cortesía Galería Blanca Berlín
APERTURA Madrid Gallery Weekend
Edición 2021
Del 9 al 12 de septiembre en 52 galerías de la Comunidad de Madrid
Más información: www.artemadrid.com

1 pensamiento sobre “APERTURA Madrid Gallery Weekend 2021 celebra el comienzo de la temporada artística madrileña

  1. PICASSO EN EL PARAISO.

    He leído en La Vanguardia, que un incendio ha arrasado algunas hectáreas de bosques del Matarranya. Por fortuna, parece que no ha llegado hasta los puertos, a los olivos de Valderrobres, o los montes de Beceite, Arnes, o la montaña de Santa Barbara de Horta de San Joan.

    Estuve en verano en los puertos de Beceite, y en Horta de San Juan, y he recordado las historias que me contó Manuel Pallares, el escultor amigo de juventud, y de toda la vida, de Picasso.

    Manuel Pallares vivía en la Vía Layetana, de Barcelona, con su hijo, dentista, y pase algunas tardes charlando con él, en su casa, de sus recuerdos de estudiante en la Barcelona de su juventud, los tiempos en que se fueron juntos con Picasso a su pueblo, Horta de San Juan, donde él había nacido. Tenía en casa muchas fotos con Pablo, juntos en la Barcelona de principios de siglo y también cuadernos de dibujos, apuntes veloces, que hacían cuando iban juntos al parque de la Ciudadela, los domingos. Había fotografías antiguas de la escuela de La Lonja, de sus compañeros pintores, del café “ Els quatre gats “, donde se encontraban, del estudio de la calle de La Plata, y el de la calle de Comercio.

    En su época de estudiante, recién llegado a Barcelona, desde Horta, Pallares estaba en un hostal de la calle Escudillers, y allí había siempre chicas, llegadas de las provincias, que ellos usaban como modelos. A veces venía a recogerle Pablo, para ir a dibujar. Tenía algunas fotos con Picasso en las ramblas, cerca de Conde del Asalto, unas caricaturas hechas sobre un papel del café Catalá, de Sitges, cartas y postales enviadas desde Paris, fotografías de las modelos de las clases de dibujo de anatomía, de las aulas de la escuela, del primer estudio que compartieron juntos. También unas fotos donde aparecían los dos, en Cannes, abrazándose, ya mayores, y Pablo había dibujado por encima unas túnicas romanas, y coronas de laurel, con colores al pastel.

    Un día, Manuel Pallares me acompañó desde su casa en Vía Layetana, hasta la casa de la calle de la Merced, donde había vivido Picasso con su familia, y me enseñó el inmueble donde juntos estudiaban, en la Lonja, donde su padre don José Ruiz Blasco era profesor, y también el estudio que alquilaron juntos, en la calle de la Plata, y las tabernas, las tascas o bodegas, donde se reunían, junto con otros compañeros de la Lonja. Me contaba también anécdotas de los dibujos, y pinturas que hacían, los dos y otros de sus compañeros, entre ellos Fernández de Soto, Carlos Casagemas, julio González,( de hecho existe un libro titulado “Picasso antes de Picasso”, donde aparecen muchas de estas obras, algunas pintadas por Picasso, y otras ,de principios de siglo, mal atribuidas, por error, a Picasso, sin firmar, en realidad pintadas en la época por el mismo Pallares, o Fernández de Soto, o algún estudiante de la Lonja, porque compartían los mismos lugares, y estudios. En la edición francesa del mismo libro, ya no aparecen estas obras mal atribuidas, por error, a Picasso. En aquellos días, todos se parecían, pintaban casi igual, con la misma técnica, copiaban los modelos al natural de la Lonja, y también se copiaban unos a otros, y se intercambiaban los dibujos.)

