Pedro Mari Sánchez y Ana Martín-Coello: “Hay que volver a aprender a hablar para aprender a escucharnos”

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Pedro Mari Sánchez y Ana Martín-Coello
Pedro Mari Sánchez y Ana Martín-Coello

El actor Pedro Mari Sánchez y Ana Martín-Coello, especialista en comunicación política, trabajan juntos en una empresa común que, ahora, está en el origen de un libro: La palabra mágica (Gaveta Ediciones), con el que reivindican la elocuencia como un vehículo adecuado al contenido que queremos transmitir para expresarnos como queremos y no solo como podemos.

P. Reivindicar la palabra en estos tiempos no parece tarea sencilla… ¿De dónde viene vuestra fe en la palabra?

Pedro Mari Sánchez. No es una cuestión de fe. Es una constatación, a lo largo de la Historia, de que la construcción del mundo se ha hecho a través de la palabra pronunciada. Cómo no creer en la palabra y en su poder si llevo trabajando, desde que tengo memoria, con ella… La palabra es la que me ha permitido entrar en el pensamiento humano, lo cual me lleva a defenderla y a reivindicarla como elemento que puede hacer posible la convivencia. Aprender a hablar es, también, aprender a escuchar.

P. Reivindicáis la elocuencia ¿Qué perdemos si la perdemos?

PMS. Algo muy importante: que se comprenda lo que queremos decir, ya que gracias a la elocuencia ponemos un vehículo adecuado al contenido que queremos transmitir para expresarnos como queremos y no solo como podemos.

P. ¿Cómo os habéis repartido el trabajo?

Ana Martín-Coello. Como en nuestra empresa común, Excelencia de la Palabra, ya trabajamos juntos, fue relativamente fácil. Ambos hablamos de lo mismo desde dos puntos de vista complementarios: El trabajo de Pedro Mari se encarga del universo sonoro, del cómo articular las palabras para que sean eficaces y el mío del contenido, del qué decir para llegar al público. Ambas materias van, indefectiblemente, unidas.

P. Pedro Mari, tú partes de tu experiencia particular. ¿Qué te ha enseñado la profesión de actor?

PMS. Todo. Soy actor casi desde que estoy en el mundo, así que la profesión me ha enseñado puntos de vista filosóficos, comportamientos de la naturaleza humana, aquello que nos debilita y lo que nos hace resurgir con fuerza. Y me ha enseñado el poder de la palabra. Ha sido una escuela de vida.

P. ¿Y qué has aprendido que preferirías no saber?

PMS. Yo siempre prefiero saber, aunque duela. Estar en la ignorancia solo lleva a la indefensión.

Ana, tú eres periodista y especialista en comunicación política. Dos ámbitos que han contribuido poderosamente a la degradación de la palabra…

AMC. Sí, pero, también, a su excelencia en determinados momentos de la Historia. A mí me apena profundamente que se identifique hoy el relato solo con lo que yo llamo el relato perverso o con las fake news. La palabra, como cualquier otro elemento, se puede usar para hacer el bien o el mal. Por eso hay que conocerla profundamente, para hacer un uso adecuado de ella y defenderse del mal uso o del uso interesado que hacen otros.

La palabra mágica
La palabra mágica

P. El libro es fruto de un trabajo e hijo de un método que habéis establecido. ¿Cuáles son las bases de ese método?

PMS. Se trata de identificar con claridad los problemas que la gente tiene al hablar en público y aplicar una serie de ejercicios que están en el libro para lograr hacerlo de manera natural, comprensible y creíble. El método se completa con la indagación en cada uno de nosotros, a través de determinadas preguntas, para encontrar nuestro relato personal —del que se encarga Ana— ese que nos hace únicos. Se trata de interesar a la audiencia con lo que decimos y la forma en que lo decimos.

P. Leemos en el prólogo que firma Pedro Mari: “Es preciso indagar, estudiar y ejercitar la adecuada oralidad, más que nunca, en este momento de la historia del hombre; como metáfora de un intento de convivencia, siquiera. No hacerlo es Babel”. ¿Qué es urgente y qué es importante hacer?

PMS. Ir a lo primigenio, al elemento esencial de comunicación del hombre evolucionado, que fue el habla compleja, la que seguimos usando hoy en día. Es decir, hay que volver a aprender a hablar para aprender a escuchar. A escucharnos.

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