    Recorrimos algunos lugares que ellos compartían en su juventud, estudiantes, y bohemios, en la zona del Raval y el barrio Gótico, un estudio en la calle Conde del Asalto, y otro en la calle Comercio, cerca de donde se encuentra ahora su museo, y la calle Montesion, donde estaba el café “Els quatre Gats”, y se encontraban también a Rusiñol, o Nonell, o Manolo, a veces su amigo Casagemas, o también Torres García o Julio González.

    Un día entro en la sala una criada, o asistente, aragonesa, me tomo del brazo, me llevó aparte, en su cuarto, abrió un cajón del mueble, y aparecieron un montón de dibujos, en lápices de colores, y en pastel, con la dedicatoria de Picasso, que les enviaba por Navidad, a su amigo Manuel Pallares, a su hijo, y a ella, la asistenta de la casa, Paquita.

    Por lo visto, según me dijo, quería venderlos para comprarse un apartamento, y me los mostró, uno a uno, y después volvió a cerrar con llave el cajón, muy misteriosa. Tenía muchos, más de veinte.

    En aquellos tiempos, los artistas han sido muy generosos. Recuerdo haber visto, en casa del bailarín Vicente Escudero, en la Plaza Real, unos pequeños dibujos de Miró, todos fechados en el mes de diciembre, que le enviaba cada Navidad. En alguno de ellos, había una doble dedicatoria, una de Miró a Vicente Escudero, y otra del bailarín a su mujer, al otro lado, la bailaora que tenía el local de baile flamenco “Los Tarantos”, en la planta baja del edificio.

    Pallares tenía una memoria prodigiosa, y cuando se refería a los tiempos y aventuras vividos con Pablo, se le iluminaban los ojos. Tenía una cara dulce, era amable y afectuoso. Había mantenido con Pablo una amistad fraternal. También era un hombre sencillo, reservado, y no presumía nunca de su amistad con el pintor más famoso del mundo.

    Me dijo que Pablo había estado enfermo de los pulmones, cuando eran estudiantes, y el médico le recomendó ir una temporada a un pueblo de montaña, para respirar aire sano.

    Me contó de cuando partieron los dos hacia Horta de San Juan, en el mes de junio de 1898, entonces sólo comunicado por un camino de tierra, a donde llegaban desde Tortosa. Allí se hospedaron en casa de la familia de Pallares, el Mas de Tafetans. Tenía diversas obras, realizadas en Horta, entre ellas un paisaje de la montaña de Santa Bárbara.

    Desde allí, en el mes de agosto, un día se lanzaron a una excursión insólita, hacia las alturas del puerto de Beceit, Els Ports y el río Mataranya, que Pallares conocía bien. Atravesaron los bosques y las alturas de la montaña, desde Horta hacia Arnes, en el límite de Catalunya y Aragón, hacia Beceite, el rio Estrets y el Parrissal, y se cruzaron con algunas cabras salvajes, que saltaban a gran velocidad, nutrias, bordeando el río, a través de barrancos, rocas, desfiladeros, montados en mulos, llevando solo lo mínimo para estar unos días, y unos cuadernos de dibujos, pasteles y lápices para dibujar, algo que les apasionaba tanto, hacia los saltos de agua de la montaña, donde nace el río Matarranya, los impresionantes desfiladeros y barrancos de los Estrets, con rocas altas de 70 metros, por un sendero lateral , donde el caudal se hace más rápido, con estanques, rocas, piedras insólitas, de formas mágicas, una geología que maravillaba a Pablo, el cual iba recogiendo minerales y piedras, y pequeños troncos, de formas excepcionales, maravillosas, que tanto sugestionaban al joven pintor, y las iba poniendo en su mochila. De noche, se refugiaron en una pequeña cabaña de piedra, donde los payeses de la zona guardaban sus enseres de trabajo, y después descubrieron una cueva, donde se instalaron a dormir.

    Compraban algunos víveres de los payeses, en el Mas del Quintet, cerca de allí, y vivían en plena naturaleza, integrados en medio del paisaje natural del río y las montañas, en una naturaleza integral, selvática geológica acuática mineral, sólo con los sonidos del agua y del bosque. El paraíso natural de Picasso, a sus 16 años, lejos de la ciudad.

    Por la mañana, se bañaban en estos estanques naturales, ullals d´aigua, de aguas puras de montaña, y pescaban, a veces, entre los cangrejos y truchas, atrayendo a los peces lanzando al agua migas de pan, que flotaban en la superficie, con la intención de atraparlos.

    Después, dibujaban los paisajes, del río, les Gubies, con una gran roca, inmensa, que se situaba perfilando las nubes, en el origen mismo de donde nacía el río, y algunas extrañas cuevas, que se introducían en los muros enormes de piedras.

    Un día, me dijo Pallares que siguieron subiendo por los bordes del río, cerca de la Font del Teix, llevando algunos papeles enrollados, y un pequeño maletín con los colores, y Pablo resbaló, cayendo hacia el barranco, a una altura considerable, sobre las rocas. Pallares se lanzó a salvar a su amigo, y alcanzó a sujetarle apenas unos segundos antes de que cayera al vacío. Se abrazaron, y esta amistad fraternal, les unió para siempre.

    Habían reunido unos bastidores y telas y colores al óleo, llegados desde Horta, porque querían pintar unos paisajes de la zona. En otra ocasión, Pablo había estado dibujando toda la mañana, hacia el Pla de la Mina, y amontonado unos dibujos sobre una roca, cuando se levantó un golpe de viento, y los papeles volaron en varias direcciones, sobre los prados, y algunos se cayeron al río. Tardaron horas en recuperarlos, caminando descalzos por el rio, y Pallares le ayudó a reunirlos, aunque varios de ellos fue imposible salvarlos, y se los llevó la corriente, rio abajo. Quién sabe si habrían llegado hasta Beceit. Allí precisamente se instaló una fábrica de papel, sobre el rio.

    Otro día, llegaron unas nubes grises, empezó a llover y cayó una gran tormenta, se habían instalado a pintar en unos campos laterales a la orilla, arriba de Les Gubies, Pallares en un campo cercano, y Picasso en unos prados más arriba, y toda la pintura se corrió con la lluvia, se empapó todo su trabajo, volaron las telas por los aires, e incluso los cuadernos con los apuntes del natural realizados en días anteriores.

    Por la noche se refugiaron en una cueva, que al parecer los payeses llamaban cova del cargol, porque había que entrar casi arrastrándose, aunque dentro era muy espaciosa, y los días siguientes, si llovía se refugiaban en otra cueva que descubrieron después, llamada «cova de la dona”, Pablo llegaba con una mochila llena de piedras, y yerbas que pretendía usar como colores, de verdes diversos.

    En la cueva donde dormían, se dedicaron a dibujar sobre las rocas, en los muros, como antiguos pintores rupestres, con lápices y carboncillos, y pedazos de carbón, unas formas parecidas a las cabras salvajes que habían visto en las montañas, y los pequeños peces que habían pescado. Como estaban esperando a que les llevaran unas telas y bastidores, y colores, que traían en burro, dibujaron a lápiz y carboncillo en el muro también una figura de un burrito cargado con fardos. También una «dona», me dijo Pallares, imaginando cómo debía ser la mujer que había sugerido aquel nombre a la cueva, y haciendo chistes sobre lo debían hacer allí. Por el pueblo de Beceit corrían rumores de algunas aventuras de jóvenes vírgenes, campesinas, en las noches de verano, que pasaban con pastores en alguna cueva.

    En la zona existen algunas pinturas rupestres, de gran antigüedad, del Neolítico, las pinturas de Els Gascons, unas 12 figuras de color rojo, y otras 7 figuras, en negro, de caballos o burros, o cuadrúpedos, cerca del barranco de Calapatá, o las pinturas de “La Fenellosa”, en paredes rocosas, en una zona donde el río se hace más estrecho, y cerca de la fuente de La Fenellosa, algunas actualmente casi invisibles, borradas por el tiempo. Dos de ellas, Picasso las ha pintado y reproducido más tarde en varias cuadros y dibujos, entre ellos, de la serie de Las Meninas, de una forma casi idéntica.

    Pallares se emocionaba de verdad, contando aquellas historias de vida bohemia y natural, en plena naturaleza, con Pablo, y la extraña magia del lugar, con el continuo rumor del agua. Me mostró un cuaderno con apuntes de los paisajes del río. Había un dibujo con un pastor tocando la flauta, una cabra y una mujer, y detrás el perfil de la montaña de Horta. Regresaron a Barcelona en el mes de enero de 1899.

    Años después, Pablo estuvo allí de nuevo, en agosto de 1903, hasta febrero del 1904, en el Hostal del Trompet , y también volvió desde Paris en el 1911, con Fernande Olivier, donde pintó sus cuadros cubistas, en una buhardilla alquilada al panadero Tobías.

    Picasso no olvidó nunca aquellas experiencias, y parece que guardó siempre, en su estudio de Rue de la Boetie, y hasta en su última casa en Mougins, algunas de aquellas extrañas piedras del río Estrets, del Mataranya, de formas exóticas, modeladas por la fuerza del agua y la erosión.

    Pablo amaba mucho los animales. En su casa de Cannes, en los años 50, tenía una cabra en el jardín. Hizo también una escultura en bronce, de su cabrita, antes de que su mujer, François Gilot, la desterrara del lugar.

    El pintor Renato Guttuso me contó que, cuando su mujer, Françoise, lo abandonó, en los años 50, dejando la casa de Vallauris, y se fue a Paris, con sus hijos, Pablo no quiso regresar a esta casa, vacía, y se marchó a Mougins.

    En la casa abandonada, crecían las hierbas del jardín, y él no sabía qué hacer. Se le ocurrió llevar un burro y dejarlo allí, para que se comiera las hierbas, que iban creciendo. Un día, Guttuso lo acompaño a la casa, y encontró un espectáculo insólito, con el burrito en el jardín, y un gran desorden en el interior, de telas a medio pintar, dibujos sobre las sillas, cerámicas ya cocidas en el horno, y otras sin cocer, todo en un desorden inmenso, lleno de cuadros y colores, telas y papeles, llenos de polvo. Todo abandonado de un día para otro.

    En el jardín, las yerbas habían crecido mucho más, porque el burrito, haciendo su estiércol, por todas partes, abonaba la tierra, provocando que todo se llenara de malas yerbas, que entraban incluso por las ventanas, así que no había solucionado nada, al contrario, pero al burrito lo dejo allí, único habitante del lugar.

    Pallares, hombre del campo, era muy fuerte, tenía unos 4 o 5 años más que Pablo, y cuando Picasso enfermó, de los pulmones, a sus 92 años, en abril de 1973, él y su hijo corrieron a Mougins, para hacerle compañía en los últimos días de su vida. Por desgracia, los franceses no le permitieron la entrada, y tuvo que quedarse en un hostal de Vallauris. Pablo fue enterrado en el castillo de Vauvenargues, en la Montaigne Sainte-Victoire , la de los paisajes de Cezanne, que tanto admiraba, sobre Aix- en- Provence.

    Unos días después, se acercaron a su tumba, y Manuel Pallares dijo adiós a su amigo de la infancia, y de toda su vida. Pablo había muerto de una enfermedad pulmonar, la misma por la que fue a curarse a Horta de San Juan, 70 años antes.

    Poco tiempo después, Manuel Pallares murió. Nuca mal vendió los recuerdos, los cuadernos de apuntes, dibujados en el riu dels Estrets del Parrissal, y en Horta, las fotografías, las cartas desde París, los pequeños dibujos que Pablo le enviaba cada año en Navidad, en recuerdo de su amistad. Eran un extraño tesoro, del afecto incondicional.

    El próximo año 2023, se celebrará el 50 aniversario de su muerte.

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